domingo, 25 de septiembre de 2016

Un castillo para el pueblo y la primera frontera

Catedral de las Lajas (ahí estoy yo, muy chiquitica)
 Después de Pasto tomamos un bus a Ipiales, una ciudad fronteriza, con todos los pros y contras que tiene una ciudad de este tipo. Hay mucho movimiento, mucho comercio, mucha gente, y el trato no es tan amable como un podría pedir después de venir de Pasto. Una ciudad muy movida, por eso decidimos que no queríamos quedarnos ahí. Y nos preguntamos si no sería posible quedarnos en las Lajas. La gente no nos supo responder muy bien, así que agarramos maletas y nos arriesgamos; la respuesta para los que quieran ir allá es positiva: se puede e incluso es más barato. Una habitación está por el orden de los  $35000 con agua caliente, baño privado y WiFi.
Este es uno de los destinos que había yo soñado también, del que mi mamá se había alegrado mucho de conocer. Una catedral entre las montañas, en medio de las rocas, un castillo que guarda diferentes arquitecturas, según iban completando los sacerdotes de turno.
Petición a la virgen de las Lajas
De alguna manera cada sacerdote logró que el pueblo trabajara muy duro y que las familias ayudaran con esta increíble construcciones. Para los indígenas y campesinos de la época resultaba un privilegio tener en sus tierras la iglesia dedicada a la Señora de las Lajas. La historia de la virgen es que una campesina estaba regresando a su casa, con su hija, pero una fuerte tormenta las sorprendió en medio de la nada y tuvieron que refugiarse en una especie de cueva en la roca, arriesgándose así a ser devoradas por algún animal. Pero la niña, de repente le dijo a la mamá: la mestiza me llama. Y era la virgen prometiéndoles que las cuidaría.
Por mucho tiempo la gente ha hecho multitudinarias peregrinaciones para hacer peticiones especiales a la virgen, y de entre muchas de ellas tomé una fotografía que me pareció hermosa; no es un cambio de me porto bien si me curas, sino una condición, si crees que voy a ser bueno, cúrame.
No quiero preguntarme mucho sobre las necesidades de un pueblo, de las prioridades que hacen construir una Iglesia, en cambio quiero confesar que me siento feliz de que el movimiento que sea cree tremendas obras de artes, museos vivos, que no solamente hablan de diseños, de sueños, de ideas, sino de la fe y la fortaleza de un pueblo para lograr una obra tan magna.
Los vitrales tienen colores impresionantes, que registran todas las vírgenes de todo el mundo, con sus respectivas historias. También se encuentran pasajes importantes de la Biblia, necesarios siempre para grabar ideas en las personas, para enseñarles y recordarles a aquellos indígenas y campesinos que no sabían leer, que había un poder superior y que funcionaba de cierta manera. Techos altos que recuerdan la dependencia humana.
Además de la magna construcción religiosa, en la parte subterránea se encuentra el museo de la Catedral que habla de la construcción, pero que también guarda objetos encontrados en el lugar y algunos otros donados por aquellos que deseaban ser partícipes activos de la construcción constante de su templo. También hay algo del conocimiento que se ha venido perdiendo con el tiempo, del conocimiento de los indígenas sobre el universo, la vida y el tiempo. De sus plantaciones, de ese conocimiento que viene desapareciendo, al igual que el lazo que nos une con la tierra.
Y me parecen ahora muy curioso, después de haber visto algunas ruinas en Perú (y es que acá los Moches construían templos, los Chimus luego construían sus templos encima, luego los Incas hacían lo mismo en el mismo lugar, y después los españoles fijaban sus iglesias encima),  es que una piedra de ritos indígenas se encuentra en el camino del río debajo de la Catedral, como si la energía de los ritos siguiera en el mismo sitio, algún poder que no entendemos pero sí sentimos, y como humanos buscamos adorar la fuerza poderosa, tenga el nombre o la figura que sea.

Las tiendas estaban repletas de golosinas que yo no veía desde mis más tiernos años (y sí, me acabé en un día la pirámide de dulce, y sí, mi hermana tenía razón, esos ositos sabían a jarabe). Me da pena no poder llevar otras cositas de recuerdos, como pequeñas catedrales talladas en piedra, pero ahora mismo estoy entendiendo la importancia de viajar ligero... y a veces pienso que también es una enseñanza de vida y no solo de viaje.
Partimos después de ver la magnitud de la catedral de día y de noche, de las peregrinaciones, de canciones que siempre me hacen pensar en mi mamá y mi abuela (esas dedicadas a la virgen y que hablan de que una madre siempre espera... si alguien tiene el datico de la canción, le agradezco), de la fe de las personas encendiendo las velas, del asombro de los niños a la entrada de la catedral, a la luz de las velas de colores, de la pasión con la que se arrodillan a las imágenes que les recuerdan su fe, sus creencias, sus pasiones.
Nos devolvimos a Ipiales, cargados de maletas, a hacer las vueltas correspondientes antes de cruzar la frontera, a hacer las últimas llamadas con sim colombiana. A, de alguna manera, recibir la bendición de nuestras familias antes de cruzar la frontera. A recibir fuerza y bendiciones: ahora sí comenzaba la aventura.
La primera frontera.
Ahora sí pongámonos prácticos, para todos aquellos que no saben cómo es esta historia de cruzar una frontera por tierra.
Algunas advertencias que nos hicieron, era que no cambiáramos dólares con colombianos en la frontera (me da pena tener que decirlo, pero aparentemente es más seguro hacerlo con ecuatorianos, o simplemente, como hicimos nosotros, llevar ya listo el dinero).
Hay unos carros que lo llevan a uno hasta Inmigración, ahí se debe hacer una fila que depende del día y la hora se vuelve o no complicado (es mejor ir con tiempo y mucha paciencia). La primera fila es para entrar, y la segunda es para sellar el pasaporte (de cualquier manera tampoco es muy complicada esta fila, no tanto como la de Ecuador a Colombia, pues nuestras actuales economías hacen que sea bastante barato para los ecuatorianos ir a hacer compras a nuestro país).
Las preguntas son las normales, cuánto tiempo, para dónde, para qué. Luego de observar miles de historias de los viajeros (un espectáculo de variedad), hay que pasar caminando el puente, hasta donde se pueden tomar unos carritos que te llevan al lugar donde puedes tomar otro transporte que te lleve a Tulcán, nuestro primer destino en Ecuador.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Yo no me quería ir de Pasto

Café del parque

Hay una lista infinita de cosas por las que uno se enamora perdidamente de Pasto, por las que el "Bienvenido a la ciudad sorpresa" cobra sentido cuando vives la ciudad, por las que dejarse sorprender es el mejor negocio en la capital nariñense. En este post quiero intentar nombrar algunas. Permítanme tomar aire e intentar escribir con las ganas volver que tengo.

Restaurantes y cafés.
No, nos son en lo absoluto algo fuera de lo común, diría uno al verlos por fuera, pero cuando uno entra, la cosa cambia. Las personas de Pasto son increíblemente atentas y serviciales, hacerlo sentir cómodo a uno es una de sus prioridades.
Los cafés alrededor de la plaza tienen todo algún atractivo, la decoración, el ambiente. Al ladito del Café del parque hay un sitio de empanadas de llamado Maiz con masa reposada (empanadas de añejo) ¡Una delicia que no hay que perderse!
Si uno se va por los típicos, hay sitios especializados en cuy (definitivamente no es de mis favoritos, pero no se fijen en mi opinión, yo soy más bien fregadita pa comer). Por la 40 se encuentra la calle donde mejor se puede comer el plato típico (si quieren comerlo sin cabeza, tienen que aclarar la cosa). Yo disfruté más de la picada pastusa que tiene cerdo a modo de masitas.
Además de estos platos, no sobra ir a comer lapingachos, que son básicamente torticas de papa y queso, también por esos lares se sigue colando alguito de champus, y el helado de paila que se empieza a poner entre los platos típicos de la región.
Y sí, la oferta para la boca es mucha, pero no se compara con la oferta cultural.
Por supuesto no puedo dejar por fuera "La catedral", que además tiene una pizzería (a la que nos llevaron unos amigos para celebrar el cumpleaños de mi compañero) en otro lado de la ciudad, de pizza hecha en horno de barro, con leña. La palabra deliciosa se queda corta.

Cultura.
Si empezamos por las iglesias, estamos hablando de museos impresionantes. El trabajo en madera es increíble, sorprendente... yo sé que uno no se fija mucho en esas cosas, pero acercarse a los detalles de iglesias como la de Santo Domingo, resulta dejándolo a uno anonadado.
El arte gótico, los murales, los frescos, los arcos, los rosetones, todo habla de una cultura, de una tradición, de un pueblo, de nosotros. Pero al mismo tiempo habla de cómo el arte ha sobrevivido y se ha adaptado. ¿Que al artista le pagan por hacer cosas religiosas? El artista muestra su arte en las iglesias. Así pueden comer y patrocinarse otras creaciones. Puede ser también el caso de uno de los maestros más impresionantes de Pasto, uno que puede ser muy conocido: el maestro Zambrano. Él ya murió hace muchos años, pero sus hijos tienen el legado a cuestas y mantienen su impresionante hogar como un museo de libre entrada.
Además de sus increíbles creaciones, tienen una colección basta de objetos de la colonia, y hallazgos arqueológicos de la era de los pastos (Ah, sí, Pasto recibe su nombre de estos personajes guerreros).
Pero, me quedo un poquito más hablando de las creaciones, y recomiendo que cualquier trabajo que quieran en madera se lo encarguen a este taller, como ya mencioné, los hijos siguen tallando con una técnica asombrosa (seguramente serán ellos los que me provean el siguiente regalo para mi mamá, porque además hacen envíos a cualquier parte, previo pago). Les dejo los datos por si se les antoja algo:
Calle 20 # 29-78, tel 7312837, 3007790777 y correo: hernandozambrano@gmail.com
Y si pasan por Pasto, no olviden visitar el museo, no se arrepienten. Las obras originales, en su mayoría, tienen el rastro rústico del cincel (esa es la muestra pura del trabajo manual, de la fuerza y el trabajo del artista sobre la madera).
Y aunque Pasto es una ciudad muy religiosa esto no quiere decir que se limite a ello.
Los museos dan cuenta de lo mismo.
Por mera casualidad llegamos a un museo, el Juan Lorenzo Lucero, montado en una casa donada, con muchos objetos donados, y un grupo de jóvenes guías que saben cómo guiar a los visitantes por la historia Nariñense.
De nuevo sus palabras mostraron que este pueblo es directo descendiente de nuestros antepasados los Pastos, tribu guerrera, matriarcado, conocedores del buen uso de las plantas (entre ellas la coca, y se puede ver en las esculturas con el bultito en el cachete).
Y lo que siempre me sorprenderá de Pasto es que son de los pocos colombianos (y latinoamericanos) que tienen en claro lo que fue realmente Simón Bolivar, el falso libertador, y ¿cómo no? Fueron sus antepasados los que sufrieron de las vejaciones, los exterminios, las violaciones del mal llamado Libertador. Son ellos los que han abierto los ojos con respecto a la influencia de la religión en nuestro proceder, en la política, el uso publicitario que se le ha dado a los santos para dirigir la mente del ciudadano común.

Por otro lado, es necesario resaltar que en la plaza principal se encuentra una librería (Lyra) donde los libros escritos por nariñenses tienen un precio estándar de 10 mil pesos, lo que hace accesible la literatura de la región, mucha de pensadores e historiadores. Pero, por favor, si se pasan por Pasto, no olviden visitar el museo y de paso la librería con la estatua de Gabo (también me conquistó por ese lado).
Bueno, pero además de la cultura hay que tener en cuenta que Pasto es algo más, Pasto es...

Fiesta.
El museo del Carnaval muestra que Pasto también es fiesta, música e interpretaciones artísticas de la vida, crítica, diversión, todo en el mismo paquete. Tuve la gran fortuna, el gusto, la emoción de encontrar una carroza alegórica a uno de mis nuevos libros favoritos "La carroza de Bolivar" de Evelio Rosero (uno de los mejores escritores vivos que tiene nuestra patria), y que efectivamente toca el tema de los carnavales de Pasto: sobre todo el de Negros y Blancos, pero no neguemos que desde el 28 de diciembre Pasto parece ser una rumba sin fin (no he estado, pero les creo a los que han asistido), y no me puedo imaginar las calles invadidas de carrozas como estas, muy bien realizadas.
La gente.
Café La Catedral
Este es, tal vez el punto que más influye. Ese acento rítmico y sonoro, poner en diminutivo casi todas las palabras. ¿No es encantador? Todos te ofrecen, te ayudan, te saludan. Una costumbre impropia de ciudad, me parece a mí.
En un café se confabularon conmigo para darme un pequeño pastel a escondidas (para el cumpleaños de mi compañero), y para ello cambiaron la factura y demás (muchas molestias para darme gusto).
Y no solo son ellos, los propios de la ciudad, parece que esta amabilidad y es contagiosa, pues a los que no son pastenses (el verdadero gentilicio de la ciudad, pues el pastuso data de los días de Bolívar, quien se burlaba de la rebeldía de los del lugar haciéndoles fama de brutos... ya sabemos que no hay nada más alejado de la realidad que decir que los "pastusos" son tontos) parece pegárseles la gentileza de los locales.
Entre los meseros que me atendieron, hubo uno de Manizales que se comportaba muy servicial, haciendo venias y todo (ojo que no digo que los de Manizales no lo sean, estoy de acuerdo con que son de los más dulces de Colombia, pero los pastusos tienen su manera especial de atender). 
Por otro lado, tuve la suerte de conocer a Maria Cristina (una mujer hermosa y talentosa, felizmente casada con un pastusito, y enamorada de la tierra y de su local, que además vive al lado del Galeras), y a Javier (un ex integrante de los carrangueros, de corazón de oro y de los mejores humores que conozco), también Mauricio, el hermano de un amigo, que con gusto y virtualmente nos guió por los sitios que teníamos que visitar; todos ellos nos recibieron mostrándonos la ciudad y su corazón de paso, yo sé que es su naturaleza son gentiles, pero no pueden negar que la ciudad ha influenciado aún más y amplificado la belleza de su ser. Para ellos debe ser un reto dejar una ciudad como esta, me imagino. Y en nuestro corazón, los extrañamos todo el tiempo, y los recordamos con todo el cariño del mundo. 
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jueves, 8 de septiembre de 2016

