Cuenca: El pasado y el presente en un mismo lugar
Cuenca enfrenta cientos de años en una sola ciudad. Resquicios indígenas se pueden ver mientras se camina por ella, la arquitectura colonial y la herencia española están presentes en toda la ciudad, la colonia, la modernidad, todas revueltas por la ciudad. Llegamos muy en la madrugada y nos costó encontrar un taxi que nos llevara a la ubicación del Airbnb que nos esperaba (no porque fuera lejos ni mal ubicado, sino porque las calles tienen nombres y no números... y si los taxis no saben por dónde es, uno queda fregado). Por fin, nuestro anfitrión, y por medio del chat, logró darle un par de pistas al conductor, y nos recibió con su muy buena onda.
Una ventaja notable de quedarse en Airbnb, en la mayoría de los casos, es que el anfitrión vive en la ciudad y está dispuesto a regalarte unos minutos para decirte a dónde ir, qué conocer, darte un mapa o las indicaciones necesarias, como lo fue en este caso (yo sé que parece que a veces hiciera publicidad, pero no me pagan jejeje, solo me gusta mostrar lo que funciona bien en los viajes para mí).
Bueno, después de tener los tips salimos a conocer la ciudad como se debe: a pie. Y primero, lo primero, salimos a desayunar con algo que me había llamado la atención desde que vi el mapa de Cuenca por primera vez: Wafles Belgas. El instinto me llamó y caminamos hasta llegar a un bonito puesto atendido por su propietario, un belga de nacimiento y feliz residente de Ecuador. Lo más bonito del puesto es que queda dentro del Jardín botánico de la ciudad... y bueno, en la foto ya verán el resto de las razones por las que me enamoró el lugar.
Con la barriga llena y el corazón contento, nos fuimos a seguir caminando y encontré la segunda cosa que me pareció muy interesante, tal vez de lo que más me llamó la atención. Cuando se lo mencioné a mi compañero a él no se le hizo raro, ¿que pase un río por la mitad de la ciudad es raro? Sí, si es un río limpio. Entonces, el cemento de la ciudad clásica de repente se vio reverdecido.
Caminamos entre un clima muy similar al de Bogotá, para revolvernos nos recuerdos, y llegamos hasta el centro, muy clásico, muy español.
Entramos por un dólar, y empezamos a recorrer la iglesia y dimos con la casualidad de que un tour estaba empezando, así que seguimos de cerca al grupo. El mismo estaba descendiendo a la cripta, pues la catedral tiene la particularidad de guardar a sus muertos en el sótano. Y estábamos disfrutando del recorrido cuando el guía se nos acercó solicitando los boletos... aparentemente teníamos que haber pagado un importe adicional por el recorrido. Nos disculpamos y le advertimos que no queríamos pagar 5 dólares adicionales (eso cuesta el recorrido), pero sí queríamos subir a las cúpulas (eso son solo 2 dólares de más). Y subimos cuando el guía ya estaba terminando de contar las historias.
Algunos extranjeros se quejaban del día opaco, yo disfrutaba las nubes, de los colores que dan a los edificios las sombras, los pequeños rayos de luz que se colaban. El guía nos miraba como sintiéndose mal por habernos sacado del tour (y nosotros achantados por habernos negado a pagarle el tour completo), y al final resultó charlando con mi compañero, mostrándome sitios de la ciudad y de la vista. Y yo suspiré, me alegró saber que hay gente todavía a la que le interesan los sentimientos ajenos... eso a veces se nos pierde en un mundo egoísta y competitivo que nos pide ganar más, ser mejores que el otro, saber más, resaltar, etc, etc. Se nos olvidan los otros, pero a veces se conocen esos que saben empatizar con un desconocido.
El mercado, por otro lado, es uno de los sitios que más se puede catalogar como empático, ahora que lo pienso. Y es que si uno va a una hora donde haya demasiado movimiento, lo atienden como rey. Doña Carmita me vio la cara de no me gustaba su menú y empezó a ofrecerme otras cosas, preguntó cómo se llamaba el pescado que vendía, me cambió el arroz por una ensalada y me fue preguntando si le ponía esto y lo otro, si quería tomar esto o aquello.
Y yo encantada... como me encanto en todas y cada una de las plazas de mercado de Latinoamérica, porque los colores, los olores, los vendedores son únicos. Y no, me negué a irme de cualquier lugar sin visitar un lugar tan icónico como éste. Y no conozco un sitio más ideal para conocer a la ciudad completa que su plaza de mercado. El acento, los vendedores, los compradores, el orden, la regateada, la cara de "turista" (por no decir bobo) que te ven... varias veces saqué un muy buen precio, y cuando llega un local le dan un mejor precio sin que negocie (y ahí es cuando se le van a uno la ínfulas de melassétodas).
De salida del mercado también hay que ir a otros "mercados", y son los cafés y tiendas locales que dan muestra del otro lado de la moneda, de los que intentan ponerse al día con tendencias, como la los café. Y acá hago una aclaración por algo que me sucedió en Ollantaytampo (luego escribiré detalladamente del lugar). En un momento empezó a llover en medio de la nada, después de no poder entrar a unas ruinas, y buscamos un café. Lo que vendían era muy caro, el que atendía era un joven francés, quien coincidió con nosotros en que los precios eran precios de "gringo".
Entonces yo me pregunté por qué habíamos entrado ahí y no a otro lugar con lugareños, y la respuesta era simple, a veces uno no se siente tan cómodo en esos lugares. Y sí, viajar es un momento en el que sales de la zona de confort para buscar nuevas experiencias, pero a veces necesitas sentirte en "casa". Esos cafés que vienen con tendencias nuevas, con comodidades, con menús parecidos en todo el mundo lo que buscan es hacer sentir cómodos a los viajeros e internacionales a los locales. Ahí me senté a leer a Dostoievsky, mientras veía las calles coloniales.
Después de que salimos decidimos salir de nuevo de nuestra comodidad y seguir entendiendo este hermoso lugar, por lo que recorrimos calles, vimos matrimonios en las iglesias, y al final, guiados por música y fuegos artificiales, nos unimos a los feligreses en una procesión que seguimos hasta el final para que mi compañero se pudiera tomar una foto con la ardilla. Sí, dentro de la marcha de gente había un hombre (o mujer) disfrazado de ardilla. ¿La razón? No la sé, nadie parecía sorprendido, así que nosotros no preguntamos. ¿Alguien sabe qué hace una ardilla en una procesión? (Les debo la foto :( no la saqué)
Para terminar me permito contarles de otros lugares que no se pueden perder en Cuenca: El Turi (muy arriba y desde donde pueden ver toda la ciudad), el museo de Cuenca (o cualquiera de ellos, la entrada es gratis), y las hermosas y clásicas catedrales. Gracias por leer, no se les olvide seguirme en Facebook e Instagram.
No hay comentarios: