domingo, 26 de noviembre de 2017

10 lugares recomendados en Tokio

Antes de contarles las 10 recomendaciones en Tokyo, permítanme explicarles por qué no incluyo entre ellas a museo Ghibli. La razón es que no pudimos ir. Las entradas se agotan hasta 3 meses antes, y en internet solo las venden con 2 meses de anticipación. Todos los continentes (menos Sudamérica) tienen representación para comprar con 4 meses de anterioridad... así que es algo más bien injusto que solo haya podido ir a la tienda, pero no encontramos tiquetes.
Ahora, debo advertir que mi intención no es nombrar los sitios más populares, porque eso lo pueden encontrar en cualquier otro sitio, aquí les quiero mostrar las cosas que más disfruté.
Sin más introducción aquí están las 10 cosas que no se pueden dejar de hacer en Tokyo:
  1. Zona de Shibuya: Comenzando porque en esta zona se encuentra el Santuario Meiji y un parque gigantesco y hermoso. 
Pero no por tener un parque maravilloso es un barrio tranquilo. A unas cuantas calles se ven tiendas gigantes de moda y de tecnología, y éstas
    Tienda en Shibuya
últimas tienen robots que atienden a la gente mirándola directamente a los ojos, tienen en cuenta sus gestos y su disposición para intentar prestar un mejor servicio (obvio, si hablas japonés, si no, te atiende una persona de carne y hueso).También en este barrio se encuentra Takeshita Street, una de las calles más turísticas de Tokio, pues se encuentra repleta de tiendas de postres raros, ropa extraña (como de gatos psicodélicos), va mucha gente disfrazada, etc.
Tampoco hay que olvidar que cerca del lugar está el monumento de Hachiko y en cualquier momento se puede encontrar uno con una competencia de Go Karts con gente disfrazada de Mario Kart.

2. El mercado de pescado: Un chileno que conocimos en Tokio nos dijo: el mercado de pescado es como cualquier mercado pero en Japón, algo desilusionado. ¡Exacto! Dije yo emocionada, ¡es como cualquier mercado pero en Japón! 
Y es que no encuentro manera más efectiva de tomarle una radiografía al lugar que se visita sino en el mercado. ¿Qué comen? ¿Quiénes compran? ¿Qué compran? ¿Cuánto cuesta? Y, obviamente, siempre se encuentran los mejores lugares para comer. 

3. Roppongi: Una simple razón, y de esta tiene la culpa Murakami. Ahí donde muchas escenas de sus novelas se ambientan. El barrio de moda, de fiesta. En él se encuentran monumentos de arte moderno, arreglos de flores, bares, restaurantes, un centro comercial gigante y es una buena manera de ver hasta dónde la corriente occidental actual se funde con la japonesa. Las películas que ven, etc.

El señor no es el de Karate Kid, no insistan.
4. Parque Ueno: Este es uno de los más mencionados, y es un parque que no se conocerá en una sola ida. Es gigante y está plagado de lugares para conocer: museos, zoológico, santuarios, lagos, así que es un lugar que se debe conocer de manera obligatoria.
Muy cerca del parque hay calles repletas de pequeños bares con comida, donde se reúnen casi siempre los mismos, así que cualquier nuevo es una sorpresa y muy bienvenido sobre todo porque la mayoría ya tiene sake en la cabeza y eso los pone felices. Ahí nos enseñaron a pedir y tomar sake.

Kintaro
5. Museo Nacional de Tokio: En mi caso tuve que escoger un solo museo por tiempo. Esta fue mi elección. Me parece un excelente resumen de la muestra artística e histórica de Japón (sin salirse del tema). Se enseñan los dioses japoneses y sus diferentes labores o poderes, la mitología, los trajes de guerra, la evolución de la pintura. Me parece el mejor primer acercamiento a la cultura. 
El museo se encuentra dentro del parque Ueno.

6. Tienda Ghibli: Aquí debo advertir que la mayoría de las estaciones de metro tienen lugares para recorrer. Es fácil encontrar comida, libros y mil cosas más. La estación de Tokio, en uno de sus pisos, tiene una tienda oficial del estudio Ghibli, para los que no pudieron visitar el museo :(.

7. Hakone: A menos de dos horas de Tokio se encuentra un lugar paradisiaco. Mucha gente va a este pueblo para observar el monte Fuji, hacer recorridos largos caminando, o realizar diferentes recorridos turísticos. Nosotras fuimos por una razón, un Spa, el Hakone Yunessun, con el que terminaríamos los días de correr por los increíbles destinos de Japón. El mismo tiene los peces que te hacen pedicure (y muchas cosquillas), piscinas con diferentes contenidos (café, sake muuuy caliente, té verde, vino, etc), salas de olor, piscina de olas, toboganes, y algunos servicios adicionales como masajes.
También hay baños tradicionales mixtos (léase Onsen donde hay que entrar desnudo).

8. Zona Akihabara: Este barrio es el barrio geek. Rodeado de luces y tiendas, karaokes, tiendas con mujeres disfrazadas de manga, tiendas de ánime por montones. Luces, festivales, gente vestida de maneras muy particulares, mucho movimiento.

9. Gimnasio de Hajime No Ippo: Y aquí los entusiastas del ánime y del manga se van a alegrar. No sé si lo saben, pero el gimnasio realmente existe y se llama JB Sports, y sí, muchos boxeadores entrenan en este gimnasio. Entrar a verlo es recrear la animación por completo. El dueño del lugar es el escritor del manga.
También se pueden adquirir camisetas y otros souvenirs en el sitio, además de que el tour lo hacen gratis y con mucho gusto. 

10. La torre de Tokio: Usualmente la gente visita el edificio de Skytree, y es que tiene 643 metros... pero el problema son las increíbles filas gigantes y el precio.
Por menos de la mitad se puede ir a la torre de Tokio, que tiene la misma forma que la torre Eiffel y solo 333 metros, pero para mí es una distancia del piso suficientemente buena como para ver la hermosa ciudad y sus luces. Desde allí es un privilegio ver las luces intensas de Yokohama y una ciudad que no descansa. Además, One Piece la respalda ¿Suficiente buena recomendación?

lunes, 20 de noviembre de 2017

Contestando una pregunta a mi mamá: Sí, mientras viajo como bien


Querida mamá,

Sé que siempre te preocupas por cómo como, pero debo decirte que mientras estuve en Perú nunca debiste preocuparte.
Debo confesar que mientras estuve en Huanchaco me levanté muy temprano para acompañar al dueño de casa a hacer las compras de fruta fresca para el desayuno. Él mismo compraba por separado los ingredientes de la granola y los tostaba uno por uno, además de usar miel de algarrobo para endulzar.
Ir al mercado era una de las experiencias más hermosas que tuve. Como en la mayoría de pueblos en Latinoamérica. Y es que ir al mercado es la manera más efectiva de conocer a la gente de un lugar. Cómo se visten, quiénes viven ahí, cómo hablan, cómo se pide descuento: ñapa (yapa), la pruebita.
Además, este mercado, por ser costero, recibe en la mañana la visita de los pescadores que llegan a ofrecer los pescados recién sacados del mar.
Verlos en esa negociación me animó a levantarme aún más temprano y verlos subidos en sus caballitos de totora, con la resolución firme de quebrar las olas. Rápidamente desaparecen en el horizonte, y unos minutos después vuelven apalancándose con las guaduas que usan como remos.
Huanchacho es famoso porque sus pescadores aún utilizan el método tradicional y artesanal de pesca.
En algunos terrenos divididos y demarcados, las familias plantan la totora, y fabrican el caballito, según su tamaño y su peso.
Los pescadores son herederos del secreto de su grandiosa labor, y desde niños reciben el conocimiento necesario para construir el bote, manejar las olas, y plantar sus redes en un lugar transitado por peces, dejando siempre espacio para que sus compañeros pescadores también hagan lo mismo.
Te preguntarás, mamá ¿Cómo sé eso? Bueno, debo confesar que viajando infrinjo mucho en el mandamiento de no hablar con extraños. ¡Pero cómo no hablar con él!
Todo me lo contó un pescador, Javier, un joven de 25 años que aún está buscando a la mujer de su vida (y va tarde), con la que tendrá hijos y de los que espera, al menos uno, continúe con la tradición de pesca artesanal.
Javier me preguntó si había montado en caballito, y cuando le dije que no, me propuso intentarlo.
La primera vez me llevó con el, y las siguientes me dejó a mí sola para comprobar lo fácil que se ve cuando ellos se mueven entre las olas, y lo difícil que es cuando uno lo hace.
A la salida del mar siempre hay un grupo de pescadores compartiendo su cerveza y turnándose el vaso (que es como si un indígena te ofrece de su propia coca para mambear, es una manera de intimar y de querer).
Todos ellos estaban molestos porque los leones marinos visitan sus redes como restaurante; encuentran la comidita servida.
Así que después de escucharlos un rato hablar del Alianza Lima, nos fuimos con la promesa de vernos más veces (y así fue).
A esos pescadores, mamá, a quienes les compramos los pescados que mi amigo surfista limpiaría (y colgaría a secar en el mismo lugar donde poníamos la ropa a secar), y los que mi compañero asaría en brasas.
Picarones con salsa de brevas

Así de simple y linda es la vida en Huanchaco. Si se tienen ganas, se toma la bicicleta (a veces con pato incluido) y muy cerca se tiene todo (¿qué más necesita uno sino el mar y el mercado bien nutrido?). Además se tiene un sitio de comidas donde venden anticuchos y brochetas (no se dice pinchos, porque en Perú pincho significa pene), picarones, tortas y mil delicias más, acompañadas de chicha morada o Incacola.
Y todo lo que te cuento todavía no incluye los restaurantes formales y plagados de combos increíbles que siempre incluyen leche de tigre o algún tipo de cebiche sin mencionar las causas y mil cosas más.
Y los postre, mami, ¡los postres! Tú que estás tan pendiente de que no coma mucho azúcar... no debería ni decírtelo, pero debo confesar que me volví adicta a las cremoladas. ¿Que qué son? Especies de raspados, y en un sitio llamado Océano las ofrecen de 28 sabores, y muchos de ellos de frutas selváticas del Perú. Coco y tamarindo son la mejor combinación del mundo.
Y del resto de postres ni hablemos, para evitar que me llames y me recuerdes que no debo comer tantos dulces.
De cualquier manera, mami, quiero que sepas que como bien cuando estoy de viaje (casi siempre), demasiado bien (siempre que estuve en Perú).
Es más, creo que nunca he comido tan bien como lo hice en Perú.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Un viajero nunca miente sobre su edad

Son 32. Sí, 32. Es lindo cuando a uno le dicen que parece de menos, y no porque me sienta vieja sino porque mantenerse joven es una cuestión de alma y no de cuerpo. Pero sí, son 32, y quería compartir con ustedes 12 cosas (una por cada mes) de las que he aprendido este año y de una hago recopilación de mis andanzas.
1. NUNCA SE NIEGA LA EDAD
Mi abuelo está a punto de cumplir sus 93 años y lo dice con mucho orgullo, ansioso de llegar aunque sea a los 100 ( y sé que lo hará, porque terco sí es). Su vida es un ejemplo de perseverancia y fidelidad a sus principios, de trabajo fuerte. Ha cambiado, y me imagino que sus transformaciones han sido el resultado de muchas contradicciones, todas ellas necesarias para crecer y vivir.
También se niega a comer maracuyá, pues esta crea impotencia, y se mantendrá fiel a su cometido, y ahí sigue viva su esencia.
Negar la edad significa negar el aprendizaje, la vida, los errores (que son los que más enseñan), las aventuras, los viajes. Negar la edad es como negar una cicatriz, o negar la historia. Es negarnos a nosotros.

2. NUNCA SE PIERDE EL TIEMPO
Mi compañero siempre me repite esto, pero hasta este año empecé a entenderlo. Inclusive cuando uno piensa que está perdiendo el tiempo, algo está aprendiendo y alguna huella está dejando en el mundo.
El estado zen se alcanza cuando se logra estar presente, viviendo. Pararse y contemplar sin hacer nada más, y si se puede con la mente en blanco: trae madurez espiritual, tranquilidad y una aceptación de la vida que los occidentales no tenemos.
Arrepentirnos de un momento de la vida solo nos va a traer un remordimiento que puede afectar el presente y el futuro, es innecesario porque el pasado nunca va a cambiar.
Viajar no es dejar de ganar dinero, viajar es comprar algo que no se puede traducir en monedas.

