Reencuentros
Antes de empezar con el blog de hoy, quería hacer un par de recomendaciones para quienes quieran viajar a Palomino, un destino que se ha vuelto muy popular. Si son aficionados a la bicicleta, hay senderos que pueden seguir llevando su bicicleta o alquilándola desde $15.000. Traten de alquilar a las empresas que están sobre la carretera, pues tienen más seguridad que los que encuentran hacia la playa, que son más bien informales y a veces más careros. También, en esos mismos puestos ofrecen otros planes.Nosotros escogimos el de
Tubbing, donde lo llevan a uno por un sendero dentro de la Sierra, y después hay que caminar cargando un neumático por una hora, más o menos. El paisaje es increíble y se cruza uno constantemente con miembros de la comunidad Kogui. La naturaleza es impresionante, el aire, el clima. Es recomendable hacer la caminata temprano, llevar agua y no llevar dispositivos electrónicos que no resistan agua (por eso no tengo fotos).
Después será casi una hora descendiendo por el río Palomino
hasta su desembocadura con el mar (dependiendo del momento en el que se vaya se puede llegar en el neumático hasta el mar, si hay sequía es mejor quedarse en el puente para devolverse, de lo contrario tendrán que caminar por sectores). Por el camino se van a ver las casas de varios locales, lavando ropa, o a sus niños divirtiéndose de lo lindo.
En la carretera también hay varias opciones de comida y de desayuno más económico que yendo hacia la playa. Los puesticos de jugo también son una opción, sobretodo en un
día caluroso; los precios están alrededor de los $3.500.
De Palomino salimos para Santa Marta. Allí mi compañero tomaría un avión de vuelta a Bogotá y yo planeaba hacer un tour por ciudad perdida.
Nos bajamos en Mamatoco y tomamos un taxi para el Rodadero sur (la que parece va a ser la nueva zona "play" de Santa Marta"). Allí nos esperaba un muy buen amigo de la Universidad, con quien nos debíamos muchos encuentros. Una de las razones (o excusas) para viajar debería ser reencontrarse con los amigos. Planeamos pasar la
navidad en la Bahía, viendo las celebraciones, hablando, caminando en la arena. Después de aprovechar el 24 de diciembre para visitar a un tío que vive allá y a quien le encantan los Centros Comerciales y San Andresito (imagínense mi paseo para un 24 de diciembre), esperábamos la noche para celebrar. Pero los planes no funcionaron. Llegué al apartamento bastante enferma (seguramente alternar el calor con el aire acondicionado) y pasé la navidad metida en la cama, con fiebre, y temiendo que fuera causa del chicunguña, el dengue o el zica. La otra razón de tristeza era que se dañaban mis planes, estando débil no podría hacer una caminata de 6 días a Ciudad Perdida. Quedaría para una futura oportunidad. Mi compañero tomó el avión y mi amigo y yo nos fuimos de compras por el Rodadero, que siempre me ha parecido el mejor lugar para conseguir artesanías y la cantidad de oferta permite negociar. Algunas cosas las personalizan con los nombres o lo que uno quiera escribir.
Aunque volver a ver a un amigo es un motivo de alegría, yo
seguía medio aburrida porque no podría hacer el viaje que tanto quería, pero entonces recordé la cercanía con otro lugar mágico. Macondo, Aracataca, estaba a un poco más de una hora.
¿Han tenido uno de esos amigos que lo apoya a uno en las locuras y lo sigue a cualquier lugar improvisado? Yo sí.
Carlos, le dije, ¿Tú conoces Aracataca?
No, me dijo, y queda muy cerca.
En los meses que llevaba en Santa Marta poco ha conocido de la región. A nuestra edad el trabajo se vuelve la prioridad y casi que la vida.
¿Vamos?, le propuse, y de una vez aceptó, averiguando qué bus coger, en dónde. Y ahí, señores, encontré al segundo compañero de viaje de ese año.
Al siguiente día nos despertamos temprano. Hay varios lugares desde donde se puede tomar el bus. El terminal es solo uno de ellos.
Por $8.000 pesos se puede tomar un bus, si hay suerte con aire acondicionado. Después de 1 hora y 45 minutos se llega a la entrada del pueblo.
Ahí se puede optar por un bicitaxi que los lleve hasta el centro, pero creo yo que no es necesario, la caminata es de menos de 15 minutos a paso tortuga, y por otro lado, vimos una par de estos vehículos llenos de pequeñas cucarachas.
No fueron mariposas amarillas lo que nos recibió en Aracataca.
Tubbing, donde lo llevan a uno por un sendero dentro de la Sierra, y después hay que caminar cargando un neumático por una hora, más o menos. El paisaje es increíble y se cruza uno constantemente con miembros de la comunidad Kogui. La naturaleza es impresionante, el aire, el clima. Es recomendable hacer la caminata temprano, llevar agua y no llevar dispositivos electrónicos que no resistan agua (por eso no tengo fotos).
Después será casi una hora descendiendo por el río Palomino
hasta su desembocadura con el mar (dependiendo del momento en el que se vaya se puede llegar en el neumático hasta el mar, si hay sequía es mejor quedarse en el puente para devolverse, de lo contrario tendrán que caminar por sectores). Por el camino se van a ver las casas de varios locales, lavando ropa, o a sus niños divirtiéndose de lo lindo.
En la carretera también hay varias opciones de comida y de desayuno más económico que yendo hacia la playa. Los puesticos de jugo también son una opción, sobretodo en un
día caluroso; los precios están alrededor de los $3.500.
De Palomino salimos para Santa Marta. Allí mi compañero tomaría un avión de vuelta a Bogotá y yo planeaba hacer un tour por ciudad perdida.
Nos bajamos en Mamatoco y tomamos un taxi para el Rodadero sur (la que parece va a ser la nueva zona "play" de Santa Marta"). Allí nos esperaba un muy buen amigo de la Universidad, con quien nos debíamos muchos encuentros. Una de las razones (o excusas) para viajar debería ser reencontrarse con los amigos. Planeamos pasar la
Aunque volver a ver a un amigo es un motivo de alegría, yo
seguía medio aburrida porque no podría hacer el viaje que tanto quería, pero entonces recordé la cercanía con otro lugar mágico. Macondo, Aracataca, estaba a un poco más de una hora.
¿Han tenido uno de esos amigos que lo apoya a uno en las locuras y lo sigue a cualquier lugar improvisado? Yo sí.
Carlos, le dije, ¿Tú conoces Aracataca?
No, me dijo, y queda muy cerca.
En los meses que llevaba en Santa Marta poco ha conocido de la región. A nuestra edad el trabajo se vuelve la prioridad y casi que la vida.
¿Vamos?, le propuse, y de una vez aceptó, averiguando qué bus coger, en dónde. Y ahí, señores, encontré al segundo compañero de viaje de ese año.
Al siguiente día nos despertamos temprano. Hay varios lugares desde donde se puede tomar el bus. El terminal es solo uno de ellos.
Por $8.000 pesos se puede tomar un bus, si hay suerte con aire acondicionado. Después de 1 hora y 45 minutos se llega a la entrada del pueblo.
Ahí se puede optar por un bicitaxi que los lleve hasta el centro, pero creo yo que no es necesario, la caminata es de menos de 15 minutos a paso tortuga, y por otro lado, vimos una par de estos vehículos llenos de pequeñas cucarachas.
No fueron mariposas amarillas lo que nos recibió en Aracataca.
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