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Levantarse después de caer: Hiroshima

Afortunadamente Hiroshima es una ciudad encantadora y nos permitió comer a media noche. 
¿Qué otra posibilidad en la vida vamos a tener de salir a media noche sin que nos pase algo? (Miedos del tercer mundo, le llamo  esto).
Encontramos un lugar muy local, con el menú completamente en japonés. Lo mejor fuela cara de los clientes extrañados de ver a estas dos mujeres de ojos "grandes" visitando la tienda.
Nos sentamos frente a la cocina y pedimos el plato que habíamos escuchado nombrar, el Okonomiyaki, plato típico de Hiroshima. Intentamos entender la diferencia entre el tipo de pasta que ofrecen y, como dice mi mamá, "a troncas y a mochas" logramos hacer un pedido. ¡Qué delicia de plato! 
Esa fue mi hermosa introducción a Hiroshima, pero no su único encanto. 
Como todo el mundo sabe, en 1945 esta hermosa ciudad fue víctima de una bomba nuclear, y las consecuencias duraron mucho tiempo. Un montón de historias decoran las calles y los museos. Los muertos por el impacto, los sobrevivientes que sufrieron enfermedades posteriores, niños con cáncer agresivo, los que tuvieron que llorar a sus amigos y familia muerta. El final.
Pero Japón es milenario, y lo tiene claro. El final es el comienzo. Eso, de ninguna manera significa hacer borrón y cuenta nueva, significa recordar lo que pasó todo el tiempo, pero seguir adelante. ¿Para qué recordar? Para seguir adelante, para aprender de lo sucedido, para comprender que es posible continuar después de un hecho nefasto, para perdonar, para conseguir fuerzas y mantenerlas en el corazón.
Dibujo de niño japonés de los dioses de la venganza
Los nombres de los lugares no van relacionados con la guerra, ni con la bomba. El edificio emblemático hoy recibe el nombre "Monumento de la paz" y se encuentra en el parque de la paz, muy cerca del museo de la paz.
¿Pero es que acaso los japoneses son una raza especial capaz de perdonar y continuar como si nada hubiera pasado? Yo diría que no. Viendo entre los dibujos que se conservan de los niños que sufrieron el terrible suceso, se ven dibujos de los dioses de la venganza que van a castigar a quienes hicieron tanto daño a su vida. Y es que entre los sucesos terribles de la vida es necesario pasar por todas las etapas: negación, rabia, duelo pero evolucionar y continuar hacia el perdón, la reconciliación y eso mismo trae la reconstrucción y el futuro. Quedarse atascado en un solo hecho solo nos hace vivir en el atraso, y, de nuevo, como dice mi mamá, el
odio y el rencor solo le hace daño al que lo lleva por dentro.
Y es que Hiroshima es un sitio que atrae y lleva a la reflexión, a buscar ese estado zen que solo se logra por la contemplación del exterior hasta que se convierte en la exploración del yo.
El museo de arte de Hiroshima tiene un hermoso jardín, el Shukkei-en. Fue en él que decidimos darnos un tiempo para contemplar las maravillas de este lugar. Y estando en esa hermosa contemplación, escuchamos unas voces. Una pareja de más o menos 60 años conversaban. Escuché un par de palabras en japonés que parecían dirigirse a nosotras. "Mujeres", "de dónde", "Japón". Me giré y les respondí que éramos de Colombia. En seguida intentamos por más de una hora una conversación con su poco inglés y mi más poco japonés, y con la cantidad de gestos de los que éramos capaces.
Al final, esta pareja que suele venir a almorzar al parque, nos preguntó si ya habíamos comido, y les dijimos que no. Ahí el estómago ya nos estaba rugiendo.
Entonces ellos sacaron de la comida que llevaban y nos compartieron la mitad de su almuerzo. Ahí entendí para qué se usaban toda esa cantidad de especias y raíces que habíamos visto en los mercados y que tan raro sabían. Ahí entendí que los japoneses tienen una sensibilidad y una versión de la comida por combinaciones y olores a la que los occidentales jamás vamos a llegar. ¡Fue delicioso!
Mi amiga les dijo que yo era escritora y el señor me regalo una pluma que todavía llevo conmigo. Nos despedimos con el más dulce sabor en la boca y el corazón. Entendimos la importancia de pararnos de vez en cuando a contemplar y a darle la oportunidad al lugar que nos muestre sus secretos más bonitos.
Y, bueno, por último, debo confesar que el castillo de Hiroshima. Un monumento de 1598 (la actual es una reconstrucción porque la bomba lo hizo pedazos), pero éste sirve para mostrar la armería, la defensa, y cuenta un poco de historia de los Samurai.
Subimos hasta la punta para encontrarnos con una hermosa mujer japonesa, que después de muchos años decidió que quería recorrer el mundo, y nos contó que no duda en usar sus días libres para conocer nuevas culturas, nueva gente. Impulsa. Sí, definitivamente esos encuentros nos demuestran que las búsquedas no son exclusivas y eso, siempre, me hace sentirme menos sola en el mundo y me dan más ganas de continuar en este camino.

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