Los peligros de viajar: La historia del robo a un chino en Lima
Plaza de armas |
Mi amigo Alex llegó al aeropuerto de Lima sin hablar ni una palabra de español. Llegó tres horas antes de lo esperado. Era de madrugada. Cuatro de la mañana. Tomó un taxi para dirigirse a su Airbnb: La casa de Henry. Bajó del taxi con sus maletas y el taxi se fue.
Tocó el timbre. Nadie respondió. Tocó de nuevo el timbre sin respuesta. Tomó un taxi en la calle. Subió su equipaje. Le pidió al conductor, por medio de señas que lo llevara a un bar, o algún lugar que estuviera abierto hasta que amaneciera. El conductor pareció entenderle, porque de inmediato arrancó.
El taxi condujo un buen rato y se metió en una callejón. Otras dos personas se subieron en la parte de atrás del taxi, y amenazando con armas (acción que no requiere traducción a ningún idioma) lo despojaron de todo lo que llevaba. Su maletín con el portátil, sus cámaras fotográficas, sus juguetes electrónicos, su ropa, su billetera, su reloj y luego le pidieron que se quitara toda la ropa.
Condujeron un par de cuadras más y lo tiraron en un barrio popular y muy feo. Solo tenía sus bóxers y un sombrero, que de suerte le dejaron.
Que ¿cómo me enteré de la historia? Todo empezó en Huanchaco.
Plaza San Martín |
Hombre gritando a la gente que no se moje en el Parque del agua |
Cebiche en la Plaza de Mercado de Jesús María |
Y Lima es un buen ejemplo de ello. Es una ciudad hermosa que me recordó un poco Bogotá, sin metro, que está siempre gris, donde casi nunca llueve, y la humedad es bastante difícil de sobrellevar (me enfermé las dos semanas que estuve ahí con una tos constante), un tanto insegura como cualquier capital, y con un tráfico de miedo... PEEERO (y ahora viene lo bueno que es mucho más) un paraíso gastronómico, sede de la Catedral del Pisco (que queda en la plaza de San Martín, donde se reúnen revolucionarios, filósofos e idealistas a charlar del país). Los museos son agotadores de la mejor manera posible, porque reúnen la cantidad impresionante de historia que tiene Perú, su arqueología, el arte y la cantidad de civilizaciones que albergaron este destino increíble.
Para mí fue un lugar increíble, porque al ser un lugar tan central, muchos de nuestros amigos pasaron por ahí para hacer un reencuentro fascinante y conocer acompañados nuevos lugares.
Por si fuera poco, la comida es una locura (y sí, lo tengo que repetir), y en especial exaltar la increíble plaza de Jesús María, donde es difícil escoger qué comer.
Lima tiene un parque de agua que es hermoso de día y espectacular de noche. Lima tiene eventos por doquier, una galería de arte impresionante en la zona de Barranco (que además es un lugar imperdible para caminar, comer, conocer, disfrutar), una playa repleta de surfistas a los que parece no importarles el frío y una Plaza de Armas muy bien cuidada y rodeada de lugares de postres y de chocolate.
Y, por si fuera poco, resulta que Lima está muy muy cerca del complejo arqueológico de Pachamac, a donde llegamos en bus, caminando debajo de un sol ardiente (porque como raro nos perdimos, nos bajamos mal, le creímos a Google y estuvimos largo rato explorando las cercanías), pero todo, absolutamente todo valió la pena.
Lima es una ciudad que vale la pena conocer con detenimiento, tratarla con cariño, subir en su transporte público, vivir el día a día y conocer a sus muy queridos y amables locales. Es una ciudad cultural, una joya testigo de la historia, un reflejo de sus artistas (y no hay que dejar de visitar la casa de Vargas Llosa que me emocionó hasta las lágrimas). Lima es una capital que se queda en mis amores, en mis recuerdos y en mis emociones. Por favor, cuando vayan de paso, deténganse un ratito en ella.
Y para cerrar el post es necesario decirlo: es peligroso viajar, te puede causar emociones y continuos asombros, mucha felicidad, y te enamoras constantemente, te saca del conformismo. Estos son los peligros de viajar.
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