sábado, 23 de diciembre de 2017

Bienvenidos a la Huacachina: Un oasis de verdad

Para mí un oasis es uno de esos lugares que parecen mágicos, de esos lugares de película. Perú tiene un lugar así.

¿Cómo se llega? 
Nosotros llegamos a Ica en la noche, una ciudad a la que, tristemente no le vi la gracia. Nos quedamos en un hotelito feíto y medio caro, cerca del terminal de transporte. Lo que sí es cierto es que nos hicieron el favor de guardarnos el equipaje los siguientes días, pues llevamos solo lo indispensable para la Huacachina. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar.
La Huacachina, el oasis, queda a menos de media hora de Ica y es un lugar encantador y acogedor. Tiene un laguito en la mitad donde muchos de los lugareños se bañan (yo no lo recomendaría, pero siempre está la opción). Debido a que llegamos en fin de semana, por poco y no encontramos hostal, porque los que viven cerca se van a pasar ahí las festividades y los días de descanso (o sea, procuren ir entre semana, los precios son otra cosa).
También hay que tener en cuenta que estos lugares están girando alrededor de los turistas, así que la mayoría de restaurantes tiene precios bastante elevados, con excepción de 3 o 4 lugares donde comen los locales.
Tomamos uno de los tours (todos se pueden negociar, sobre todo cuando quedan últimos puestos). En ellos lo llevan a uno a conocer las dunas y luego dan la oportunidad de hacen un poco de Sand Board (y por si no saben que es, es agarrar un tabla y desmadrarse duna abajo :D), no sin antes llevarlo a uno de paseo en los buggies por las dunas a velocidades que hacen temblar a cualquiera, y con la sensación constante de que uno se va a matar (espero no estarlos asustando, de verdad vale la pena la experiencia y es más bien segura la cosa, vas con cinturón de seguridad).
¿Que qué pasó con toda esa arena? Se metió en todos los lugares donde es posible que se metiera, pero ¡qué experiencia tan maravillosa! Los guías se encargan de dar una clase apresurada para mantener el equilibrio de pie, acostado o sentado, de cualquier manera es de lo más divertido que viví, me devolvió a los días en los que uno se tiraba haciendo rollitos por las montañas.
Con todo, debo confesar que el tour por la dunas no es lo mejor que me sucedió en este lugar. Caminar por las dunas al atardecer es un espectáculo que se tiene que vivir (con todo y la dificultad porque los pies se van enterrando y las montañas de arena son engañosamente altas, mientras se tiene mucho mucho calor).
Yo subí con el Ukulele, con la idea de sentarme a cantarle al atardecer, pero todo el rato tenía arena en la boca, así que me di por vencida, y simplemente me quité los zapatos y me puse a contemplar cómo se ocultaba el sol, cómo un lugar tan maravilloso se va quedando sin sol cambiando muchas veces de color, y cómo el frío llegando y el clima cambia de un momento para otro.
A veces esos pequeños momentos de contemplación se interrumpen. Yo tuve un grupo de más de 10 gringos "divertidos" que subieron medio borrachos para tomarse fotos en tangas apretadas. Ni eso me dañó el panorama. Es un milagro, un espectáculo, un privilegio observar estos lugares con los propios ojos.
El siguiente día, un lunes, casi todos los turistas se habían ido, y tuvimos la piscina para nosotros solos, el pueblo vacío y de gente amable, la misma tendera de todos los días que se sentó a confesarnos que quiere ir a Colombia a casarse con un paisa, los dependientes del hotel que nos mostraban los gatitos que rescataban y daban en adopción, los niños que sonreían si me veían por ahí escribiendo algunas de las cosas que estaba viviendo.
Un paraíso, uno de verdad.


jueves, 14 de diciembre de 2017

Los peligros de viajar: La historia del robo a un chino en Lima

Plaza de armas

Mi amigo Alex llegó al aeropuerto de Lima sin hablar ni una palabra de español. Llegó tres horas antes de lo esperado. Era de madrugada. Cuatro de la mañana. Tomó un taxi para dirigirse a su Airbnb: La casa de Henry. Bajó del taxi con sus maletas y el taxi se fue.
Tocó el timbre. Nadie respondió. Tocó de nuevo el timbre sin respuesta. Tomó un taxi en la calle. Subió su equipaje. Le pidió al conductor, por medio de señas que lo llevara a un bar, o algún lugar que estuviera abierto hasta que amaneciera. El conductor pareció entenderle, porque de inmediato arrancó.
El taxi condujo un buen rato y se metió en una callejón. Otras dos personas se subieron en la parte de atrás del taxi, y amenazando con armas (acción que no requiere traducción a ningún idioma) lo despojaron de todo lo que llevaba. Su maletín con el portátil, sus cámaras fotográficas, sus juguetes electrónicos, su ropa, su billetera, su reloj y luego le pidieron que se quitara toda la ropa.
Condujeron un par de cuadras más y lo tiraron en un barrio popular y muy feo. Solo tenía sus bóxers y un sombrero, que de suerte le dejaron.
Que ¿cómo me enteré de la historia? Todo empezó en Huanchaco.
Plaza San Martín
Los amigos que dejamos allí me enviaron una foto de lo bien que la estaban pasando con un nuevo amigo, un muchacho de China. Cuando llegamos a Lima lo vi en el AirBnb y le dije, ¡tú estuviste en Huanchaco! Y entonces nos hicimos amigos (los amigos de mis amigos, son mis amigos). Y nos contó la historia de cómo había quedado solo en un país desconocido, sin hablar español y en calzoncillos en la mitad de un barrio popular. Como una vendedora ambulante se acercó y lo llevó a la estación de policía, como la policía le ayudó a contactarse con quien lo esperaba en el Airbnb, como él lo recogió, le prestó ropa y le ayudó a hacer de nuevo sus papeles, le prestó dinero e incluso lo ayudó a comprar con descuento una cámara para que no se perdiera de nada en su recorrido por Perú.
Hombre gritando a la gente que no se moje en el Parque del agua
Yo le pregunté en algún momento por qué no se había devuelto... no sé si yo hubiera podido seguir con el viaje después de una experiencia tan traumática. Alex me miró extrañado. Y ahí lo entendí, me lo había acabado de decir, había tenido muchas más buenas experiencias que malas. En su camino encontró gente hermosa que lo ayudó a conocer el país. Nosotros incluso lo ayudamos (remotamente) a moverse por Huaraz y en todos los destinos lo trataron bastante bien. Semanas después nos vimos en Arequipa, nosotros seguíamos hacia el sur y él se devolvía a Lima para tomar su avión y volver a casa. Disfrutó plenamente el país y me dejó la enseñanza grande de que cosas malas pueden pasar en cualquier lugar del mundo, en la casa misma, pero que siempre las cosas buenas serán muchas más.

Cebiche en la Plaza de Mercado de Jesús María

Y Lima es un buen ejemplo de ello. Es una ciudad hermosa que me recordó un poco Bogotá, sin metro, que está siempre gris, donde casi nunca llueve, y la humedad es bastante difícil de sobrellevar (me enfermé las dos semanas que estuve ahí con una tos constante), un tanto insegura como cualquier capital, y con un tráfico de miedo...  PEEERO (y ahora viene lo bueno que es mucho más) un paraíso gastronómico, sede de la Catedral del Pisco (que queda en la plaza de San Martín, donde se reúnen revolucionarios, filósofos e idealistas a charlar del país). Los museos son agotadores de la mejor manera posible, porque reúnen la cantidad impresionante de historia que tiene Perú, su arqueología, el arte y la cantidad de civilizaciones que albergaron este destino increíble.

Para mí fue un lugar increíble, porque al ser un lugar tan central, muchos de nuestros amigos pasaron por ahí para hacer un reencuentro fascinante y conocer acompañados nuevos lugares.
Por si fuera poco, la comida es una locura (y sí, lo tengo que repetir), y en especial exaltar la increíble plaza de Jesús María, donde es difícil escoger qué comer.
Lima tiene un parque de agua que es hermoso de día y espectacular de noche. Lima tiene eventos por doquier, una galería de arte impresionante en la zona de Barranco (que además es un lugar imperdible para caminar, comer, conocer, disfrutar), una playa repleta de surfistas a los que parece no importarles el frío y una Plaza de Armas muy bien cuidada y rodeada de lugares de postres y de chocolate.
Y, por si fuera poco, resulta que Lima está muy muy cerca del complejo arqueológico de Pachamac, a donde llegamos en bus, caminando debajo de un sol ardiente (porque como raro nos perdimos, nos bajamos mal, le creímos a Google y estuvimos largo rato explorando las cercanías), pero todo, absolutamente todo valió la pena.
Lima es una ciudad que vale la pena conocer con detenimiento, tratarla con cariño, subir en su transporte público, vivir el día a día y conocer a sus muy queridos y amables locales. Es una ciudad cultural, una joya testigo de la historia, un reflejo de sus artistas (y no hay que dejar de visitar la casa de Vargas Llosa que me emocionó hasta las lágrimas). Lima es una capital que se queda en mis amores, en mis recuerdos y en mis emociones. Por favor, cuando vayan de paso, deténganse un ratito en ella.
Y para cerrar el post es necesario decirlo: es peligroso viajar, te puede causar emociones y continuos asombros, mucha felicidad, y te enamoras constantemente, te saca del conformismo. Estos son los peligros de viajar.

