lunes, 26 de junio de 2017

¿Cómo funciona el transporte en Japón? Una pequeña guía del Japan Rail


¿Comprar o no comprar el Japan Rail? Esta es la cuestión. Espero que estos 10 puntos les den una idea más clara.

Japón tiene el mejor transporte que yo conozca, es siempre puntual y hay acceso a cualquier lugar. También hay que tener en cuenta que es uno de los más caros del mundo, y por eso hay algunas posibilidades adicionales que se pueden contemplar a la hora de viajar. El Japan Rail Pass es una de las posibilidades para moverse entre ciudades de manera económica y cómoda.


1. ¿Cuánto cuesta? 

El Japan Rail tiene un precio según los días que se necesiten, va desde 7 días por 259 dólares, hasta 529 por 21 y hay otras modalidades como primera clase o niños. Pueden encontrar más información acá:
https://www.jrpass.com/es/buy_the_japan_rail_pass_online?days=14&passengers=2

2. No se puede comprar dentro de Japón, tiene que ser comprado en el extranjero

3. ¿Es siempre más barato que el transporte normal?

Depende de los días que se vaya a estar en Japón y de los recorridos que se hagan. En el caso de cambiar mucho de ciudad mi recomendación es comprarlo, pues los transportes en Japón tienen precio por distancia y a veces por fecha. Mi consejo, previo al viaje, es usar google maps y hacer un simulacro de las distancias, Google te dirá los precios por trayecto. Si al final se hace la cuenta de qué sale más barato.

4. El Rail Pass NO cubre TODOS los transportes

Cada ciudad tiene varios sistemas de transporte. Tren, metro, buses, ferry, buses de turismo, etc. El Japan Rail no los cubre todos y no llega a todos los lugares dentro de las ciudades pero sí funciona conectando todas las ciudades, también cubre las rutas de tren bala (los "viejitos") y algunos buses
Tokyo tiene una red extensa y es posible planear las rutas usando el pase (Google maps les va a dar la ruta más efectiva, así que tienen que hacer sus propias rutas si lo que quieren es ahorrar). Les doy algunos tips para que se hagan ideas de las rutas que pueden usar:
  • El Ferry que lleva de Hiroshima a Miyajima funciona con el pase.
  • El tren que conecta a Hakone con otros destinos ya NO funciona con el Japan Rail pass y hay que pagar tren (se puede con cualquier tarjeta como la Pasmo o con tiquete).
  • En Hiroshima el bus turístico que recorre la ciudad es de la línea JR.
  • El tren del aeropuerto Narita a Tokyo de la línea JR demora más de 3 horas, por lo que es importante ir con tiempo o bien tomar los trenes que hacen el recorrido en menos tiempo pero deben ser pagados aparte.
5. Se pueden reservar asientos

Existe la posibilidad gratuita de reservar asientos en los trenes. Es importante hacerlo para recorridos largos o en fechas con alto volumen de pasajeros (festividades y vacaciones en Japón y en China). Se puede realizar en cualquier estación de JR con fecha y hora deseadas.
En caso de no reservar, siempre hay de 1 a 5 vagones que pueden ser usados por los que no reservaron, pero no hay silla asegurada. 
6. Comida en los viajes largos

Aunque en los trenes venden algunas comidas, es mi consejo siempre llevar algo para comer, sobre todo si son recorridos largos. Se puede llevar todo tipo de almuerzo (en Japón venden las cajitas completas) que son muy recomendables y bastante comunes en los viajes. Yo llevaba triangulitos de arroz rellenos y sushi por practicidad.




7. ¿Cómo pagar otras rutas que no cubre el JR?

Lo más recomendable es comprar una tarjeta (se puede comprar en cualquier máquina de las estaciones y tienen menú en inglés y algunas hasta en español). Por 500 Yenes se puede comprar una (y la misma sirve para todos los tipos de trenes, metros, etc) y cuando uno se va de Japón puede solicitar la devolución tanto del saldo como del valor de la tarjeta. Es importante saber que la tarjeta se usa siempre al entrar y salir de las estaciones para saber cuál fue el recorrido total y hacer el cobro.
En caso de que no se compre la tarjeta, en cada estación se puede comprar un tiquete, pero es necesario saber cuál es la estación y el destino. También hay que ponerlo a la entrada y guardar el tiquete para la salida.
No todos los buses se pueden usar con la misma tarjeta, en algunos es necesario pagar en efectivo, por lo mismo es bueno tener el dinero "sencillo" y ponerlo en la máquina a la salida (casi siempre, algunos son a la entrada). Si no se tienen las monedas, los carros tienen junto al conductor un cambio de billetes de 1000 Yenes (ojo, no puede ser de otra denominación) y les va a dar las monedas para que puedan pagar.

8. ¿Cómo se usa el JR Pass?

Primero hay que tener en cuenta que el día que se activa no necesariamente es el día en el que se empieza a usar. Se debe activar en una estación de servicio de JR (de esas no hay muchas, así que es recomendable hacerlo cuando se llega al aeropuerto). Ahí se llena un cuestionario y preguntan cuándo se va a empezar a usar y desde ese día se cuentan los días que se hayan contratado.
En las entradas a las estaciones JR se pasa por un lado (donde esté el agente), y se le enseña el pasaporte de la JR. En los buses se le enseña al conductor.

9. Los horarios

Es importante saber que son muy puntuales los trenes y los buses. Si no llegas a la hora indicada, tienes que esperar el siguiente. Pocas veces hay excepciones. De la misma manera es importante despreocuparse, llegar 15 minutos con antelación para buses entre ciudades es suficiente.

10. Aplicaciones para programar las rutas

 Hyperdia y Google Maps son fundamentales para armar rutas, pero en casos como en Tokyo, si se quiere usar más el pase, es necesario pedir un mapa (en cualquier estación los regalan) y diseñar las rutas por sí mismo (aunque es un poco enredado, se termina por comprender si alguna vez se ha usado metro o Transmilenio), también es muy útil preguntar, la gente estará muy dispuesta a ayudar.

Espero haya sido de utilidad el artículo. Cualquier duda adicional, por favor no duden en preguntarla en los comentarios.

Si quieren ver más fotos, me pueden seguir en Facebook y en Instagram.

lunes, 19 de junio de 2017

Mi lugar favorito: Miyajima y por qué los japoneses se quitan los zapatos

Miyajima, la isla cerca de Hiroshima. Miyajima,
mi sitio favorito en Japón. ¡Miyajima es el sitio más asombroso! (Al menos en mi recorrido). A pesar de recibir una gran afluencia de turistas, se mantiene todavía como un pueblo tranquilo y conservador. Algunas de las casas todavía tienen la estructura de antaño, como en el guest house en el que nos quedamos. El mismo incluso tenía un onsen privado, cuartos al estilo japonés con futones y paneles para dividir ambientes.

La sala de Jun, el dueño de la casa, está repleta de representaciones de Japón en todo su esplendor; además de tener una larga variedad de objetos en venta (como la yukata que le compré a mi mamá), tenía también símbolos del país y de la ciudad, fotos, peluches de Totoro, manga, juguetes japoneses. A su casa, obviamente, como en muchos lugares, no se puede entrar con zapatos. Una vez que una plataforma parece más alta que el suelo, ahí no se pueden usar zapatos casi como regla general.

Pero desviémonos un poco de la historia de Miyajima para ver por qué los japoneses se quitan los zapatos al entrar en la casa. Y son muchas las razones. La primera es que ellos construyen la casa unos centímetros sobre el suelo: es un diseño muy típico de estas regiones, y lo hacen para mantenerla a salvo de la humedad y otras dificultades que puede traer la naturaleza. También lo hacen porque de esa manera se respeta a la casa (en especial cuando se es solo un invitado) y el silencio de la misma. Funciona de igual manera con la limpieza a la que están muy acostumbrados.  
Algunos dejan zapatillas cómodas para los invitados en la entrada, en el baño e incluso en la ducha. Y esta es la siguiente palabra de la explicación, la comodidad. Los pisos, usualmente de madera, con esteras o con tapetes;
son tan cómodos que ahí hacen todo. En un cuarto donde comen, pueden perfectamente dormir en la noche con algún futón que tengan guardado en un armario cercano y si en el piso comen y duermen, no sería muy lógico pisar con los zapatos de afuera, se vería como una falta absoluta de respeto.
 Ahora, en los templos sucede igual, no se usan los zapatos por respeto, una muestra de humildad también. Tiene mucha lógica que se pueda comparar la casa con un templo como lugar de reunión, de paz y de tradición. Quitarse los zapatos también habla de un momento de detenerse, de descansar, de cambiar de situación. Qué mucho nos falta a los occidentales de estas costumbres. Qué bien que nos harían.

Ahora sí, comencemos desde el principio. A Miyajima se llega desde Hiroshima y en Ferry de la línea JR. Por aproximadamente 15 minutos se ve alejarse el ferry de la gran ciudad de Hiroshima y llegar al monumento muy conocido de Miyajima: El santuario de Itsukushima o la puerta flotante de Torii.
Esta estructura de 16 metros  ha sido varias veces reconstruida pero parece que la primera viene del siglo VI. La que está actualmente erigida es de mitad del sigo XVI con un diseño del siglo XII, o sea, no es muy joven tampoco.  Los fondos llegaron de Taira no Kiyomori, un señor de la guerra, quien agradecía a los dioses a quienes él sentía que les debía su éxito en la vida. A través de ella se puede ver el sol ocultarse (no fue mi caso, me tocó nublado, pero las fotos son hermosas).
Hay un hecho muy curioso con este increíble santuario, y es que se puede caminar debajo de él en las horas de baja marea (en la mañana hasta aproximadamente las 2 de la tarde aunque depende de muchos factores). El caso es que en las horas de marea alta está cubierta de agua, y el templo que queda al lado está adaptado para lo mismo. En ese templo se encuentra un altar principal para el dios del lugar, pero hay muchos altares “secundarios” que guardan dioses “foráneos”, o más bien, dioses que no son locales.

Una vez hicimos el desembarco del ferri, tomamos rumbo al hotel porque deseábamos descargar las
maletas bastante llenas en este momento del viaje (y es que yo, por ejemplo, no puedo dejar el portátil por cuestiones de trabajo y no puedo dejar la cámara por cuestiones de pasión, así que ahí ya va media maleta y como 10 kilos), y además de ellos ya habíamos hecho varias compras de obsequios para la familia (y eso que no compramos mucho por cuestiones de presupuesto y espacio, pero cosas pequeñas van sumando).
En el camino nos encontramos una cantidad hermosa de siervos paseando y acercándose a la gente en busca de comida (no estoy muy de acuerdo con el tema de que se acostumbren a esta vida, pero cada vez que uno los ve acercándose y
chillando de manera tan particular, es para derretirse). Las tiendas de souvenires son mucho más baratas que en otro lugar en Japón de los que conocí y ofrecen muchas cosas típicas de la región, como la cuchara de palo con la que arreglan el arroz (este es el símbolo de la región), y por todo lado se puede ver que ofrecen la anguila con salsa de soya y sobre cama de arroz como su plato típico (eso y ostras, de ellas no puedo hablar porque no me atraen demasiado).

A medida que uno se adentra al pueblo empieza a ver casas hermosas y gente sonriente, un río de estudiantes a quienes les están enseñando el lugar (esos mismo que detienen a los extranjeros para hacerles consultas sobre sus motivos para viajar a Hiroshima) y están vestidos de tal manera que evocan todas las series de anime de la niñez. Así llegamos al “guesthouse” del lugar, Mikuniya. Nos atendió Jun, quien administra la casa junto a su papá. Fue muy amable preguntando de dónde veníamos, y aunque no estaba incluido, nos ofreció desayuno muy variado para el otro día, que iba desde cereal variado hasta noodles y muchas bebidas y snacks a cualquier hora del día, además de comida congelada a muy buen precio en caso de que no haya otra opción y los cobros de cada objeto (y como uno no está acostumbrado), los hace dejando una caja donde se pone el dinero (así, sin que nadie vigile… ¡Nos falta mucho!). Nos enseñó toda la casa de corte muy japonés (como ya les conté), además renta gratis las toallas y las sombrillas (y cuando nos fuimos me preguntó si tenía sombrilla y al saber que no me regaló una que terminó en un restaurante al amanecer en Osaka, pero esa es otra historia que ya contaré).  