3. NO HAY NADA MÁS IMPORTANTE QUE LA FAMILIA
La familia es el testimonio más fuerte de quiénes somos, mi "lugar" más seguro al cual volver. El corazón de uno siempre estará atado a ellos, ya sea por sangre o por crianza, y jamás se deja de extrañar a esos seres que han hecho parte y seguirán siendo parte de uno.
Por más lejos que se esté, por más diferencias que haya, no hay posibilidad alguna de deshacerse de los lazos que hay y con ellos. No hay felicidad más grande que decirles hola, ni cosa más difícil que decirles hasta luego. Es imposible decir un adiós con aquellas personas que son tu familia.
La familia te apoya en los sueños, incluso cuando eso les trae tristezas o trabajos.

4. LOS AMIGOS SON PARA SIEMPRE Y SIEMPRE VIENEN CON TECHO
Yo sé que son contados los que están siempre a tu lado, pero todos los amigos son para siempre.
Algunos duran días y otros años, pero lo cierto es que cada uno de ellos deja una huella en el corazón que es imborrable y los instantes que se viven con ellos tienen repercusión eterna.


Aquí incluyo a la familia. Siempre aparece uno cuando estás en problemas, es como si el universo decidiera que por más de uno esté solo, ni siquiera cuando en verdad lo está.
Gracias al cielo, siempre ha aparecido gente en mi camino que me ha ayudado, apoyado, seguido en alguna locura, o incluso con una palabra de aliento, un abrazo o un inmenso favor. Siempre alguien ha estado dispuesto a atravesar la ciudad, enviarme libros a otro país, llamar, o a recibirme en su hogar.

5. NUNCA PERDER LA OPORTUNIDAD DE CONOCER A ALGUIEN DIFERENTE
Viajar presenta esta oportunidad como nada en la vida. Conocer a una persona fuera de su zona de confort permite verla más en su estado puro (cuando uno viaja es más sincero, me parece a mí, porque es más libre de ser lo que es sin juicios), y conocer a alguien en su propia casa es un aprendizaje tremendo de la vida cotidiana de otro destino.
Entre más diferente sea ese alguien, más nos ayudará a liberar la mente y el espíritu, más nos ayudará a ser empáticos y amorosos. Más nos hará mejores personas.

6. EXISTE EL AMOR PURO
Este año volví a Colombia para visitar, y entonces tuve que experimentar el disgusto de mi gata, que no me veía hacía más de un año.
Me ignoró por un par de horas, y luego se durmió conmigo para enseñarme que hay un amor posible, exento de reproches, un amor incondicional y ese lo proporcionan seres que consideramos inferiores. A ver si eso no los hace superiores.

7. VIAJAR TE ROBA PREJUICIOS
Creo que no hay un mejor terapeuta para los horribles prejuicios que viajar. Las cosas negativas que la cultura trae, se nos caen pisando otras tierras, conociendo otras culturas, comiendo nuevas cosas, respirando nuevos aires.
Viajar es la manera más segura de comprender la diversidad que existe en el universo y, en especial nos muestra lo pequeños que somos en la inmensidad (eso nos da humildad y a la vez nos llena de agradecimiento).

8. NO HAY DESTINO IMPOSIBLE
Esta es una manera de decir que no hay nada imposible. Y sí, algunas cuestan más que otras. Y sí, a muchas personas les cuesta más que a otras. Y sí, todos tenemos "destinos" diferentes.
Se llega cada día a la meta, si se trabaja por ella. Este año logré ir a un lugar al que no pensé que llegaría en muchos años, y es que en lugar de quedarme pensando lo difícil que es, comencé a comprobarlo y a sortear los problemas que traía cada paso. Y así es que es, un día a la vez (y eso es algo que se me olvida todo el tiempo, pero escribirlo me ayuda a recordarlo).

