domingo, 30 de julio de 2017

De brujos, ceviches y tumbas: Bienvenidos a Perú

Cruzar una frontera siempre es un tema. Parece que es un miedo casi generalizado en los colombianos (¿me equivoco?). Abandonamos Loja a la media noche en un bus que nos llevaría a Piura. Un nuevo país, otra bandera.
No les voy a decir que todo es color de rosa, es más debo confesar que tengo mis "creencias" de viajes: lo primero que te suceda llegando va a ser reflejo del resto del viaje.
Debo aclarar que con Perú no fue así, y aunque la cosa empezó bastante mal, en verdad todo fue mejorando hasta convertirse en un país imposible de sacar del corazón.
Catedral de Chiclayo

Pero, como siempre, empecemos desde el principio. Cruzamos la frontera por Macará. Nos bajamos del bus de madrugada, y con un calor húmedo y engañoso. La zona es arrocera y cría bastantes insectos. Insectos gigantes y ansiosos de sangre nueva.
El agente de migración, un resignado empleado, hacía preguntas como si fuera robot, mientras un zancudo gigante se llenaba de su sangre. El empleado parecía insensible a la extracción y sellaba los pasaportes sin ninguna emoción de ningún tipo. Volvimos al bus, y dormimos un par de horas más hasta que el bus nos dejó en uno de los terminales de bus de Piura.
Cuando digo uno de los terminales de bus, debo hacer una aclaración para los que viajan a Perú. En la mayoría de ciudades no hay un terminal de buses, sino varios, dividido por destino y compañía de buses. Ese día nos dimos cuenta pues, aunque esperábamos poder tomar en seguida el bus que nos llevara a Chiclayo, resultó que debíamos tomar un taxi hasta el otro terminal.
Aunque viajero prevenido vale por dos, y uno pregunta a cuanto local puede cuánto cuesta una carrera y habla con los taxistas, siempre existe la posibilidad de que te estafen, así que lo mejor es guardar la calma y hacer cuantas preguntas se puedan.
Debido a que no teníamos soles, tuvimos que pedirle al taxista que primero nos llevara a un cajero, y él nos dio un precio específico. Cuando llegamos al destino nos cobro el doble de lo pactado porque, para él, un recorrido había sido hasta el cajero y otro hasta el terminal. Terminamos por aceptar de mala gana (en esas situaciones es mejor no discutir, aún cuando uno queda frustrado y sintiéndose engañado). Lo cierto es que teníamos muchas ganas de abandonar la ruidosa ciudad que no nos había
recibido muy bien.
Hicimos diez mil preguntas antes de subir al bus, y ya prevenidos llegamos a Chiclayo. Aquí la situación fue otra. Un amable taxista nos ayudó a buscar un hotel a buen precio, y en el mismo, además de hacernos descuento por ser extranjero, nos llevaron las maletas y nos informaron que estábamos cerca de uno de los lugares más apetecidos por los viajeros: El mercado modelo y mercado de los brujos. Emocionados y con la certeza de que Perú comenzaba a portarse muy bien, nos alistamos para conocer el mercado.
¿Qué les puedo decir? Sonrisas por doquier, uno de los mejores ceviches (o cebiches) que habíamos probado en toda la vida, una combinación de tollo y cebolla, acompañado de tortillas de camote y preparado con las manos del amor. Evidentemente el cebiche no es lo único que se puede comer en el mercado, hay para todos los gustos, recetas muy peruanas y muy típicas. Este fue nuestro primer y glorioso encuentro con la comida peruana.
Y sí, me enfermé un poco de tanto comer, lo normal al cambiar de país... y esta vez muy valió la pena.
También tuvimos (es una obligación moral) que ir al Mercado de los Brujos, un extenso mercado dedicado a los rezos, pociones y la medicina practicada por brujos. Es posible encontrar cualquier clase de cosa que uno se imagine o que haya visto en cualquier película de terror. Fetos de llama disecados, ekekos, ranas, pieles de animales (y puede que muchos en vía de extinción), yerbas de todo tipo, amuletos, muñecos de vudú: mejor dicho, ustedes se imaginan y seguramente ellos no lo tienen.