Toda la pequeña isla está repleta de templos y parques para visitar, pero puedo decir que aquí vi mi favorito: el templo Daishoin y fue mi favorito porque a pesar de que recibe muchos visitantes, se mantiene muy sereno. Tiene las 7 deidades de Japón y una cantidad de Budas por doquier con gorritos y bufandas y en diferentes actitudes y posiciones, y podría decirse que estados de ánimo. Además otros dioses en serie con diferentes peticiones, y varios santuarios para dejar peticiones y deseos a lo largo de todo el recorrido. El río pasa al lado y el templo se encarga de dejar varias fuentes corriendo en medio de los pozos y bosquecitos; esa combinación crea un estado de paz completa que me obligó a volver al siguiente día cuando ya teníamos que seguir con el recorrido a Takayama. Afortunadamente volvimos porque habíamos ignorado un lugar escondido bajo tierra: imagínense entrar en lugar completamente oscuro (a veces se choca uno con el de adelante y a veces lo choca el de atrás: completamente negro). De vez en cuando se ve una luz de un color diferente al anterior, y es que cada luz trae su sentimiento. Y entonces recuerdo que siempre estamos atestados de imágenes, de colores, de música, de charlas, de videos, de juegos, y qué poco tiempo nos queda para no ver, para no escuchar, para
estar con nosotros mismos y meditar. Qué cómodo se siente uno cuando vuelve a ver una luz y vuelve a apreciar las ventajas de ver.

Para poner una cereza en el pastel, resulta que a la salida de los santuarios, se encontraban unas tiendas con vendedores y artesanos. Ahí una mujer nos conquistó. Primero intentaba saber de dónde éramos, y apoyada de su vecino, que sabía un poco más de inglés, nos preguntaba cosas sobre nuestra vida y país. Nos regaló caramelos de naranja, y me permitió probarme todas las yukatas. Luego de unas compras mínimas nos
marcó las bolsas con una maestría infinita (la escritura tradicional la realizan con un pincel) y nos pidió una selfie para recordarnos, y nos llenó de caramelos y regalos extras para que no la olvidáramos. A su vecino y tallador en madera no pudimos comprarle las maestras obras que ofrecía, pero nos despedimos de él con el cariño de viejos conocidos, y esas sonrisas que tanto nos enamoran de la gente de Japón.

Y con todo y lo encantadora que ya resultaba ser la escena de la isla, se encuentran por doquier una especie de galletas (o ponquecitos, porque son suaves), los "momiji manju", en forma de hoja de maple y rellenas de los sabores que se puedan imaginar. Desde muchos lugares de la isla también es posible ver la Pagoda de 5 secciones con una iluminación imperdible en la noche.
Miyajima es una pequeña isla repleta de santuarios, restaurantes, parques naturales y siervos. Recorrerla en dos días es más que posible, pero de volver quisiera quedarme más. 

lunes, 12 de junio de 2017

10 cosas que siempre extrañaré de Japón (Parte II)

Como lo prometido es deuda y la semana pasada comencé el relato de la 10 cosas que extraño de Japón, aquí van las 5 que faltan, y las cuento con la esperanza de que conozcan un poquito más de este encantador país, de que se antojen de hacer su viaje y también, principalmente, que me acompañen en la travesía. 
Estas dos entradas pretenden hacer una introducción de mi viaje. Espero las disfruten y puedan acompañarme en los siguientes viajes. No olviden seguirme en Facebook, en Instagram y dejar sus comentarios
6. Las camas
Aunque siempre que estoy de viaje, llego lo suficientemente cansada como para dormir en cualquier lugar, debo decir que en los lugares de Japón donde se dormía de manera "tradicional" descansé como nunca. Me encantó la distribución normal de un cuarto. Como pueden ver en la foto, la distribución del cuarto tiene un pequeño comedor sobre esteras. Este mismo se va a reacomodar en la noche para poner la "cama".
La cama es una colchonetica muy delgada, y encima va el futón. Luego de eso van las sábanas y por último la colcha. Una forma de vida minimalista, bastante práctica y que me dejó antojada (ojalá encuentre una así en otro lado).

7. La tranquilidad
Evidentemente Japón tiene muchas ciudades y lugares con diferentes niveles de estrés, pero siempre hay chance de encontrar un sitio que transmita tranquilidad.
Los templos y los santuarios, que se encuentran mucho, son el lugar más común para hacerlo, pero en general los museos, el metro, los restaurantes (que no tengan mucho turista extranjero), los parques (que siempre están muy bien cuidados y que lastimosamente no tienen mucho chance para acostarse en el pasto) son muy tranquilos. 
Además la seguridad es algo que se da por sentado, así que poder caminar a cualquier hora por las calles, subirse al metro sin estar pendiente de los bolsillos o de la maleta, caminar relajados por la calle, es un plus que le vemos los que vivimos en Latinoamérica. 

8. Los baños
Sí, definitivamente tenía que incluirlos en las cosas que extraño. Los baños son una cosa espectacular, y como mucha gente me ha dicho, el lío debe ser que para los pobres japoneses cuando salen del país. 
La experiencia es completa, la mayoría de ellos están muy muy muy limpios. Si es público o está en un centro comercial, va a tener por dentro una sillita para asegurar a los bebés, va a tener donde poner y colgar las cosas que lleves. Muchos tienen un líquido desinfectante con toallitas, para
que se pueda limpiar, y también protectores de papel. 
Al sentarse pasan dos cosas, se nota que el bizcocho está tibio y empiezan a sonar pajaritos o fuentes (privacy, dice en muchos de los controles); es posible cambiar la temperatura y el sonido.
Por último es posible usar dos tipos de bidet, uno para mujeres, y otro para todos, o en términos más cercanos, la duchita para el uno y para el dos (no se preocupen el agua sale a temperatura perfecta). Por último, y para despejar las dudas de mucho, también hay papel, pero la idea es que sea complementario al proceso y se pone dentro de la taza, no en la basura (la basura es exclusivamente para las cosas que no se pueden poner en la taza). 

9. La ropa
Esta es una de las cosas más encantadoras por donde se le mire. Primero que nada hay que hablar de las Yukatas y Kimonos. Para los japoneses son las prendas elegantes por excelencia, los usan para ocasiones especiales, para cuando quieren verse muy formales o para tomarse fotos (esto es algo que hacen mucho, vestirse y maquillarse de manera muy bonita para ir a algún lugar y tomarse fotos (incluso si eso implica subir montañas en tacones). 
La moda en Japón, sobre todo en ciertas zonas de Tokyo, es un espectáculo. Lo más importante de todo es que a nadie le interesa mucho cómo va vestido el otro. Es muy común ver a las mujeres con pantalones muy anchos y de tiro largo (hasta compré uno de esos), tacones con media tobillera y pantalones salta charco, como también mujeres disfrazadas de algún anime, o demasiado maquilladas. 

10. Las rarezas
Hablar de rarezas en Japón podría tomarme muchas entradas, pero lo que quiero resaltar es que es imposible no estar sorprendido todo el tiempo. En Akihabara es muy común ver mujeres por todo lado vestidas de algo y repartiendo volantes, pero ¿qué ofrecen? No es una sola cosa. Algunas promocionan algún café donde las mujeres están vestidas de muñecas. Otras promocionan sitios de maquillaje donde te visten como alguna de las princesas de Disney, por ejemplo. 
Ver budistas en pantaloncillos en la calle, ancianas vestidas y peinadas a modo punk, letreros públicos de damas de compañía, piscinas hechas con vino, venados que se te acercan a pedir comida, cangrejos gigantes en la pared de un restaurante, un público inmenso para las tiendas de máquinas para atrapar muñecos, pescado cubierto de chocolate, bosques de bambú, trenes de velocidades increíbles, templos de oro, robots que atienden tiendas. Pero lo más raro es la amabilidad de la gente, la confianza en otro. Eso lo hemos venido perdiendo entre tanto afán y miedo.




