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Flamencos!

Una de las razones por las que también me ilusionó la parada en camarones es el parque natural de los
flamencos. Desde que llegamos nos ofrecieron el tour, pero el primer vendedor se portaba un poco agresivo y hablaba de precios de alrededor de 70000. Rechazamos la oferta y dejamos para después de armar la carpa la decisión. Ya sabíamos que haríamos el tour el día siguiente muy temprano, los rolos al sol se tuestan. Unas horas después se nos acercó un hombre gordito, de rasgos muy marcados y sonrisa constante. Se identificó como miembro de la comunidad Wayuu, y nos ofreció sus servicios como guía en el santuario, luego de negociar, fijó un precio de
quince mil por persona y nos recogería a las seis de la mañana del siguiente día.
En la tarde del primer día, recorrimos la playa, descansamos suavecito, disfrutando de la brisa (que es bastante fuerte, o lo era, porque después de sentir la del Cabo la medida de brisa fuerte cambia notablemente). Por el camino encontramos esquivos cangrejos, gaviotas, y un pelícano. Una playa solitaria y al final un hermoso barco hundido. Después nos enteraríamos que estando encallado se hundió. Emprendimos el camino y nos alcanzó el primer guía, un tanto agresivo, y le dijimos que ya
habíamos concretado con alguien más. Dijo que era imposible, que habían turnos y que pasaría a recogernos al día siguiente por 70000. Le dejamos claro que seguiríamos con nuestros planes iniciales y se fue enojado.
Al día siguiente, y muy a las seis de la mañana, nos recogió "el Chino", y nos contó que los turnos son mal repartidos, y relegan en muchos casos a la comunidad Wayuu; sus miembros tienen mucha menos opción de trabajar, así que deciden por ellos mismos trabajar de manera independiente, aunque esto es un decir; la
cooperativa que se encarga de los recorridos les cobra diez mil pesos por salir (sin devolverles en ningún caso algún tipo de beneficio), y los que (como el chino), no tienen embarcación tienen que rentarla por diez mil más a alguien que sí la tenga.
Y con todo y la difícil situación para un indígena de una comunidad a la que han estado acosando por años, el Chino empezó un recorrido por el pequeño lago de Camarones en búsqueda de los flamencos de la manera más amable y jovial.
En el lago no está permitida la entrada a embarcaciones de motor, y está repleta de camarones (razón por la que los flamencos están felices en este lugar).  Como información general, los flamencos son rosados porque comen
animales rosados, como el camarón. En las conversaciones que sosteníamos en la barquita, se me ocurrió proponer que las garzas blancas, entonces, son come arroz (ya sé, chiste malo). El pozo tiene menos de cincuenta centímetros de profundidad, por lo que, más que remar, se impulsaba la balsa con el palo en piso.
La mayoría del tiempo los flamencos están cerca del sitio donde se embarcan los pescadores, yo digo que tuvimos la suerte de que estuvieran un tan lejos, pues tuvimos más tiempo de recorrer y hablar con el Chino. De pronto, y a lo lejos, se
vio una sombra sobre el agua, de un rosado intenso, eran ellos divididos en tres grandes grupos.
De manera muy sigilosa, el Chino se fue acercando, y entre más cerca estábamos, los animales más pendientes de nosotros. Y por fin, al notar nuestra cercanía, empezaron a volar y a reagruparse en otros lugares, prestándonos un espectáculo imponente. Sus largas alas de borde negro, sus patas largas que recogían con suavidad y lentitud. Un espectáculo que la Guajira me permitió vivir en primera fila.
Al regresar le ofrecimos a el Chino una bebida, y nos pidió una botella familiar, no se sentiría bien si come algo que su familia no, nos dijo. Con tres hijos y una esposa, nos confesó que se sentía mal de haber abusado del alcohol por muchos años y ahora era un hombre de familia. Infortunadamente la gaseosa se quedó para el siguiente encuentro. Una hora después y en su moto, nos buscó con un amigo para llevarnos a la carretera a Riohacha después de pasar por una tienda, pero tal vez lo olvidó y arrancó después de que le pagamos sus servicios.

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