Y aunque todo lo que les cuento es bastante
atractivo y muy divertido, hay una atracción especial muy cerca de Chiclayo, y se encuentra muy cerca de Chiclayo, en la ciudad de Lambayeque: El museo de las tumbas reales de Sipán. Y antes de que piensen que es algo aburrido, permítanme contarles lo importante que es para nosotros, como sudamericanos, este fantástico descubrimiento.

Para llegar a Lambayeque, se puede ir en una combi. ¿Alguien más que haya crecido con televisión peruana? ¿América Latina, Panamericana? Bueno, en este lugar cumplimos uno de los sueños ¡subirnos a una combi de la muerte! Con los conductores peleando a viva voz, gritándole a los pasajeros para que se suban, diciendo cosas ininteligibles por la ventana de los pequeños y destartalados buses. Un paraíso cultural.

¿Qué sabemos del año 250 en nuestro continente? 

Nuestros indígenas se dedicaron a enterrar a los grandes personajes con objetos representativos de ellos mismos y otros que les fueran útiles en el otro mundo. Esas tumbas eran sagradas, es lo que llaman ellos huacas (no se confunda con el término guacas que usamos en Colombia). Estos sitios de culto y de memoria fueron saqueadas continuamente desde la invasión y "conquista" española. Con fines lucrativos sacaban las vasijas y los objetos que pudieran venderse en el mercado negro (o anteriormente, que se pudieran llevar a España), destrozando las tumbas y dejándonos a nosotros con las preguntas que todavía no hemos logrado responder: ¿Quiénes eran los verdaderos dueños de estas tierras? ¿Cuál es nuestra identidad y nuestras raíces?
El señor de Sipán fue descubierto en la era moderna, en 1987 (un descubrimiento más joven que yo) y data del año 250. Una tumba real de un gobernante Moche que se encontró intacta y preparada para contar una larga historia de costumbres, vivencias, comidas, etc. El museo está construido en forma de pirámide, como se supone que eran las de los moches.
El museo no permite fotos dentro de él, una fortuna, pienso yo, porque permiten que uno se concentre más en las maravillas de lo que ve y poco en factores externos. Además, espero que les queden las ganas de ir a visitarlo.
El señor de Sipán medía 1.67 metros y estaba adornado con símbolos del Sol y la Luna (significando la dualidad de las deidades) y maní (significado de renacimiento).
En la tumba se encontraron otros 8 individuos: 3 mujeres (probablemente concubinas), 4 hombres (militares, un vigía y un soldado, el último sin pies para que no abandonara su puesto) y un niño, además de dos llamas y un soldado.
¡Apuesto a que no hubieras querido ser de la familia real a la hora de la muerte del rey!

domingo, 23 de julio de 2017

1 año de viaje: 10 sitios que marcaron mi viaje por Sudamérica

Ayer cumplí un año fuera de casa. Salí porque tenía una deuda conmigo misma de recorrer el sur del continente. No soy muy estricta con los planes, porque cuando se viaja, el camino va mostrándose. 63 ciudades después, sé que el viaje está pausado y las ganas aún intactas. 7 países después, mi familia bien sabe lo mucho que la extraño, pero siguen apoyándome en el viaje que es la vida.
A manera de aniversario me gustaría compartir con ustedes lo que he aprendido en el top 10 de mi recorrido hasta ahora.

10. Buenos Aires, Argentina: No hay forma de no incluirla. Una ciudad que parece estar en los ochenta en muchos aspectos (como los ascensores manuales, las llaves grandes y pesadas...). La arquitectura todavía guarda la historia de los inmigrantes que huyeron de la hambrienta Europa y se quedaron transformando una ciudad. Es necesario conocerla para entender mucho de nuestra identidad, pues nuestros gritos de libertad llegaron en las voces de Mercedes Sosa, de Fito Paez y los Fabulosos Cadillacs. Recorrer las calles que Sábato y Cortazar caminaron como suyas, recrear las historias que siguen sucediendo en los rincones...
Caminar la feria de San Telmo, encontrar bailarines callejeros de tango, recorrer el Paseo de la historieta y emocionarse con la paciente Mafalda que atiende cientos de turistas a diario y sigue tan vigente antes como ahora, entender un país que todavía considera la educación y la salud como un derecho y como un negocio hace parte importante de mi viaje.

9. Pasto, Colombia: La ciudad sorpresa le llaman a Pasto, y mi paso por ahí en verdad me sorprendió. La dulzura de la gente, el clima frío y lluvioso, los cafés regados y dispuestos para departir son el común denominador. La comprensión de nuestra historia, de los rebeldes que entendieron la independencia de una manera particular me permitió ver el otro lado de la moneda.
No vamos a dejar de lado las maravillas naturales que rodean la hermosa ciudad (La laguna de la Cocha, la Laguna verde), y mucho menos la gastronomía particular y variada que tiene la ciudad, que en verdad me sorprendió.

8. Colonia, Uruguay: Uruguay es un país pequeño y desconcertante. Sus años coloniales saltaron entre Portugal y España, y por lo mismo posee una arquitectura única.
Colonia es una ciudad pequeñita, que besa al Río de la Plata y mantiene sus calles clásicas, su arquitectura mezclada pero muy cuidada y que aloja en sus calles visitantes de todos los países. Los uruguayos se sienten orgullosos de tener la mejor carne del mundo y ofender a Suarez o hacer burla de los mordiscos puede ser una ofensa fatal.
Colonia es una ciudad para perderse caminando por sus calles empedradas y sus muros coloridos.

7. Puerto López, Ecuador: Una pequeña ciudad en el pacífico ecuatoriano me permitió ver ballenas juguetonas, me enfrentó a la triste realidad de la muerte de tiburones, y también a la difícil vida de los pescadores de Latinoamérica, olvidados como muchos de los más honestos trabajadores.
También me permitió probar los gigantes camarones que se ofrecen en la playa, cuando los pescadores llegan de sus largas jornadas nocturnas.
Le devolvió a mis pasos la playa, el mar, cosas que tanto anhelo y que Hawaii me dejó para siempre en la piel y en el alma. Además me liberó un poco de turistas y viajeros (como yo, yo sé) que se apropian de destinos, y me permitió una visión más plena de la vida de los ecuatorianos.

6. Tiahuanaco, Bolivia: Las excavaciones, los arqueólogos, los locales, todavía no acaban de poner de acuerdo en lo que significó este lugar, por qué un observatorio astronómico fue desarrollado en un lugar tan curioso, cómo cortaban piedras perfectas los indígenas que España llegó a "salvar", para qué servía la puerta del sol, ni mucho menos cómo un monolito (Bennet) de 7.3 metros de altura fue construido en una sola pieza y transportado.

5. Machu Picchu, Perú: Y es que no hay nada que opaque este destino. Quedarse al menos un día contemplando la perfecta arquitectura para la que no se necesitó pegante; las llamas que pasean y besan, roban comida o escupen, con su caminar elegante y engreído; preguntarse cuál sería la finalidad de este complejo arquitectónico tan grande; apreciar los sistemas de riego (algunos todavía vigentes si se observa bien en el camino desde la Hidroeléctrica); sentarse y contemplar la perfecta arquitectura realizada por una sociedad bastante bien constituída y de la que, tristemente, hoy poca información tenemos; voltear la foto de la ciudad para contemplar la cara del Inca cuidando su ciudad; entender que nunca fue un descubrimiento, sino un encuentro de civilizaciones...

4. Huanchaco, Perú: Puedo estar un poco influenciada por los grandes amigos que hice en este lugar, pero también hay una combinación increíble de civilizaciones en este lugar:
Chanchan, una ciudad hecha de barro con decorados que aún se conservan. La huaca del sol y de la luna, de la civilación Moche, y la dama de Cao (una mujer que gobernó a los Mochicas), y el Señor de Sipán hacen de este el Disney de los amantes de la arquitectura.
Pero además de eso, Huanchaco está anclado junto a la playa, y tiene pescadores que todavía cabalgan las aguas en caballito de totora.

3. Valparaíso, Chile: Una ciudad cargada de historia y de rebeldes estudiantes que lucharon contra la dictadura, que escondían en sus casas de colores a los buscados, que tiene cerros maravillosos que permiten observar el Pacífico invadido de cargueros. Valparaíso, una ciudad cantada, escrita, llorada, que todavía tiene troles y cuyas calles le quitan el aliento a cualquiera, que tiene colores por doquier y que inspiró los poemas de Pablo Neruda que por años me hicieron añorar con una nostalgia inexistente sus rincones. Una de las esperas más gratas y de los sueños que se cumplieron.


2. Huaraz, Perú: Un destino completamente sorpresivo, con lagunas de colores, ovejas, glaciares, paisajes que jamás pensé que una ciudad Sudamericana tuviera. La palabra Huaraz, en quechua waras, significa amanecer.
El monte que se ve en las películas de Paramount se encuentra aquí, hace parte de la cordillera blanca del Ancash y se llama Artesonraju.
Además tiene el complejo de los chavines, una de las civilizaciones más antiguas del continente, que no necesitó de la guerra para sobrevivir por muchos siglos, y cuyo sistema de riego y recolección de agua aún funciona.

1. La Isla del Sol, Bolivia: ¿Cómo más podía terminar mi lista? Esta Isla de lago resultó ser uno de los lugares más significativos en el viaje, compartiendo de cerca con familias aymara que incluso nos invitaron a pasar con ellos uno de los días más sagrados: el día de los muertos.
Comprender que los muertos existen a otro nivel, y que nuestra obligación como vivos es recordarlos y celebrar la vida no pudo haber sido mejor expresado, la sabiduría que se me transmitió no pudo haber sido más grande.
Y aunque fue en esta isla donde me enfermé más duro en todo el viaje, no puedo dejar de recordar con gratitud la playa fría, el lago de colores intensos y cambiantes al sol, las comidas ofrecidas, los rezos a mis muertos y las sonrisas de los niños que viven en un paraíso sin saberlo.

Se me quedan tantos destinos, tanta vida, tantos amigos, tantos rincones... pero por ahora quería resumir un poco lo que significó este primer año de viaje.
Agradezco a todos los que me han seguido en esta increíble aventura y espero haberlos entretenido un poco.
La otra semana comenzaré las crónicas por Perú y espero me puedan acompañar.
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martes, 18 de julio de 2017

¿Sabes que a muchos Onsen hay que entrar desnudo? Esto fue lo que me enseñó Yokohama

A los Onsen tradicionales (baños públicos) se entra desnudo. No voy a decir que no lo sabía, que no había escuchado, o que no lo había visto. Años de Ranma 1/2 no lograron prepararme para entrar a uno de esos, con solo japoneses... tampoco ellas estaban preparadas para mis ojos occidentales abiertos y sorprendidos, a mi mente cargada de prejuicios y penas... pero, esperen, antes déjenme contarles toda la historia.
Yokohama queda al ladito de Tokyo, una, dos horas, dependiendo de dónde se esté en la ciudad. Debo confesar que pensé que los famosos edificios eran de Tokyo, pero la ciudad moderna e inteligente es esta: Yokohama.


Tuve la suerte de encontrar un buen precio en un hotel hermoso, y aprovechamos la ocasión para quedarnos ahí, un hotel con todas las de la ley, luego descubriría que hasta tenían Onsen propio.
Apenas habían pasado un par de días de nuestra llegada a Japón, y cada día era una caminata de más de doce horas, así que mi amiga decidió "meterse al sobre" una vez llegamos al hotel. Yo estaba sorprendida por todas las cosas que nos daban: la bata, pantuflas, esponjas, cepillo, ¿para qué tantas cosas? Mi amiga solo quería dormir.


Yo sabía que estábamos en un edificio muy alto, así que tomé la cámara para ir a investigar la terraza, si es que la había. Marqué el último piso y descubrí un "Onsen", y me aventuré hacia la cortina roja partida en dos que tantas veces había visto en los ánime. Una vez atravesada la cortina había un camino para hombres y otro para mujeres. Vi entrar a dos jovencitas que reían entre ellas. Esperé a que pasaran y después de ellas, me animé. Abrí la puerta y me encontré con decenas de ojos rasgados mirándome con la cámara en la mano. Ahí noté que todas las mujeres estaban desnudas, y me sentí demasiado vestida y muy pendeja por mantener la puerta abierta. La cerré y corrí al ascensor. 

Desperté a Natalia, y le dije lo que había pasado. ¡Tenemos que ir! ¡Estamos en Japón! Y ella me siguió la idea (¡hágame el favor!), mientras yo intentaba contactar, a las 11 de la noche, a cualquiera que me pudiera dar una luz sobre cómo comportarme y pasar desapercibida (imposible, ¿no?). Un amigo me dijo, pues, normal, te bañas en las duchas, te pones agua fría y te metes y ya... ¿por qué no lees las instrucciones?  Y yo, ahhh, claro, ¡naturalmente! Las instrucciones en japonés.
Llamé a la recepción y entre su mal inglés y mi terrible japonés al menos logramos entender que no había que pagar por separado y nos aventuramos.

Subimos el ascensor, y pegadas de una mujer que iba para allá, caminamos haciéndonos las seguras. Esta vez no dejamos la puerta abierta, ni tenía yo una cámara en la mano, así que nadie nos miró. Me saqué la pena y le susurré a una mujer preguntándole si hablaba inglés (a ver si nos podía guiar), dijo que no con la cabeza y salió corriendo (literalmente). Así que le dije a mi amiga, anda, vamos a ver y a seguirlas, lo que ellas hagan, nosotras hacemos. Y, bueno, eso hicimos, con las demoras del caso, como quitarse la bata y quedar desnuda frente a muchas desconocidas (que son muy naturales con la cuestión), y frente a la amiga (eso sí fue bastante raro... jeje)... ay, occidentales prejuiciosos que somos.
Pero, si les sirve, le traigo los tips para que a ustedes no pasen penas y se vean muy seguros:
1. Revisen si el onsen es unisex o si es separado (no vayan a terminar en el lugar incorrecto).
2. Pregunten si pueden entrar con tatuajes (porque en algunos lugares no es permitido entrar con ellos) y siempre lleven algo para cubrirlos.
3. Entren con toda la tranquilidad y la naturalidad del caso.
4. Dejen en los casilleros todo: la ropa, los teléfonos, los aretes, las manillas...

5. Busquen las pequeñas duchas antes de entrar. Usualmente tienen un banco para sentarse. Ahí deben bañarse muy bien todo el cuerpo, encontrarán el champú y el jabón necesario.
6. Mójense antes de entrar con el agua para evitar un choque de temperaturas (son muy calientes).
7. No es recomendado estar más de 15 minutos dentro del Onsen.
8. Lleven toalla para cuando salgan.

Y bueno, ahora vestida, vamos a aclarar una duda, ¿por qué decidimos quedarnos en Yokohama? La mayoría de gente va un solo día (y es posible). Nosotras decidimos quedarnos par ver los edificios de día y de noche. Las luces de la ciudad, el parque de diversiones (El Cosmo World con la conocida ruega de Chicago), caminar tranquilas por el barrio chino y el muelle (Osancashie pier), y que además todo el recorrido es posible hacerlo caminando. 
Esas son las cosas que planeamos hacer, y le dimos el tiempo suficiente para que la ciudad nos sorprendiera ¡y lo hizo!
Encontramos, muy cerca del Cosmo World (donde quise subirme a la montaña rusa pero tuve la mala suerte de encontrarla en mantenimiento), uno de los sitios más populares de Yokohama: Cupnoodles Museum, y sí, por si piensan que la traducción que están haciendo en su cerebro está equivocada, rectifico que es un museo del "vaso de noodles", y recuerdo que esto es Japón, y que nada es normal.
También, como recomendado, frente al Cosmo World hay un centro comercial con una zona de comidas bastante variada, donde encontré este plato: una especie de tartar de carne, con una cama de arroz y una salsa agridulce (lamento no tener el nombre, la comunicación en algunos sitios era muy compleja)... pero tenía que recomendarlo.
También encontramos una feria de flores, una feria alemana con todas las de la ley, y nos sentamos a descansar en el puerto, dándonos cuenta de que es el sitio de moda de los jóvenes, el sitio romántico (solo van parejas de menos de 20 años), y los que van solos se ven en grupo, en bicicleta o tabla haciendo prácticas, videos o pasando el rato.
Yokohama fue nuestro segundo destino, y siendo un lugar "de paso" no esperábamos que nos sorprendiera y que nos gustara tanto. Estuvimos encantadas de haber parado un día entero y estábamos listas (y cansadas), dispuestas para seguir nuestro recorrido en Kyoto.
Y como en el blog me quedo corta de fotos, pueden ver las que voy subiendo en el álbum de Japón. No se les olvide seguirme en las redes sociales. Hasta la otra semana.

lunes, 10 de julio de 2017

¿Que cómo resulté en Tokio?


¿Cómo ir a Japón? ¿Es muy caro? ¿Es muy difícil comunicarse? ¿Qué haces si te pierdes? ¡Por allá es muy lejos!
Mi abuelo no entiende por qué viajo. Mi héroe de 93 años me dice que lo que yo viajo lejos a ver, él lo puedo ver en la televisión. Y es cierto. Pero por alguna razón no me emociono igual sentada en una silla, y no me siento igual de viva. Y en este post voy a intentar explicar por qué viajé a Tokyo si podía verlo en la televisión y más cómoda.

¿Pero cómo resulté en Japón? ¡Aquí comienza mi historia!

Hice una gran amiga en la maestría, una muchacha intrépida y divertida, trabajadora y audaz. Y en una de las tantas charlas que tuvimos cuando estaba en Hawaii, le pregunté si no le gustaría ir a Japón... yo estaba tan cerca que resultaba tentador. Pero aquel invierno no fue el momento en el que viajé, en cambio ella siguió con la idea y dijimos que un día veríamos los cerezos en flor... juntas. ¿No han tenido esa conversación mil veces con sus amigos y alguno de los dos al fin no cumple?
Bueno, nosotras hablamos del tema por casi dos años y empezamos a ahorrar y un año antes a leer e investigar. Cuatro meses antes del viaje nos conectamos por videollamada, ella desde Bogotá y yo desde la Plata, y compramos los pasajes en los que nos uniera una conexión en Houston para tener una parte del camino juntas.
Todo empezó a ponerse en su lugar, y los siguientes tres meses nos dedicamos a leer mucho, a conocer los destinos, a escoger los mejores destinos, revisar hostales, distancias, transportes. Un trabajo en verdad agotador (Y les dejo una pregunta por contestar en los comentarios: ¿No sería genial que alguien hiciera este trabajo por ustedes?), pero con todas las recompensas del mundo.

¿Cuál es la primera parada obligatoria? Bueno, llegaríamos a Narita, así que el soñado Tokyo estaba primero en la lista (con la capital comenzaríamos y terminaríamos el viaje).
La primera subida a los trenes y metros es una locura, uno está dudoso de todo, pero al fin encuentra guía. Incluso al llegar al hostal estábamos perdidas, caminando con las maletas, y paramos en una peluquería para preguntar las indicaciones, y cuando no logramos comunicarnos por la palabra, la encargada decidió armarse de sombrilla y llevarnos hasta el hotel.
Y muchos recorridos estaban planeados, pero le damos tiempo al lugar para que nos sorprenda. Es el caso de Takeshita Street (el primer destino en el mapa), una calle muy turística, repleta de comercio para el amante de las tendencias japonesas, modas, objetos de manga, camisetas, restaurantes temáticos, etc. Llegamos a donde nos decía Google maps que debíamos llegar, y al preguntar a un muchacho por dónde llegábamos, salió de la estación de metro y nos dejó ahí mismo (además de decirnos que nuestros nombres eran hermosos <3).

Aquí se guardaba el Sake en la era Meiji
Luego empezamos a caminar, descubriendo la zona de Shibuya (obviamente buscando al monumento de Hachiko por petición de mis sobrinas) y de repente encontramos una cantidad de gente dirigiéndose hacia un parque y dijimos, ¿por qué no? Así resultamos en parque Yoyogi, que tenía el santuario Meiji y toda la historia de la era del emperador.
Y llegando al primer templo budista, aprendimos la manera de realizar peticiones. Se tira de la campana, se dan dos palmadas para hacer el llamado, se ponen las monedas de ofrenda en el cofre, se juntan las manos llevándolas hasta la cara en repetidas ocasiones mientras se hace la petición y de nuevo se aplaude dos veces.
Muro de peticiones
Luego se pueden dejar las peticiones en pequeños cuadros de madera que venden en el mismo lugar y la promesa es que se hará realidad.
Cuando íbamos de salida, presenciamos la finalización de un matrimonio (ahí la foto está de primera), y son esos pequeños momentos de descubrimientos lo que nos recarga de fuerzas y nos permite renovar el asombro y la fascinación.
Seguimos caminando y nos encontramos, en plena calle, una carrera de ¡Mario Kart! Algunas tiendas atendidas por robots que te miran con ojos tiernos (eso se siente un poco raro, debo admitirlo), y moda por doquier.
Luego nos dirigimos al barrio de moda, Roppongi, donde están los bares, las discotecas, y los restaurantes de moda, y donde debíamos hacer la parada de almuerzo, porque después del crepe gigante que nos comimos en Shibuya no habíamos comido nada y hay una cosa importante que hay que tener en cuenta... ¡Comer en Japón siempre va a ser una experiencia novedosa y feliz!
Ahora, debo confesar mi más profunda admiración por Murakami, por lo que Tokyo para mí fue una experiencia maravillosa (en especial porque recientemente había leído Tokyo blues, una novela más que recomendada).
La zona del parque Ueno es una de las que más me quedaron rondando en la cabeza, y es que la estación es central y conecta muchas zonas, además de tener uno de los parque más conocidos de Tokyo. Y es que contiene una gran cantidad de museos, zoológicos, santuarios, etc.
Mi recomendado es el Museo Nacional, porque contiene la historia en diferentes artes de Japón, y ayuda a comprender mucho los procesos, la cultura milenaria, la mitología, los trajes, las historia.
Caminar por este parque, además, es una experiencia inolvidable y lo único malo fue no poderme echar en el pasto a ver cómo se despejaba el cielo.
Tampoco quiero olvidar de Tokyo una de las mejores experiencias: ¡El mercado de pescados! Obviamente está repleto de primer mundistas que no han visto un mercado en su vida, pero la experiencia es deliciosa. Un chileno que conocimos en el hostal me dijo, pero es un mercado normal, como en cualquier parte del mundo. Y le dije, claro que sí, pero en ¡Japón! Además, uno de los primeros lugares que uno debería visitar como viajero es el mercado del pueblo (esto intento hacerlo en cada lugar al que voy), porque ahí conoces a toda la gente, lo que comen, lo que venden, lo que compran, a qué huele su comida.
Y, valga la aclaración, esta zona del mercado Tsukiji tiene de los mejores restaurantes que se puedan probar. Mi amiga escogió uno, y fue una experiencia feliz hablar con el personal amistoso. Al chef le hacía los pedidos en japonés (en uno muy rudimentario que debía sonar como yo querer anguila), y a éste le producía mucha gracia escucharme hacer tales esfuerzos. Me obsequió un rollo miniatura y con eso ya quedé flechada... y es que... qué le hacemos... la verdad es que el amor entra por la panza.

Ayúdenme hacer un blog más dinámico! Cuéntenme si tienen un amigo que los seguiría hasta Japón, si hay algún destino al que no han viajado por miedo, y si les gustaría que alguien planeara su viaje de manera muy personalizada.

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lunes, 3 de julio de 2017

Takayama: La aldea del Sake




Takayama es una pequeña ciudad metida entre las montañas. Fue fundada en el año 107 de la dinastía Kanamori.  En la parte norte, a 10 minutos en bus, se encuentra un bosque con 10 santuarios diferentes.
Su arquitectura todavía conserva la madera y la constitución antigua. Las casas de madera de techos labrados como toda la vida lo hemos visto en las películas: las puertas con especies de rejillas que dejan ver hacia las salas dispuestas para la ceremonia del té, garajes pequeños y tal vez adaptados para las necesidades modernas, dos o tres pisos con paneles que separan los ambientes.