sábado, 3 de junio de 2017

10 cosas que siempre voy a extrañar de Japón (Parte 1)


No puedo decir que haya sido el mejor destino, o el lugar que más me gusta en el mundo. A medida de que viajo me doy cuenta de que cada lugar tiene un encanto único, imposible de comparar con otro, o de calificar. Lo que sí es seguro es que Japón ha sido el lugar más extraño que he visitado, que me sacó de mi zona de confort, me arrancó sonrisas, me llenó de experiencias y emociones. Espero lograr las palabras para contar todo lo que allí sucedió, transmitir el miedo que me daba llegar "tan lejos" y lo posible que es ir a donde se quiera en el mundo y en la vida, siempre y cuando se desee y se tengan las suficientes ganas de lograrlo (miren que digo ganas y no dinero o tiempo... esos dos llegan con las ganas, estoy segura).
Por ahora quiero compartir las cosas que extraño y siempre extrañaré de Japón (la mejor excusa para volver).



  1. La gente
Yo sé que cada lugar del mundo tiene su personalidad, que la gente tiene costumbres, tradiciones y comportamientos particulares, pero Japón, definitivamente, es otro planeta. Sé que hay gente muy amable en todo el mundo, pero la generosidad y la "buena onda" parece más bien una generalidad que una excepción. 
Casi a cualquier persona que le preguntes, estará dispuesta a ayudarte, inclusive si no habla inglés.
Yo estuve tomando algunas clases de japonés por Youtube, pero de ahí a la práctica, hay un universo. De cualquier manera, y por respeto al lugar al que voy, intento al menos saber lo básico (preguntar si hablan inglés, saludar, pedir perdón, por favor, gracias, dónde queda, etc. Lo básico). Esto, definitivamente, abre las puertas. Cada vez que le pregunté a un japonés cómo estaba, sonrió; se alegraban de escucharme pedir por favor y decirles que era un placer conocerlos. Sus expresiones de felicidad siempre me alegraron el día.
Otra cosa que me sucedió muy a menudo, era preguntar una ubicación y en lugar de recibir indicaciones, ver como la persona dejaba de hacer lo que estaba haciendo para llevarnos hasta la puerta del lugar. 
La mujer de la foto, una vendedora en un templo de Miyajima, nos regaló dulces, nos hizo descuento, nos pidió fotos, intentó hablar con nosotras en su intento de inglés y mi intento de japonés, usando como interprete a otro de los vendedores, que gustoso se preguntaba por nuestra cultura.
Muchas de las cosas que dicen los japoneses no son con palabras, si te chocan se disculpan haciendo una reverencia, y siempre agradecen cuando compras, o incluso cuando el que tendría que dar las gracias, sería uno. En verdad se entristecían cuando no se podían comunicar. Incluso encontramos gente que compartió su comida con nosotras, y una pareja de adultos que me obsequiaron una pluma al saber de mis intentos por ser escritora.

2. Los templos
Caminar y encontrarse un templo es de lo más común, en especial en Kioto. Los hay, en especial, sintoístas y budistas, y se encuentran de todo tipo: los concurridos, los solitarios, los silenciosos, pero todos ellos tienen la magia de bongs resonando hasta llevar las peticiones de los fervientes oradores a los dioses. Muchos de ellos rodeados de fuentes de agua, iluminados con lámparas cargadas de deseos escritos en la hermosa caligrafía japonesa. 
Cada uno de ellos me permitió reflexionar al ver a cada uno de los fieles cerrar con fuerza sus ojos para que un día sus ruegos sean contestados. Lo hice también, muchas veces más agradecida por lo que la vida me da que por lo que me falta. 
El ritual de lavarse las manos antes de entrar me recordaba la importancia de disponerse, de estar libre de prejuicios para recibir la enseñanza que cada lugar trae. En cada uno de ellos (incluso en los que estaban repletos de turistas) pude sentir tranquilidad, tuve la oportunidad de parar el veloz recorrido para contemplar la arquitectura, para disfrutar de las fuentes cayendo, de la música que sonaba sin un emisor visible, de las esculturas que sonreían, o serias contemplaban lo que sucedía alrededor.
En los templos es posible comprar también amuletos para las diferentes carencias que se tienen, y viéndolos me di cuenta de que todos carecemos y sufrimos por lo mismo: amor, prosperidad, suerte, dinero, inteligencia, virtud, paciencia y salud (estos amuletos son los más caros de todos... y también permite reflexionar sobre la vida que se lleva, ¿no?).