martes, 5 de diciembre de 2017

lunes, 4 de diciembre de 2017

El secreto mejor guardado de Perú: Huaraz en 4 días ¡Y te va a encantar!

Laguna 69




No sé si atreverme a hablar de la laguna 69 como el lugar más hermoso que he visto en la vida. En realidad dije eso tantas veces en el viaje por Sudamérica, que ya ni yo misma me creo.
Pero permítanme que les cuente todo sobre cómo llegar a esta laguna y además, de cuántas otras maravillas se encuentra en las cercanías de Huaraz en el departamento de Ancash.
La ciudad de por sí se encuentra a 2053 metros sobre el nivel del mar, así que hay que ser prudente para que el soroche, el mal de altura, el mareíto no dañe el paseo.
Yo recomiendo al menos 4 días en el pueblito. Primer día El primero para recorrerlo, caminar tranquilos y lo más que puedan. Visitar el museo que es un abrebocas a las maravillas que se encuentran en la región. También sirve para caminar la calle principal y visitar los sitios de turismo, para elegir los toures de los siguientes días (y lo mejor es contratarlos con la misma empresa por cuestión de economía, en un sitio que tenga certificaciones y que los recojan puerta a puerta).
Cabeza Clava original.
Segundo día, para entrenarnos un poco más, fuimos a ver las cabezas clavas de Chavín de Huantar. ¿Les suena? Bueno, puede ser porque es uno de esos misterios grandes de la humanidad, un sitio clave arqueológico y que todavía no nos da todas las respuestas de la civilización ya desaparecida.
En el camino nos elevamos hasta los 5400 msnm y después se llega al templo que queda a unos 3500.
Las construcciones son la testimonio más grande del progreso de la civilización, pues, cada vez que había un cambio de rey, se ponía una fila entera de piedras para construir el nuevo templo, y se puede ver cómo van perfeccionando los acabados.
Eso no es todo, cada cabeza clava es una representación de humanos y animales mezclados y no hay dos iguales. Aparentemente son seres míticos de una cultura que vivió sin necesidad de usar la guerra. Todos sus fundamentos se basaban en lo que creían y en el estudio de las estrellas (tenían una forma especial de reflejar las estrellas en agua para definir las constelaciones).
Tenían un sistema de evacuación de agua que hoy le hace falta a muchas ciudades modernas. Había elevación de los lugares, y el agua se dirigía hacia los cultivos que lo necesitaban.
En este mismo lugar se encontró la Estela de Raimondi, que por muchos años fue el comedir de un campesino. El hombre que decidió llevarse la piedra a su casa, plantaba trigo con excelentes resultados, sin saber que se debía a la arquitectura de una civilización muy avanzada (con indicios incluso de cambios genéticos en lo animales), y que desapareció por desastres naturales, y los sobrevivientes se unieron a civilizaciones que después terminarían fundiéndose con los Incas.
Los artesanos del lugar hacen la mayoría de recuerdos a mano, mostrando que no toda la tradición está extinguida.

