sábado, 23 de diciembre de 2017

Bienvenidos a la Huacachina: Un oasis de verdad

Para mí un oasis es uno de esos lugares que parecen mágicos, de esos lugares de película. Perú tiene un lugar así.

¿Cómo se llega? 
Nosotros llegamos a Ica en la noche, una ciudad a la que, tristemente no le vi la gracia. Nos quedamos en un hotelito feíto y medio caro, cerca del terminal de transporte. Lo que sí es cierto es que nos hicieron el favor de guardarnos el equipaje los siguientes días, pues llevamos solo lo indispensable para la Huacachina. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar.
La Huacachina, el oasis, queda a menos de media hora de Ica y es un lugar encantador y acogedor. Tiene un laguito en la mitad donde muchos de los lugareños se bañan (yo no lo recomendaría, pero siempre está la opción). Debido a que llegamos en fin de semana, por poco y no encontramos hostal, porque los que viven cerca se van a pasar ahí las festividades y los días de descanso (o sea, procuren ir entre semana, los precios son otra cosa).
También hay que tener en cuenta que estos lugares están girando alrededor de los turistas, así que la mayoría de restaurantes tiene precios bastante elevados, con excepción de 3 o 4 lugares donde comen los locales.
Tomamos uno de los tours (todos se pueden negociar, sobre todo cuando quedan últimos puestos). En ellos lo llevan a uno a conocer las dunas y luego dan la oportunidad de hacen un poco de Sand Board (y por si no saben que es, es agarrar un tabla y desmadrarse duna abajo :D), no sin antes llevarlo a uno de paseo en los buggies por las dunas a velocidades que hacen temblar a cualquiera, y con la sensación constante de que uno se va a matar (espero no estarlos asustando, de verdad vale la pena la experiencia y es más bien segura la cosa, vas con cinturón de seguridad).
¿Que qué pasó con toda esa arena? Se metió en todos los lugares donde es posible que se metiera, pero ¡qué experiencia tan maravillosa! Los guías se encargan de dar una clase apresurada para mantener el equilibrio de pie, acostado o sentado, de cualquier manera es de lo más divertido que viví, me devolvió a los días en los que uno se tiraba haciendo rollitos por las montañas.
Con todo, debo confesar que el tour por la dunas no es lo mejor que me sucedió en este lugar. Caminar por las dunas al atardecer es un espectáculo que se tiene que vivir (con todo y la dificultad porque los pies se van enterrando y las montañas de arena son engañosamente altas, mientras se tiene mucho mucho calor).
Yo subí con el Ukulele, con la idea de sentarme a cantarle al atardecer, pero todo el rato tenía arena en la boca, así que me di por vencida, y simplemente me quité los zapatos y me puse a contemplar cómo se ocultaba el sol, cómo un lugar tan maravilloso se va quedando sin sol cambiando muchas veces de color, y cómo el frío llegando y el clima cambia de un momento para otro.
A veces esos pequeños momentos de contemplación se interrumpen. Yo tuve un grupo de más de 10 gringos "divertidos" que subieron medio borrachos para tomarse fotos en tangas apretadas. Ni eso me dañó el panorama. Es un milagro, un espectáculo, un privilegio observar estos lugares con los propios ojos.
El siguiente día, un lunes, casi todos los turistas se habían ido, y tuvimos la piscina para nosotros solos, el pueblo vacío y de gente amable, la misma tendera de todos los días que se sentó a confesarnos que quiere ir a Colombia a casarse con un paisa, los dependientes del hotel que nos mostraban los gatitos que rescataban y daban en adopción, los niños que sonreían si me veían por ahí escribiendo algunas de las cosas que estaba viviendo.
Un paraíso, uno de verdad.