3. El transporte
Podría ser una cuestión de ser latinoamericana o colombiana (específicamente), que el tema de los transportes me tocan tanto el corazón (jejeje). Los trenes (¡y los buses!) puntuales. No niego que al principio es un poco difícil orientarse y entender el sistema, las rutas, las líneas, pero una vez que se entiende, es bastante fácil y rápido moverse de un lado a otro, que no hay sorpresas. Sí, hay horas picos y el transporte se llena, pero la gente es más bien respetuosa para que los que los pasajeros se bajen, y al subir no se comportan como bestias hambrientas (tampoco son muy pacientes, sobre todo en las horas pico, si hay que entrar, entran). 
El transporte es bastante caro y depende de la zona a la que vayas (se cobra por distancia). Se compra una tarjeta por 500 yenes (ese dinero se puede recuperar cuando ya no se quiera la tarjeta), y se recarga en cualquier estación. Sirve en todo el país, exceptuando algunas compañías de bus. 
Si no se tiene tarjeta es posible comprar tiquetes, teniendo en cuenta del lugar de origen y destino. Los buses también se pueden pagar en efectivo (cada bus tiene una máquina que cuenta las monedas), y en caso de no tener el cambio exacto, los buses tienen en la misma máquina, la posibilidad de cambiar billetes de 1000 yenes en monedas. 
Todo está conectado, y es posible pasar de tren, a metro, a bus, a ferry, y todo de manera muy coordinada. Moverse con google maps es bastante sencillo y certero. 
4. La comida
Sí, sí, sushi! Pero solamente para empezar. La increíble gastronomía japonesa no se termina. Okonimayaki fue mi favorito (pasta con huevo, vegetales, una tortilla, un disimulado baño de soya dulce y encima las combinaciones que se imaginen) preparado frente a ti, los pinchos que se encuentran en los bares y van de calamar hasta banano tempura. La comida rápida por excelencia, el takoyaki, bolitas de masa con pulpo en la mitad, acompañada de soya y atún seco. El ramen, con sus diferentes tipos de fideos y su particularidad en cada región. Los helados de sakura, de té, de sake. ¡Ni para qué sigo!

5. El manga y animé por doquier
En la publicidad de los buses, los comerciales de televisión, los avisos de los restaurantes y lo más importante ¡en la gente!
En el metro la gente va siempre muy silenciosa, casi todos pegados de sus celulares o tabletas, y es imposible evitar notar que todos, incluso los ancianos, van leyendo algún tipo de manga o viendo un animé. Hace parte de su cultura, y siempre que alguien veía mi camiseta de Totoro o hablábamos sobre alguna caricatura clásica (Dragon ball, Super campeones, Ranma 1/2), se emocionaban visiblemente, y es que en definitiva no se puede estar en Japón y desconocer que el manga y el animé no son "muñequitos" para divertir a los niños, sino una representación de lo que son como país. 
Gracias a todo el anime logré entender muchas cosas que en mi niñez parecieron extravagantes, se vieron reales. ¿Recuerdan al padre y las niñas bañándose desnudos en Totoro? Bueno, los Onsen, los baños públicos, en su mayoría, se usan estando desnudos (de esto prometo hablar más a fondo en otra entrada). 
¿Recuerdan los hermosos uniformes de Sailor Moon? Los uniformes de los colegios son así, con moñitos y chaquetones.
¿Recuerdan que Gokú se presentaba descalzo dentro de la casa de Rochi? Bueno, en la mayoría de templos, hostales y casas, es necesario quitarse los zapatos para entrar (son muchas las razones, y prometo también ponerlo en una entrada).
¿Recuerdan en Ranma 1/2 que los cuartos se separaban con paneles de papel? Tal cual son las casas tradicionales, y se conservan muchos lugares con las mismas escenas.