Esta caminara fue muy interesante, pude concentrarme en el panorama gran parte del tiempo y me sentía un poco como Frodo.
Atravesamos ríos, paisajes muy verdes y otros también llenos de barro. En un punto Marrón, el guía, nos pidió que nos detuviéramos para apreciar de cerca una comunidad Kogui (Y quiero que se paren un momento a ver la primera foto que fue tomada en este sitio: la mejor foto del viaje).
Esas casas tan comunes y representativas de estas tribus, no son sus casas permanentes. Son las casas de celebración, por decirlo de algún modo. Cada familia Kogui tiene un terreno donde vive, tienen su casa y sus cultivos, pero estos son los centros sociales.
En este lugar, cada comunidad tiene dos casas, la de la mujer y la del hombre. Lo anterior debido a que el hombre, encargado de la mayoría del trabajo físico, necesita descansar y la esposa y los niños pueden llegar a ser una distracción. Las casas las construye la comunidad cuando hay un matrimonio. Es la manera de darle la bienvenida a esta nueva familia. En la construcción participa toda la comunidad, desde los más pequeños hasta los más grandes. Los niños que se pueden poner de pie apenas, por ejemplo, participan en pisar el barro con el que se pegarán los maderos.
En este centro de la ciudad (El Downtown Kogui) también hay dos casas mucho más grandes que las demás, y es donde los hombres y las mujeres, por separado, se reúnen a meditar.
Las mujeres meditan mediante el tejido y los hombres mediante la hechura de collares o la manipulación de su Poporo (de esto les hablo un poquito más adelante).
Otra de las formas femeninas de meditar es mediante la manipulación de la planta sagrada: La coca.
En este centro de la ciudad (El Downtown Kogui) también hay dos casas mucho más grandes que las demás, y es donde los hombres y las mujeres, por separado, se reúnen a meditar.
Las mujeres meditan mediante el tejido y los hombres mediante la hechura de collares o la manipulación de su Poporo (de esto les hablo un poquito más adelante).
Otra de las formas femeninas de meditar es mediante la manipulación de la planta sagrada: La coca.

En la tarde nos llovió, lo que hizo al camino mucho más refrescante, pero también pesado. Ya los caminos se cubrían con una capa de barro, lo que los hacía muy resbalosos (y yo contenta con mis botas). En una de las paradas estaba deseando naranjas, y el deseo se me hizo realidad.
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Casas ocasionales Khogis |
Los niños que se ven por estos caminos (en las tiendas para los viajeros que hacemos recorridos y los locales) van aprendiendo tanto el wayuunaiky y español, y así también sus tradiciones y culturas se van mezclando.Ese día jugaba Colombia contra USA, y el más grande de los niños estaba deseoso de verlo.

Después de una caminata larga y difícil, por fin llegamos al último campamento. El campamento del Mamo, nos dijeron. Y es que el Mamo, el máximo líder espiritual, vive muy cerca, y también estábamos muy cerca de Ciudad perdida. Estábamos a solo unas horas de llegar al destino.
Una compañera de camino, tan o más adolorida que yo de la caminata, me preguntó si yo pensaba que valía la pena tanto sacrificio, y yo le respondí lo que aún creo, que el camino está lleno de revelaciones, pero no son inmediatas. Faltarán años para entenderlas.
Me envolví en las cobijas y me acosté temprano, intentando dormir. Pero es imposible dormir en tales condiciones: la humedad, la lluvia cayendo, el dolor en el dedo (un dolor palpitante), y la cercanía con Ciudad Perdida. ¡Ya estaba a mitad de camino! Estaba a una hora de la meta. Pero la cabeza estaba tratando de procesar tanto que había aprendido, cómo me había probado, y lo afortunada que era por llegar hasta ahí. Esa noche, entre todo lo que dormí, dudo recoger 2 horas.
Después de un rato de caminata, que incluyó balancearme por piedras de río con la cámara en la mano, miramos hacia arriba. Nos esperaban 1260 escalones para llegar a Teyuna. 1260 escalones de la meta.
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