9. VIAJAR ES SOÑAR DESPIERTO 
Y lo que se llaman sueños hechos realidad son la reunión del trabajo duro y de insistir. La manera en la que siento que estoy viva, o en la que le veo sentido a la vida agitada que vivimos, es, precisamente, en los momentos en los que estoy viajando.
Viajar es la oportunidad de vivir en universos nuevos, en tierras desconocidas, o, como me sucedió en Argentina, vivir por cuenta propia aquellas cosas que parecían inventadas (como los toldos de Mar del Plata en los que Mafalda pasaba sus vacaciones o las calles de Tokio).

10. EL SILENCIO ES EGOÍSMO
Olvidarnos del otro es un pecado. Por años nos hemos centrado en lo que nos corresponde como individuos y se nos ha olvidado que otros también sienten.
Argentina y Chile siguen aún doliéndose de los crímenes y desapariciones de los tiempos de la dictadura. Ojalá que el posconflicto en Colombia nos ayude a dolernos y a sentir propia la tragedia que a veces ignoramos. Y que ojalá entremos en un exitoso posconflicto.

11. ¿QUÉ ES UN HOGAR?
A veces, y de tanto cambiar el domicilio, es muy difícil definer lo que es un hogar. Así que voy a decir que el hogar es el mundo entero, ese lugar donde te sientes bien y puedes volver. Donde hay alguien que te ame y a quien ames, donde alguien te espere. Hogar es el lugar al que puedes regresar. El hogar a veces no es un dónde sino un quien (o unos quienes), y a veces, el hogar te acompaña a donde quiera que vas.
Un hogar es donde hiciste algo que de verdad te importó.

12. HAY QUE CELEBRAR LA VIDA
Lo mejor de la vida es que uno no sabe nada de nada de ella, ni cuando empieza ni cuando acaba, pero la certeza de vivirla se traduce en alegría. ¿No son los recuerdos el mejor tesoro que tenemos? ¿No es posible sonreír con lo que ya se vivió? Y lo mejor de todo, es que mientras estemos en la vida hay esperanzas y posibilidades. ¡De lo que sea!
A que sueno repetitiva pero aquí va. ¡Hay que viajar! ¡Hay que soñar! ¡Hay que ser feliz! Y sí, hay otros momentos de estrés, de tristeza, de soledad, de rutina. Todos ellos enseñan algo, pero en el momento no se entiende, así que no queda de otra que vivirlos.
Hay que visitar a quienes se extraña, hay que trabajar por lo que se desea, hay que leer para vivir lo que no se ha vivido, hay que cantar para alejar las penas, hay que escribir a quienes quisimos y hoy no sabemos dónde están. Hay que amar y apreciar cada momento. Hay que cumplir años, y tener arrugas (ojalá las de la sonrisa), hay que engordar (por comer bueno), hay que contarle al mundo lo que significan las cicatrices. Hay que amar y dejarse amar. No hay que parar de ser un niño, inclusive cuando se ha envejecido.
Hay que caminar tanto que los zapatos se rompan.
Gracias por leer este blog (y este post cursi), ese es el mejor regalo de le pueden hacer a esta rolita.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Levantarse después de caer: Hiroshima