¿Cómo no enamorarse de pasto? La tierra del diminutivo

La pregunta la hago a propósito porque no me la me he podido responder. Aunque tenía curiosidad por conocer la ciudad, no entendí por qué la llamaban la ciudad sorpresa hasta que no quería salir de ella. Si uno ve fotos, sinceramente, no ve nada de raro, parece una ciudad muy normal, con muchas iglesias, con un par de plazas, gente moviéndose, pero los días allí me hicieron amar cada vez más la ciudad y el departamento de Nariño.
Hostal Koala
Entendí cuando Aurelio Arturo hablaba de las naciones donde el verde es de todos los colores. Las montañas parecen una colcha tejida por alguna abuela, llena de retazos de diferentes verdes cubriendo los campos y las montañas. Esa es la introducción a esta tierra. Pero vamos en orden.
Gloria nos despidió en el terminal de transportes, donde fueron necesarias alrededor de 5 horas para llegar a Pasto (con el paisaje que ya les conté). "¿Por qué queda tan lejos?, se preguntaba el conductor que ya llevaba horas varias horas (desde Medellín) haciendo el recorrido. El viaje fue uno de los más curiosos, pues en un rato de viaje se acercó un paisa y preguntó si ya íbamos a llegar a Popayán. Ellos dijeron que habían parado por mucho tiempo, que habían gritado. Luego del disgusto del hombre que parecía poseído por varias noches de sustancias nocivas, pasó lo mismo con 3 personas más, todas abandonadas por su destino. "¿Qué es lo que están dando atrás?", decía el ayudante, que no entendía el sueño pesado de sus pasajeros.
Luego de muchas risas, llegamos al terminal desde donde tomamos un taxi que nos llevó al hostal recomendado: Koala.
Si quieren ir, tengan en cuenta que es muy engañoso, por fuera se ve feíto (una puerta chiquita y unas escaleras engañosas), pero por dentro es una casa que guarda años de historia y resulta ser muy amañadora. La estadía suele costar de 25000 a 50000 por noche, con baño privado y agua caliente.
Parque natural en la laguna
Lo primero, me parece a mí, que hay que hacer, es conocer los alrededores. Laguna Cocha, por supuesto. A cuarenta minutos es posible llegar en unos carritos y uno no se cree nada de lo que pasa en este lugar.
Las casitas de madera coloreadas parecen de mentiras, de cuento de hadas, y el reflejo en el agua termina de dar el toque de irrealidad.
Cuando le envié la foto a mi familia, mi mamá describió a la perfección el paisaje que se puede ver "la Venecia colombiana".
La cantidad de barquitas bien cuidadas, guardan el hermoso paisaje lugar. Es posible tomar una de ellas para un recorrido por la laguna (que incluye una parada en uno de los parques naturales de Colombia, en medio de la laguna, un lugar precioso para perderse por un rato entre colibríes y varias especies de animales y plantas).
El recorrido cuesta 35000 (y tratar de negociar es perder el tiempo), pero puede llevar hasta 7 personas, por lo que es posible hablar con otros turistas hasta hacer un grupo más grande y así dividir costos. Nosotros dimos con una jovencita de 23 años, inglesa y estudiante de vacaciones. Estaba en Ecuador pero mucha gente le dijo que sería mejor ir a Colombia. Ella andaba en búsqueda de sol y calor, así que Pasto no fue el descubrimiento que quería, pero estaba bastante emocionada.
Lo siguiente a tener en cuenta es la comida. ¡LA COMIDA! La trucha se lleva la corona de la comida estrella y se puede conseguir en variedad. La normal se puede encontrar desde 6000 con sopita y jugo. Yo recomiendo buscar un lugar con la vista a la laguna, pues de sobra está claro que se tendrá una buena comida, todas las mujeres parecen tener una sazón heredada por dioses de la laguna.
Pero la laguna no es el único lugar a recorrer por las cercanías. Aunque dudé en ir o no hacerlo, al fin me convencieron. Varios coincidieron en que no me fuera sin conocer la Laguna Verde, el Azufral. Para llegar allí hay que ir hasta el municipio de Tuquerres (8000 pesos desde el terminal negociando, de vuelta sí es casi siempre 10000).
Iglesia de Túquerres
Si se va en fin de semana se puede tomar una busetica por $3000, pero nosotros, siempre descoordinados con el tiempo, y llegando entre semana, tuvimos que pagar el taxi que por 15000 cada trayecto lo deja a uno lo más cerca que se pueda (eso es en las cabañas).
Desde ese punto empieza una caminata de aproximadamente hora y media, desde los 3000 metros, hasta los 4000 sobre el nivel del mar. Es un camino bastante frío que conviene hacer lo más temprano posible para tener la mayor claridad posible (la niebla es espesa y no permite ver a muchos metros adelante).
En cada camino que yo emprendo procuro fijarme en eso mismo: el camino. Acá recuerdo a una amiga runner y bloggera (entre muchas otras cosas que es ella). La gente le pregunta muy a menudo cuándo la van a ver en un podio, y no entienden de qué progreso habla si no se lleva ningún premio "gordo".
Yo pensaba al respecto y entiendo que la gente que hace este tipo de comentarios o preguntas nunca se ha entrenado para una carrera y no entiende de triunfos. En una sociedad que nos ha enseñado a hacer dinero fácil, a ser competitivo, olvida que lo importante, lo verdaderamente importante es el camino propio, de aprendizaje y disfrute, y no la competencia con otros. Cuento esto porque mientras estábamos a, tal vez un kilómetro de llegar al mirador de la laguna, un hombre pasó acompañado de dos mujeres, visiblemente molesto. "Eso no se ve nada, está todo nublado", nos dijo rabioso.
No lo dudé ni un segundo; no me iba a devolver. Había caminado más de una hora, con el pelo ya húmedo, las piernas cansadas y el pecho ya un poco agitado. No me importaba si iba a llegar a ver solo bruma, para mí ya era suficiente recompensa haber aprendido de mí durante la caminata, ver pequeñas lagartijas, escuchar a los pájaros a pesar del frío intenso. Seguiría.
Laguna Negra