jueves, 14 de diciembre de 2017

Los peligros de viajar: La historia del robo a un chino en Lima

Plaza de armas

Mi amigo Alex llegó al aeropuerto de Lima sin hablar ni una palabra de español. Llegó tres horas antes de lo esperado. Era de madrugada. Cuatro de la mañana. Tomó un taxi para dirigirse a su Airbnb: La casa de Henry. Bajó del taxi con sus maletas y el taxi se fue.
Tocó el timbre. Nadie respondió. Tocó de nuevo el timbre sin respuesta. Tomó un taxi en la calle. Subió su equipaje. Le pidió al conductor, por medio de señas que lo llevara a un bar, o algún lugar que estuviera abierto hasta que amaneciera. El conductor pareció entenderle, porque de inmediato arrancó.
El taxi condujo un buen rato y se metió en una callejón. Otras dos personas se subieron en la parte de atrás del taxi, y amenazando con armas (acción que no requiere traducción a ningún idioma) lo despojaron de todo lo que llevaba. Su maletín con el portátil, sus cámaras fotográficas, sus juguetes electrónicos, su ropa, su billetera, su reloj y luego le pidieron que se quitara toda la ropa.
Condujeron un par de cuadras más y lo tiraron en un barrio popular y muy feo. Solo tenía sus bóxers y un sombrero, que de suerte le dejaron.
Que ¿cómo me enteré de la historia? Todo empezó en Huanchaco.
Plaza San Martín
Los amigos que dejamos allí me enviaron una foto de lo bien que la estaban pasando con un nuevo amigo, un muchacho de China. Cuando llegamos a Lima lo vi en el AirBnb y le dije, ¡tú estuviste en Huanchaco! Y entonces nos hicimos amigos (los amigos de mis amigos, son mis amigos). Y nos contó la historia de cómo había quedado solo en un país desconocido, sin hablar español y en calzoncillos en la mitad de un barrio popular. Como una vendedora ambulante se acercó y lo llevó a la estación de policía, como la policía le ayudó a contactarse con quien lo esperaba en el Airbnb, como él lo recogió, le prestó ropa y le ayudó a hacer de nuevo sus papeles, le prestó dinero e incluso lo ayudó a comprar con descuento una cámara para que no se perdiera de nada en su recorrido por Perú.
Hombre gritando a la gente que no se moje en el Parque del agua
Yo le pregunté en algún momento por qué no se había devuelto... no sé si yo hubiera podido seguir con el viaje después de una experiencia tan traumática. Alex me miró extrañado. Y ahí lo entendí, me lo había acabado de decir, había tenido muchas más buenas experiencias que malas. En su camino encontró gente hermosa que lo ayudó a conocer el país. Nosotros incluso lo ayudamos (remotamente) a moverse por Huaraz y en todos los destinos lo trataron bastante bien. Semanas después nos vimos en Arequipa, nosotros seguíamos hacia el sur y él se devolvía a Lima para tomar su avión y volver a casa. Disfrutó plenamente el país y me dejó la enseñanza grande de que cosas malas pueden pasar en cualquier lugar del mundo, en la casa misma, pero que siempre las cosas buenas serán muchas más.

Cebiche en la Plaza de Mercado de Jesús María

Y Lima es un buen ejemplo de ello. Es una ciudad hermosa que me recordó un poco Bogotá, sin metro, que está siempre gris, donde casi nunca llueve, y la humedad es bastante difícil de sobrellevar (me enfermé las dos semanas que estuve ahí con una tos constante), un tanto insegura como cualquier capital, y con un tráfico de miedo...  PEEERO (y ahora viene lo bueno que es mucho más) un paraíso gastronómico, sede de la Catedral del Pisco (que queda en la plaza de San Martín, donde se reúnen revolucionarios, filósofos e idealistas a charlar del país). Los museos son agotadores de la mejor manera posible, porque reúnen la cantidad impresionante de historia que tiene Perú, su arqueología, el arte y la cantidad de civilizaciones que albergaron este destino increíble.

Para mí fue un lugar increíble, porque al ser un lugar tan central, muchos de nuestros amigos pasaron por ahí para hacer un reencuentro fascinante y conocer acompañados nuevos lugares.
Por si fuera poco, la comida es una locura (y sí, lo tengo que repetir), y en especial exaltar la increíble plaza de Jesús María, donde es difícil escoger qué comer.
Lima tiene un parque de agua que es hermoso de día y espectacular de noche. Lima tiene eventos por doquier, una galería de arte impresionante en la zona de Barranco (que además es un lugar imperdible para caminar, comer, conocer, disfrutar), una playa repleta de surfistas a los que parece no importarles el frío y una Plaza de Armas muy bien cuidada y rodeada de lugares de postres y de chocolate.
Y, por si fuera poco, resulta que Lima está muy muy cerca del complejo arqueológico de Pachamac, a donde llegamos en bus, caminando debajo de un sol ardiente (porque como raro nos perdimos, nos bajamos mal, le creímos a Google y estuvimos largo rato explorando las cercanías), pero todo, absolutamente todo valió la pena.
Lima es una ciudad que vale la pena conocer con detenimiento, tratarla con cariño, subir en su transporte público, vivir el día a día y conocer a sus muy queridos y amables locales. Es una ciudad cultural, una joya testigo de la historia, un reflejo de sus artistas (y no hay que dejar de visitar la casa de Vargas Llosa que me emocionó hasta las lágrimas). Lima es una capital que se queda en mis amores, en mis recuerdos y en mis emociones. Por favor, cuando vayan de paso, deténganse un ratito en ella.
Y para cerrar el post es necesario decirlo: es peligroso viajar, te puede causar emociones y continuos asombros, mucha felicidad, y te enamoras constantemente, te saca del conformismo. Estos son los peligros de viajar.

martes, 5 de diciembre de 2017

lunes, 4 de diciembre de 2017

El secreto mejor guardado de Perú: Huaraz en 4 días ¡Y te va a encantar!

Laguna 69




No sé si atreverme a hablar de la laguna 69 como el lugar más hermoso que he visto en la vida. En realidad dije eso tantas veces en el viaje por Sudamérica, que ya ni yo misma me creo.
Pero permítanme que les cuente todo sobre cómo llegar a esta laguna y además, de cuántas otras maravillas se encuentra en las cercanías de Huaraz en el departamento de Ancash.
La ciudad de por sí se encuentra a 2053 metros sobre el nivel del mar, así que hay que ser prudente para que el soroche, el mal de altura, el mareíto no dañe el paseo.
Yo recomiendo al menos 4 días en el pueblito. Primer día El primero para recorrerlo, caminar tranquilos y lo más que puedan. Visitar el museo que es un abrebocas a las maravillas que se encuentran en la región. También sirve para caminar la calle principal y visitar los sitios de turismo, para elegir los toures de los siguientes días (y lo mejor es contratarlos con la misma empresa por cuestión de economía, en un sitio que tenga certificaciones y que los recojan puerta a puerta).
Cabeza Clava original.
Segundo día, para entrenarnos un poco más, fuimos a ver las cabezas clavas de Chavín de Huantar. ¿Les suena? Bueno, puede ser porque es uno de esos misterios grandes de la humanidad, un sitio clave arqueológico y que todavía no nos da todas las respuestas de la civilización ya desaparecida.
En el camino nos elevamos hasta los 5400 msnm y después se llega al templo que queda a unos 3500.
Las construcciones son la testimonio más grande del progreso de la civilización, pues, cada vez que había un cambio de rey, se ponía una fila entera de piedras para construir el nuevo templo, y se puede ver cómo van perfeccionando los acabados.
Eso no es todo, cada cabeza clava es una representación de humanos y animales mezclados y no hay dos iguales. Aparentemente son seres míticos de una cultura que vivió sin necesidad de usar la guerra. Todos sus fundamentos se basaban en lo que creían y en el estudio de las estrellas (tenían una forma especial de reflejar las estrellas en agua para definir las constelaciones).
Tenían un sistema de evacuación de agua que hoy le hace falta a muchas ciudades modernas. Había elevación de los lugares, y el agua se dirigía hacia los cultivos que lo necesitaban.
En este mismo lugar se encontró la Estela de Raimondi, que por muchos años fue el comedir de un campesino. El hombre que decidió llevarse la piedra a su casa, plantaba trigo con excelentes resultados, sin saber que se debía a la arquitectura de una civilización muy avanzada (con indicios incluso de cambios genéticos en lo animales), y que desapareció por desastres naturales, y los sobrevivientes se unieron a civilizaciones que después terminarían fundiéndose con los Incas.
Los artesanos del lugar hacen la mayoría de recuerdos a mano, mostrando que no toda la tradición está extinguida.

El tercer día es un día fuerte, pues se subirá hasta casi los 6000 msnm. Este es el tour por el Parque Nacional Huascarán, y aquí la caminata es de, aproximadamente, hora y media de subida y una de bajada para llegar al glaciar de Pastoruri.
Evidentemente hay otras formas de llegar arriba, desde cierto punto hay alquiler de caballos por 8 soles, pero para mí la caminata, además de ayudarme a prepararme para el día siguiente (y es una gran preparación, lo notamos al día siguiente cuando los que nos acompañaron en esta caminata, no soportaron la de la laguna 69 donde no tenían opción de caballo), un pequeño sacrificio, una preparación para lo que voy a ver, una manera de meditación y de agradecimiento porque mis pies lleguen tan lejos (y puede sonar muy hippie, pero detestaría que en algún momento de mi vida ya no sienta emoción por lo que veo, las tierras que visito, y los lugares a los que viajo, así que estos son pequeños ritos), además de que me da pesar con los animalitos.
En el camino el paisaje es impresionante, pasando por el Artesonraju (que es la montaña que tomaron para el logo de Paramount).
La vista es tan impresionante, que no hay frío, ni hambre, ni sed, que impida que uno disfrute del impresionante panorama. Es difícil pensar que lo que se ve es real, y es aún más difícil pensar que se encuentra en Latinoamérica (después de que tantos nos dicen que hay que salir del continente para disfrutar paisajes impresionantes).

El día cuatro  Es el más emocionante. Aunque uno va despierto más temprano, hay una parada para desayunar y tomar té de coca con miel (que además de delicioso es muy bueno para combatir el soroche). También hay otras paradas para ver lagunas que cada vez se vuelven más impresionantes y hermosas. Es recomendable ir muy preparado y tener una bolsita de hojas de coca (que es muy fácil de conseguir con las cholitas que se encuentran en el pueblo o en las tiendas donde pare el bus y la vende desde 1 sol), también llevar comida porque el gasto de energía es impresionante. 
La caminata es muy larga, de casi 4 horas para llegar a ver la laguna 69. Por el camino se va quedando mucha gente, en especial porque se detienen mucho a tomar fotos y no toman ritmo (mi consejo es tomar solamente las más impresionantes y que tengan que ver con la luz del momento, porque de cualquier manera la vuelta será por el mismo camino y de bajada, o sea, mucho más fácil).
No van a pasar más de 20 minutos sin asombrarse por los caminos, las montañas, los colores.
Cuando se va llegando se ve el glaciar y luego ese color asombroso que no parece de verdad. El glaciar se va derritiendo en una pequeña cascada que cae y forma la laguna 69, la helada e impresionante Laguna 69. Lloré de la emoción, y cuando llegué observé la cara de los demás asombrados, agradecidos. Después había fiesta y los muchachos más jóvenes de la excursión se metieron al agua fría (ni idea cómo, porque de solo tocarla se me helaba la mano completamente).
Lamento que me quede corto el post para mostrar todas las fotos del lugar, pero esta semana estaré mostrándolas en Facebook e Instagram, así que síganme y no se las pierdan.