Las manzanas que conservan aún la organización, están rodeadas de calles estrechas een las que caben uno o dos carros con suerte. Ahí también han instalado restaurantes (sobre todo de carne, una especialidad muy cara en la región, aproximadamente de 2000 yenes) y cafés a los que se siente uno tentado de entrar.  Toda esta área se considera de conservación, por lo que no se permite fumar; hacerlo o botar basura puede representar multas.


En cada esquina hay un pequeño altar, y en algunas esquinas hasta se pueden observar templos completos.
Los japoneses pasan por ahí a pasear el perro, o a realizar alguna actividad de la vida diaria, y no olvidan detenerse un momento para reverenciar el centro.
Yo estuve a mediados de mayo y el verano ya estaba entrando, y por lo tanto no hemos visto muchos cerezos en flor, pero sí los pisos entapetados de rosado de las flores que se despiden… pero no me desvío, Takayama es tal vez el primer lugar del recorrido que aún tiene vivas las flores en los árboles, y decoran los bordes de los ríos junto con otros tipos de flores de  
colores (y hablo del más grande de los ríos, porque Takayama tiene tres). Los ríos en la ciudad permiten que hayan pequeños puentes por toda la ciudad que comunican las orillas.
Otro atractivo de la ciudad son los mercados de mañana, donde los lugareños ofrecen sus productos (ahí mismo se puede comer algún bocadillo que saca de apuros al hambre).

Por toda la ciudad se encuentra un personaje muy curioso, rojo y parecido a un bufón. Sarubobo es su nombre y es una invención que lleva buen tiempo en Takayama. Le llaman el bebé mono de la buena suerte. Significa bebé-mono y tiene un doble significado con "dejar ir", entonces hablan de él como un amuleto que se lleva la mala suerte y trae alegría. Tiene la cara roja
como los monos y como los niños bebés al nacer. El muñeco ahora es uno de los principales objetos para la venta en la región y es muy popular, incluso se vende en diferentes colores dependiendo del objetivo (rojo para el amor, naranja para la unión familiar, etc), pero tradicionalmente lo hacen las abuelas como amuleto de buena suerte y alegría para sus nietos. Yo recorrí toda la feria hasta que encontré una mujer, que es abuela y los hace a mano, de la manera tradicional: Ese Sarubobo es mi nuevo amuleto.
Yo nunca he sido muy buena con la ubicación espacial, ni siguiendo mapas. Me perdí en este lugar, como siempre. Y como siempre que uno se pierde y camina para el lado que no "quería caminar", es así donde realmente se conoce. En Takayama, saliendo del centro turístico, nos encontramos con las casas de la gente normal, y sus cultivos de cebolla y otras plantas poco conocidas para nosotras. Uno de los habitantes intentó explicarnos lo que sembraban pero no le entendimos. Suponemos que mucho tiene que ver con los vegetales que se venden en el mercado, y que en su mayoría son desconocidos (con excepción del rábano y la cebolla), y sabemos que mucho de eso se usa en las comidas japonesas, pero hay que saber usar muy bien sus sabores, pues son muy fuertes (comprobado al
recibir muestras en los mercados).

Y recordando este lugar, no puedo dejar de pensar en lo que más me impresionó, y fue la sonrisa del ciudadano. Al principio, al vernos caminar perdidas por las calles, nos miró con desconfianza. Pero cuando le pregunté cómo estaba, me regaló esa sonrisa que de una vez se me contagia.

En dos lugares se encuentran lavapies, que son una especie de jacuzzi para los pies, y cualquiera puede ir a ellos (son también el gancho para los spa, pero no se va a tener a ningún vendedor a la vista ofreciendo algo).

Por último, no se debe olvidar, que a Takayama también la llaman la aldea del sake, y es que, aunque no vimos ninguna fábrica directamente, notamos que hay muchos tipos de sake local que no se encuentra en ningún otro lado, siendo el sake de durazno y el de arroz, dos de los más comunes y ofrecidos (también resultan mucho más económicos que en otros lados) y el Umeshu es el recomendado.
La aldea, o la villa, se encuentra relativamente cerca de la ciudad, y hay algunos tours que permiten explorar el área por aproximadamente 4000 yenes medio día (yo no lo hice pero dejo el dato).