El tercer día es un día fuerte, pues se subirá hasta casi los 6000 msnm. Este es el tour por el Parque Nacional Huascarán, y aquí la caminata es de, aproximadamente, hora y media de subida y una de bajada para llegar al glaciar de Pastoruri.
Evidentemente hay otras formas de llegar arriba, desde cierto punto hay alquiler de caballos por 8 soles, pero para mí la caminata, además de ayudarme a prepararme para el día siguiente (y es una gran preparación, lo notamos al día siguiente cuando los que nos acompañaron en esta caminata, no soportaron la de la laguna 69 donde no tenían opción de caballo), un pequeño sacrificio, una preparación para lo que voy a ver, una manera de meditación y de agradecimiento porque mis pies lleguen tan lejos (y puede sonar muy hippie, pero detestaría que en algún momento de mi vida ya no sienta emoción por lo que veo, las tierras que visito, y los lugares a los que viajo, así que estos son pequeños ritos), además de que me da pesar con los animalitos.
En el camino el paisaje es impresionante, pasando por el Artesonraju (que es la montaña que tomaron para el logo de Paramount).
La vista es tan impresionante, que no hay frío, ni hambre, ni sed, que impida que uno disfrute del impresionante panorama. Es difícil pensar que lo que se ve es real, y es aún más difícil pensar que se encuentra en Latinoamérica (después de que tantos nos dicen que hay que salir del continente para disfrutar paisajes impresionantes).

El día cuatro  Es el más emocionante. Aunque uno va despierto más temprano, hay una parada para desayunar y tomar té de coca con miel (que además de delicioso es muy bueno para combatir el soroche). También hay otras paradas para ver lagunas que cada vez se vuelven más impresionantes y hermosas. Es recomendable ir muy preparado y tener una bolsita de hojas de coca (que es muy fácil de conseguir con las cholitas que se encuentran en el pueblo o en las tiendas donde pare el bus y la vende desde 1 sol), también llevar comida porque el gasto de energía es impresionante. 
La caminata es muy larga, de casi 4 horas para llegar a ver la laguna 69. Por el camino se va quedando mucha gente, en especial porque se detienen mucho a tomar fotos y no toman ritmo (mi consejo es tomar solamente las más impresionantes y que tengan que ver con la luz del momento, porque de cualquier manera la vuelta será por el mismo camino y de bajada, o sea, mucho más fácil).
No van a pasar más de 20 minutos sin asombrarse por los caminos, las montañas, los colores.
Cuando se va llegando se ve el glaciar y luego ese color asombroso que no parece de verdad. El glaciar se va derritiendo en una pequeña cascada que cae y forma la laguna 69, la helada e impresionante Laguna 69. Lloré de la emoción, y cuando llegué observé la cara de los demás asombrados, agradecidos. Después había fiesta y los muchachos más jóvenes de la excursión se metieron al agua fría (ni idea cómo, porque de solo tocarla se me helaba la mano completamente).
Lamento que me quede corto el post para mostrar todas las fotos del lugar, pero esta semana estaré mostrándolas en Facebook e Instagram, así que síganme y no se las pierdan.

domingo, 26 de noviembre de 2017

10 lugares recomendados en Tokio

Antes de contarles las 10 recomendaciones en Tokyo, permítanme explicarles por qué no incluyo entre ellas a museo Ghibli. La razón es que no pudimos ir. Las entradas se agotan hasta 3 meses antes, y en internet solo las venden con 2 meses de anticipación. Todos los continentes (menos Sudamérica) tienen representación para comprar con 4 meses de anterioridad... así que es algo más bien injusto que solo haya podido ir a la tienda, pero no encontramos tiquetes.
Ahora, debo advertir que mi intención no es nombrar los sitios más populares, porque eso lo pueden encontrar en cualquier otro sitio, aquí les quiero mostrar las cosas que más disfruté.
Sin más introducción aquí están las 10 cosas que no se pueden dejar de hacer en Tokyo:
  1. Zona de Shibuya: Comenzando porque en esta zona se encuentra el Santuario Meiji y un parque gigantesco y hermoso. 
Pero no por tener un parque maravilloso es un barrio tranquilo. A unas cuantas calles se ven tiendas gigantes de moda y de tecnología, y éstas
    Tienda en Shibuya
últimas tienen robots que atienden a la gente mirándola directamente a los ojos, tienen en cuenta sus gestos y su disposición para intentar prestar un mejor servicio (obvio, si hablas japonés, si no, te atiende una persona de carne y hueso).También en este barrio se encuentra Takeshita Street, una de las calles más turísticas de Tokio, pues se encuentra repleta de tiendas de postres raros, ropa extraña (como de gatos psicodélicos), va mucha gente disfrazada, etc.
Tampoco hay que olvidar que cerca del lugar está el monumento de Hachiko y en cualquier momento se puede encontrar uno con una competencia de Go Karts con gente disfrazada de Mario Kart.