Afortunadamente Hiroshima es una ciudad encantadora y nos permitió comer a media noche. 
¿Qué otra posibilidad en la vida vamos a tener de salir a media noche sin que nos pase algo? (Miedos del tercer mundo, le llamo  esto).
Encontramos un lugar muy local, con el menú completamente en japonés. Lo mejor fuela cara de los clientes extrañados de ver a estas dos mujeres de ojos "grandes" visitando la tienda.
Nos sentamos frente a la cocina y pedimos el plato que habíamos escuchado nombrar, el Okonomiyaki, plato típico de Hiroshima. Intentamos entender la diferencia entre el tipo de pasta que ofrecen y, como dice mi mamá, "a troncas y a mochas" logramos hacer un pedido. ¡Qué delicia de plato! 
Esa fue mi hermosa introducción a Hiroshima, pero no su único encanto. 
Como todo el mundo sabe, en 1945 esta hermosa ciudad fue víctima de una bomba nuclear, y las consecuencias duraron mucho tiempo. Un montón de historias decoran las calles y los museos. Los muertos por el impacto, los sobrevivientes que sufrieron enfermedades posteriores, niños con cáncer agresivo, los que tuvieron que llorar a sus amigos y familia muerta. El final.
Pero Japón es milenario, y lo tiene claro. El final es el comienzo. Eso, de ninguna manera significa hacer borrón y cuenta nueva, significa recordar lo que pasó todo el tiempo, pero seguir adelante. ¿Para qué recordar? Para seguir adelante, para aprender de lo sucedido, para comprender que es posible continuar después de un hecho nefasto, para perdonar, para conseguir fuerzas y mantenerlas en el corazón.
Dibujo de niño japonés de los dioses de la venganza
Los nombres de los lugares no van relacionados con la guerra, ni con la bomba. El edificio emblemático hoy recibe el nombre "Monumento de la paz" y se encuentra en el parque de la paz, muy cerca del museo de la paz.
¿Pero es que acaso los japoneses son una raza especial capaz de perdonar y continuar como si nada hubiera pasado? Yo diría que no. Viendo entre los dibujos que se conservan de los niños que sufrieron el terrible suceso, se ven dibujos de los dioses de la venganza que van a castigar a quienes hicieron tanto daño a su vida. Y es que entre los sucesos terribles de la vida es necesario pasar por todas las etapas: negación, rabia, duelo pero evolucionar y continuar hacia el perdón, la reconciliación y eso mismo trae la reconstrucción y el futuro. Quedarse atascado en un solo hecho solo nos hace vivir en el atraso, y, de nuevo, como dice mi mamá, el
odio y el rencor solo le hace daño al que lo lleva por dentro.
Y es que Hiroshima es un sitio que atrae y lleva a la reflexión, a buscar ese estado zen que solo se logra por la contemplación del exterior hasta que se convierte en la exploración del yo.
El museo de arte de Hiroshima tiene un hermoso jardín, el Shukkei-en. Fue en él que decidimos darnos un tiempo para contemplar las maravillas de este lugar. Y estando en esa hermosa contemplación, escuchamos unas voces. Una pareja de más o menos 60 años conversaban. Escuché un par de palabras en japonés que parecían dirigirse a nosotras. "Mujeres", "de dónde", "Japón". Me giré y les respondí que éramos de Colombia. En seguida intentamos por más de una hora una conversación con su poco inglés y mi más poco japonés, y con la cantidad de gestos de los que éramos capaces.
Al final, esta pareja que suele venir a almorzar al parque, nos preguntó si ya habíamos comido, y les dijimos que no. Ahí el estómago ya nos estaba rugiendo.
Entonces ellos sacaron de la comida que llevaban y nos compartieron la mitad de su almuerzo. Ahí entendí para qué se usaban toda esa cantidad de especias y raíces que habíamos visto en los mercados y que tan raro sabían. Ahí entendí que los japoneses tienen una sensibilidad y una versión de la comida por combinaciones y olores a la que los occidentales jamás vamos a llegar. ¡Fue delicioso!
Mi amiga les dijo que yo era escritora y el señor me regalo una pluma que todavía llevo conmigo. Nos despedimos con el más dulce sabor en la boca y el corazón. Entendimos la importancia de pararnos de vez en cuando a contemplar y a darle la oportunidad al lugar que nos muestre sus secretos más bonitos.
Y, bueno, por último, debo confesar que el castillo de Hiroshima. Un monumento de 1598 (la actual es una reconstrucción porque la bomba lo hizo pedazos), pero éste sirve para mostrar la armería, la defensa, y cuenta un poco de historia de los Samurai.
Subimos hasta la punta para encontrarnos con una hermosa mujer japonesa, que después de muchos años decidió que quería recorrer el mundo, y nos contó que no duda en usar sus días libres para conocer nuevas culturas, nueva gente. Impulsa. Sí, definitivamente esos encuentros nos demuestran que las búsquedas no son exclusivas y eso, siempre, me hace sentirme menos sola en el mundo y me dan más ganas de continuar en este camino.