Efectivamente el mirador estaba cubierto por una niebla densa que parecía algodón, pero nuestro camino no terminaba ahí. Un puertoriqueño estaba observando el mismo paisaje con nosotros. Él llevaba un guía, que también estaba buscando el camino correcto para bajar hacia la laguna. Cuando nos vio de atrevidos bajar, se animó también y bajamos en conjunto por los complejos caminos, y con la vista tapada a más de un metro.
Laguna Verde

Hubo un momento increíblemente maravilloso en el que se despejó todo, una suerte de sol por segundos, que nos dejó ver una laguna verde hermosa. Esa es la laguna negra, indicó el guía.
Seguimos descendiendo por la vegetación hasta que nos encontramos con una laguna muy grande, que parecía rodeada de nieve, pero que en realidad era azufre. Me imaginé el viaje largo que hizo el hombre que nos encontramos en el camino, y que por impaciencia del final, no logró el final.
En este punto el frío era muy intenso (sacar las manos de los guantes era sinónimo directo de sentir las manos desmoronarse). Entonces el guía nos dijo que si habíamos tocado el agua, que si habíamos notado los pequeños cráteres que salían de la orilla, y para nuestra sorpresa, el agua era tibia, y de los pequeños cráteres salía el agua en burbujas de calor. 


Y aunque para mí ya hubiera sido suficiente el paisaje, seguimos al guía hacia los cráteres, donde nos calentamos un poquito antes de empezar el recorrido vuelta.
Cuando llegamos de nuevo a las cabañas, nos enteramos de algunas cosas que cualquier viajero debería saber. Es posible quedarse la noche en las cabañas por 18 mil por persona incluyendo alimentación. ¿Qué más?
Para terminar este día con una cereza encima del pastel, al llegar de nuevo a Tuquerres (Pronunciado tuqueyes por lo lugareños... hermoso) fuimos a la plaza de mercado para almorzar... y por 4000 pesos un almuerzo completo nos conquistó. Y es que si ven la foto, se pueden hacer una idea de por qué resulta tan bueno el almuerzo en estos lados.