2. El mercado de pescado: Un chileno que conocimos en Tokio nos dijo: el mercado de pescado es como cualquier mercado pero en Japón, algo desilusionado. ¡Exacto! Dije yo emocionada, ¡es como cualquier mercado pero en Japón! 
Y es que no encuentro manera más efectiva de tomarle una radiografía al lugar que se visita sino en el mercado. ¿Qué comen? ¿Quiénes compran? ¿Qué compran? ¿Cuánto cuesta? Y, obviamente, siempre se encuentran los mejores lugares para comer. 

3. Roppongi: Una simple razón, y de esta tiene la culpa Murakami. Ahí donde muchas escenas de sus novelas se ambientan. El barrio de moda, de fiesta. En él se encuentran monumentos de arte moderno, arreglos de flores, bares, restaurantes, un centro comercial gigante y es una buena manera de ver hasta dónde la corriente occidental actual se funde con la japonesa. Las películas que ven, etc.

El señor no es el de Karate Kid, no insistan.
4. Parque Ueno: Este es uno de los más mencionados, y es un parque que no se conocerá en una sola ida. Es gigante y está plagado de lugares para conocer: museos, zoológico, santuarios, lagos, así que es un lugar que se debe conocer de manera obligatoria.
Muy cerca del parque hay calles repletas de pequeños bares con comida, donde se reúnen casi siempre los mismos, así que cualquier nuevo es una sorpresa y muy bienvenido sobre todo porque la mayoría ya tiene sake en la cabeza y eso los pone felices. Ahí nos enseñaron a pedir y tomar sake.

Kintaro
5. Museo Nacional de Tokio: En mi caso tuve que escoger un solo museo por tiempo. Esta fue mi elección. Me parece un excelente resumen de la muestra artística e histórica de Japón (sin salirse del tema). Se enseñan los dioses japoneses y sus diferentes labores o poderes, la mitología, los trajes de guerra, la evolución de la pintura. Me parece el mejor primer acercamiento a la cultura. 
El museo se encuentra dentro del parque Ueno.

6. Tienda Ghibli: Aquí debo advertir que la mayoría de las estaciones de metro tienen lugares para recorrer. Es fácil encontrar comida, libros y mil cosas más. La estación de Tokio, en uno de sus pisos, tiene una tienda oficial del estudio Ghibli, para los que no pudieron visitar el museo :(.

7. Hakone: A menos de dos horas de Tokio se encuentra un lugar paradisiaco. Mucha gente va a este pueblo para observar el monte Fuji, hacer recorridos largos caminando, o realizar diferentes recorridos turísticos. Nosotras fuimos por una razón, un Spa, el Hakone Yunessun, con el que terminaríamos los días de correr por los increíbles destinos de Japón. El mismo tiene los peces que te hacen pedicure (y muchas cosquillas), piscinas con diferentes contenidos (café, sake muuuy caliente, té verde, vino, etc), salas de olor, piscina de olas, toboganes, y algunos servicios adicionales como masajes.
También hay baños tradicionales mixtos (léase Onsen donde hay que entrar desnudo).

8. Zona Akihabara: Este barrio es el barrio geek. Rodeado de luces y tiendas, karaokes, tiendas con mujeres disfrazadas de manga, tiendas de ánime por montones. Luces, festivales, gente vestida de maneras muy particulares, mucho movimiento.

9. Gimnasio de Hajime No Ippo: Y aquí los entusiastas del ánime y del manga se van a alegrar. No sé si lo saben, pero el gimnasio realmente existe y se llama JB Sports, y sí, muchos boxeadores entrenan en este gimnasio. Entrar a verlo es recrear la animación por completo. El dueño del lugar es el escritor del manga.
También se pueden adquirir camisetas y otros souvenirs en el sitio, además de que el tour lo hacen gratis y con mucho gusto. 

10. La torre de Tokio: Usualmente la gente visita el edificio de Skytree, y es que tiene 643 metros... pero el problema son las increíbles filas gigantes y el precio.
Por menos de la mitad se puede ir a la torre de Tokio, que tiene la misma forma que la torre Eiffel y solo 333 metros, pero para mí es una distancia del piso suficientemente buena como para ver la hermosa ciudad y sus luces. Desde allí es un privilegio ver las luces intensas de Yokohama y una ciudad que no descansa. Además, One Piece la respalda ¿Suficiente buena recomendación?

lunes, 20 de noviembre de 2017

Contestando una pregunta a mi mamá: Sí, mientras viajo como bien


Querida mamá,

Sé que siempre te preocupas por cómo como, pero debo decirte que mientras estuve en Perú nunca debiste preocuparte.
Debo confesar que mientras estuve en Huanchaco me levanté muy temprano para acompañar al dueño de casa a hacer las compras de fruta fresca para el desayuno. Él mismo compraba por separado los ingredientes de la granola y los tostaba uno por uno, además de usar miel de algarrobo para endulzar.
Ir al mercado era una de las experiencias más hermosas que tuve. Como en la mayoría de pueblos en Latinoamérica. Y es que ir al mercado es la manera más efectiva de conocer a la gente de un lugar. Cómo se visten, quiénes viven ahí, cómo hablan, cómo se pide descuento: ñapa (yapa), la pruebita.
Además, este mercado, por ser costero, recibe en la mañana la visita de los pescadores que llegan a ofrecer los pescados recién sacados del mar.
Verlos en esa negociación me animó a levantarme aún más temprano y verlos subidos en sus caballitos de totora, con la resolución firme de quebrar las olas. Rápidamente desaparecen en el horizonte, y unos minutos después vuelven apalancándose con las guaduas que usan como remos.
Huanchacho es famoso porque sus pescadores aún utilizan el método tradicional y artesanal de pesca.
En algunos terrenos divididos y demarcados, las familias plantan la totora, y fabrican el caballito, según su tamaño y su peso.
Los pescadores son herederos del secreto de su grandiosa labor, y desde niños reciben el conocimiento necesario para construir el bote, manejar las olas, y plantar sus redes en un lugar transitado por peces, dejando siempre espacio para que sus compañeros pescadores también hagan lo mismo.
Te preguntarás, mamá ¿Cómo sé eso? Bueno, debo confesar que viajando infrinjo mucho en el mandamiento de no hablar con extraños. ¡Pero cómo no hablar con él!
Todo me lo contó un pescador, Javier, un joven de 25 años que aún está buscando a la mujer de su vida (y va tarde), con la que tendrá hijos y de los que espera, al menos uno, continúe con la tradición de pesca artesanal.
Javier me preguntó si había montado en caballito, y cuando le dije que no, me propuso intentarlo.
La primera vez me llevó con el, y las siguientes me dejó a mí sola para comprobar lo fácil que se ve cuando ellos se mueven entre las olas, y lo difícil que es cuando uno lo hace.
A la salida del mar siempre hay un grupo de pescadores compartiendo su cerveza y turnándose el vaso (que es como si un indígena te ofrece de su propia coca para mambear, es una manera de intimar y de querer).
Todos ellos estaban molestos porque los leones marinos visitan sus redes como restaurante; encuentran la comidita servida.
Así que después de escucharlos un rato hablar del Alianza Lima, nos fuimos con la promesa de vernos más veces (y así fue).
A esos pescadores, mamá, a quienes les compramos los pescados que mi amigo surfista limpiaría (y colgaría a secar en el mismo lugar donde poníamos la ropa a secar), y los que mi compañero asaría en brasas.
Picarones con salsa de brevas

Así de simple y linda es la vida en Huanchaco. Si se tienen ganas, se toma la bicicleta (a veces con pato incluido) y muy cerca se tiene todo (¿qué más necesita uno sino el mar y el mercado bien nutrido?). Además se tiene un sitio de comidas donde venden anticuchos y brochetas (no se dice pinchos, porque en Perú pincho significa pene), picarones, tortas y mil delicias más, acompañadas de chicha morada o Incacola.
Y todo lo que te cuento todavía no incluye los restaurantes formales y plagados de combos increíbles que siempre incluyen leche de tigre o algún tipo de cebiche sin mencionar las causas y mil cosas más.
Y los postre, mami, ¡los postres! Tú que estás tan pendiente de que no coma mucho azúcar... no debería ni decírtelo, pero debo confesar que me volví adicta a las cremoladas. ¿Que qué son? Especies de raspados, y en un sitio llamado Océano las ofrecen de 28 sabores, y muchos de ellos de frutas selváticas del Perú. Coco y tamarindo son la mejor combinación del mundo.
Y del resto de postres ni hablemos, para evitar que me llames y me recuerdes que no debo comer tantos dulces.
De cualquier manera, mami, quiero que sepas que como bien cuando estoy de viaje (casi siempre), demasiado bien (siempre que estuve en Perú).
Es más, creo que nunca he comido tan bien como lo hice en Perú.