Los Kogui y el camino al lugar sagrado.
Amaneció el segundo día me sentía descansada y feliz. Casi nadie había logrado dormir. Comenzamos la caminata tan pronto como desayunamos. El camino se hacía más difícil, habían dos subidas duras, según nos informaron y nosotros comprobamos. Cada una o dos horas había un descanso para comer fruta. Ver un pedazo de patilla o una piña, me emocionaba como nunca me ha emocionado la fruta.
Esta caminara fue muy interesante, pude concentrarme en el panorama gran parte del tiempo y me sentía un poco como Frodo.
Atravesamos ríos, paisajes muy verdes y otros también llenos de barro. En un punto Marrón, el guía, nos pidió que nos detuviéramos para apreciar de cerca una comunidad Kogui (Y quiero que se paren un momento a ver la primera foto que fue tomada en este sitio: la mejor foto del viaje).
Me levanté temprano y pedí a Marrón el botiquín, me preocupé por la herida que llevaba en el pie que empeoraban las horas de caminata y la humedad. Comenzamos la travesía con una botella de agua, el repelente y la emoción. Marrón estaba algo enojado con nuestra demora, creo que fuimos el último grupo en salir; entonces empecé a "componerle" vallenatos para hacerlo reír.
Después de un rato de caminata, que incluyó balancearme por piedras de río con la cámara en la mano, miramos hacia arriba. Nos esperaban 1260 escalones para llegar a Teyuna. 1260 escalones de la meta.
Esta caminara fue muy interesante, pude concentrarme en el panorama gran parte del tiempo y me sentía un poco como Frodo.
Atravesamos ríos, paisajes muy verdes y otros también llenos de barro. En un punto Marrón, el guía, nos pidió que nos detuviéramos para apreciar de cerca una comunidad Kogui (Y quiero que se paren un momento a ver la primera foto que fue tomada en este sitio: la mejor foto del viaje).
Esas casas tan comunes y representativas de estas tribus, no son sus casas permanentes. Son las casas de celebración, por decirlo de algún modo. Cada familia Kogui tiene un terreno donde vive, tienen su casa y sus cultivos, pero estos son los centros sociales.
En este lugar, cada comunidad tiene dos casas, la de la mujer y la del hombre. Lo anterior debido a que el hombre, encargado de la mayoría del trabajo físico, necesita descansar y la esposa y los niños pueden llegar a ser una distracción. Las casas las construye la comunidad cuando hay un matrimonio. Es la manera de darle la bienvenida a esta nueva familia. En la construcción participa toda la comunidad, desde los más pequeños hasta los más grandes. Los niños que se pueden poner de pie apenas, por ejemplo, participan en pisar el barro con el que se pegarán los maderos.
En este centro de la ciudad (El Downtown Kogui) también hay dos casas mucho más grandes que las demás, y es donde los hombres y las mujeres, por separado, se reúnen a meditar.
Las mujeres meditan mediante el tejido y los hombres mediante la hechura de collares o la manipulación de su Poporo (de esto les hablo un poquito más adelante).
Otra de las formas femeninas de meditar es mediante la manipulación de la planta sagrada: La coca.
En este centro de la ciudad (El Downtown Kogui) también hay dos casas mucho más grandes que las demás, y es donde los hombres y las mujeres, por separado, se reúnen a meditar.
Las mujeres meditan mediante el tejido y los hombres mediante la hechura de collares o la manipulación de su Poporo (de esto les hablo un poquito más adelante).
Otra de las formas femeninas de meditar es mediante la manipulación de la planta sagrada: La coca.
Es increíble que una planta sagrada como es esta haya sido tan tergiversada, pero su manipulación por parte de estos indígenas muestra mucho de su carácter sagrado. Los hombres no pueden arrancar las hojas, solo las mujeres, y ellas sólo arrancan las que tienen un color verde vivo (después les cuento qué se hace con las plantas). Una por una (a diferencia de la manera en la que recolectan los que tienen fines turbios, que lo hace cualquiera en cantidad). Las mujeres las van arrancando, muchas veces con los niños pequeños colgados en su cabeza dentro de una mochila tejida por ellas mismas. Van cantando y al mismo tiempo meditando.
En la tarde nos llovió, lo que hizo al camino mucho más refrescante, pero también pesado. Ya los caminos se cubrían con una capa de barro, lo que los hacía muy resbalosos (y yo contenta con mis botas). En una de las paradas estaba deseando naranjas, y el deseo se me hizo realidad.
Los niños que se ven por estos caminos (en las tiendas para los viajeros que hacemos recorridos y los locales) van aprendiendo tanto el wayuunaiky y español, y así también sus tradiciones y culturas se van mezclando.Ese día jugaba Colombia contra USA, y el más grande de los niños estaba deseoso de verlo.
En la tarde nos llovió, lo que hizo al camino mucho más refrescante, pero también pesado. Ya los caminos se cubrían con una capa de barro, lo que los hacía muy resbalosos (y yo contenta con mis botas). En una de las paradas estaba deseando naranjas, y el deseo se me hizo realidad.
Casas ocasionales Khogis |
Los niños que se ven por estos caminos (en las tiendas para los viajeros que hacemos recorridos y los locales) van aprendiendo tanto el wayuunaiky y español, y así también sus tradiciones y culturas se van mezclando.Ese día jugaba Colombia contra USA, y el más grande de los niños estaba deseoso de verlo.
El más pequeño de los niños (Ismael) llevaba una camiseta del Barcelona. Se preguntarán ustedes si es fácil distinguir un niño de una niña (si importa, pero la distinción es linda) y les voy a dar la clave (porque a veces esta edad es un poco engañosa, y ellos no siempre le cortan el pelo a los niños y se lo dejan crecer a las niñas): las niñas llevan collares hechos por el padre, mientras los niños llevan mochilas hechas por las madres. Los niños, o más bien el niño mayor, nos contó que también el padre es el responsable de hacer los utensilios y las artesanías.
Después de una caminata larga y difícil, por fin llegamos al último campamento. El campamento del Mamo, nos dijeron. Y es que el Mamo, el máximo líder espiritual, vive muy cerca, y también estábamos muy cerca de Ciudad perdida. Estábamos a solo unas horas de llegar al destino.
Una compañera de camino, tan o más adolorida que yo de la caminata, me preguntó si yo pensaba que valía la pena tanto sacrificio, y yo le respondí lo que aún creo, que el camino está lleno de revelaciones, pero no son inmediatas. Faltarán años para entenderlas.
Me envolví en las cobijas y me acosté temprano, intentando dormir. Pero es imposible dormir en tales condiciones: la humedad, la lluvia cayendo, el dolor en el dedo (un dolor palpitante), y la cercanía con Ciudad Perdida. ¡Ya estaba a mitad de camino! Estaba a una hora de la meta. Pero la cabeza estaba tratando de procesar tanto que había aprendido, cómo me había probado, y lo afortunada que era por llegar hasta ahí. Esa noche, entre todo lo que dormí, dudo recoger 2 horas.
Después de un rato de caminata, que incluyó balancearme por piedras de río con la cámara en la mano, miramos hacia arriba. Nos esperaban 1260 escalones para llegar a Teyuna. 1260 escalones de la meta.
No hay comentarios: