Santiago no sabía
Conocía esa plaza aunque nunca había estado ahí, la conocía porque fue la que le dio cuerpo a los
personajes de la novela de Gabo. Francesco Rosi, acertadamente, escogió como escenario a Mompox para volver película. Los que han visto la película, me imagino, encontrarán conocida la casa de Nasar, y tal vez como a mí, se les vendrá a la memoria el hombre caminando vestido de blanco y perseguido por los dos hermanos Miranda... la puerta cerrada.
Una de mis llegadas a esta plaza (fueron muchas porque me quedé cerca), fue aún más linda que las demás. Dos mujeres estaban
pintando y arreglando la entrada. Me acerqué y les dije que siempre había querido conocerla por dentro (como quien no quiere la cosa), y ellas, muy gentiles me permitieron la entrada, mientras me contaban que en unos meses la casa se convertirá en una estación de venta de artesanía, un lugar para los turistas.
El segundo piso estaba cubierto por la luz amarilla del medio día, y la vista al Magdalena terminó de hacerme feliz. Rosi no hubiera encontrado un lugar más adecuado para traer a la vida esta película.
Cuando estaba dispuesta a salir les dije a las mujeres ¿Santiago ya entró? Las dos se rieron y
una me contestó que Santiago no sabía nada, que era el único que no sabía. Yo que esperaba que no entendieran mi mal chiste, me fui feliz, a sentarme frente a las rejas que cerraban pero que permitía ver el Magdalena pasar.
Este mismo lugar es el puerto que se usó en algunas de las tomas de la adaptación de "El amor en los tiempos del cólera", el hermoso video de Carlos Vives de "Cuando nos volvamos a encontrar" y fue también el sitio de desembarco de contrabando de los españoles por mucho tiempo, un lugar escondido, mágico y bastante conveniente. Un lugar, que una
vez descubierto fue dedicado para el comercio y remate de esclavos, para la reunión de los cuatrocientos valientes de Bolívar.
En la noche la plaza se cubre de luces de colores y música, algunos sitios de comida y una especie de triciclos (cuyo mecanismo no entendí) para distraer a los niños. La imagen de los cachacos y extranjeros tratando de mover las caderas con el reguetón que un DJ pone, me comunica un sentimiento de extravío. No es que yo sea aburrida (o puede que sí), es solo que me actualizaron Macondo y me lo pusieron a la altura de cualquier otro rincón en el mundo.
La última noche estuve comiendo en la plaza, un salchipapa curioso, pues no solo es la salchicha y la papa, sino una capa de queso y una ensalada gigante encima. Además de la cantidad exagerada de la comida, lo que me estaba indigestando era el ambiente. La sonrisa me volvió cuando una pequeñita momposina pasó con su mamá y les enseñó a todos cómo se baila cuando se lleva ritmo en la sangre, cuando bailar es casi tan natural como respirar; en esos momentos sé que soy más cachaca de lo que parezco.
La iglesia de la plaza es también un templo hermoso y,de a poco, entendí la razón por la que es un pueblo tan religioso. Cuando entré en una misa, lo primero que me llamó la atención fue una mujer cargando en brazos a una niña de no más de tres años. Dos mujeres en el púlpito cantaban animadas "Yo buscaba gozo donde no lo había, y al fin en él lo encontré". La pequeña agitaba los brazos emocionada y observaba a su madre moverse de lado a lado, yo veía a la madre contonear las caderas como en cualquier fiesta (y es que era una fiesta), y los pequeños y ya coordinados movimientos de la niña que aferraba un chupo con los dientes; la misa era una fiesta de la que
ella empieza a hacer parte, adorar a Dios es un placer de esos que no necesitan más que alegría para ser disfrutados. Comparé con envidia el recuerdo de mis años infantiles de misa, de esa larga hora en la que recibía un regaño por quedarme dormida, de las palabras repetidas y monótonas del cura (colegio de monjas, le llaman). Sonreí porque quién no iba a sonreír con la pequeña y sus aplausos, ella me sonrió de vuelta; compartía su alegría conmigo. De repente el cura comenzó un recorrido con una gran Custodia dorada, asegurándose de que nadie quedara sin la oportunidad de tener cerca el objeto. Los feligreses se persignaban cada vez
que pasaba por su lado con la alegría de tener el privilegio del objeto sagrado, se sentían parte de algo. Las ancianas cerraban sus ojos con fervor mientras intentaban seguir la letra de la música con sus labios, inventando palabras y pegándose al final de las predecibles. Una mujer en la primera silla parecía bastante extraviada en las letras pero intentaba traducir con los movimientos de sus manos el significado de la canción. Cuando la canción solicitaba que el espíritu se quedara con ella, lo invitaba con sus manos mirando al cielo, rogando por que se hiciera verdad.
Esta pasión, esta manera de vivir, de creer,de hacer con gusto puede ser la clave de vivir, ¿qué sería de la humanidad si le transmitiéramos esas ganas a todo? Gracias a la vida he tenido la oportunidad de cruzarme con personas que entienden esa pasión y luchan por ella.
personajes de la novela de Gabo. Francesco Rosi, acertadamente, escogió como escenario a Mompox para volver película. Los que han visto la película, me imagino, encontrarán conocida la casa de Nasar, y tal vez como a mí, se les vendrá a la memoria el hombre caminando vestido de blanco y perseguido por los dos hermanos Miranda... la puerta cerrada.
Una de mis llegadas a esta plaza (fueron muchas porque me quedé cerca), fue aún más linda que las demás. Dos mujeres estaban
pintando y arreglando la entrada. Me acerqué y les dije que siempre había querido conocerla por dentro (como quien no quiere la cosa), y ellas, muy gentiles me permitieron la entrada, mientras me contaban que en unos meses la casa se convertirá en una estación de venta de artesanía, un lugar para los turistas.
El segundo piso estaba cubierto por la luz amarilla del medio día, y la vista al Magdalena terminó de hacerme feliz. Rosi no hubiera encontrado un lugar más adecuado para traer a la vida esta película.
Cuando estaba dispuesta a salir les dije a las mujeres ¿Santiago ya entró? Las dos se rieron y
una me contestó que Santiago no sabía nada, que era el único que no sabía. Yo que esperaba que no entendieran mi mal chiste, me fui feliz, a sentarme frente a las rejas que cerraban pero que permitía ver el Magdalena pasar.
Este mismo lugar es el puerto que se usó en algunas de las tomas de la adaptación de "El amor en los tiempos del cólera", el hermoso video de Carlos Vives de "Cuando nos volvamos a encontrar" y fue también el sitio de desembarco de contrabando de los españoles por mucho tiempo, un lugar escondido, mágico y bastante conveniente. Un lugar, que una
vez descubierto fue dedicado para el comercio y remate de esclavos, para la reunión de los cuatrocientos valientes de Bolívar.
En la noche la plaza se cubre de luces de colores y música, algunos sitios de comida y una especie de triciclos (cuyo mecanismo no entendí) para distraer a los niños. La imagen de los cachacos y extranjeros tratando de mover las caderas con el reguetón que un DJ pone, me comunica un sentimiento de extravío. No es que yo sea aburrida (o puede que sí), es solo que me actualizaron Macondo y me lo pusieron a la altura de cualquier otro rincón en el mundo.
La última noche estuve comiendo en la plaza, un salchipapa curioso, pues no solo es la salchicha y la papa, sino una capa de queso y una ensalada gigante encima. Además de la cantidad exagerada de la comida, lo que me estaba indigestando era el ambiente. La sonrisa me volvió cuando una pequeñita momposina pasó con su mamá y les enseñó a todos cómo se baila cuando se lleva ritmo en la sangre, cuando bailar es casi tan natural como respirar; en esos momentos sé que soy más cachaca de lo que parezco.
La iglesia de la plaza es también un templo hermoso y,de a poco, entendí la razón por la que es un pueblo tan religioso. Cuando entré en una misa, lo primero que me llamó la atención fue una mujer cargando en brazos a una niña de no más de tres años. Dos mujeres en el púlpito cantaban animadas "Yo buscaba gozo donde no lo había, y al fin en él lo encontré". La pequeña agitaba los brazos emocionada y observaba a su madre moverse de lado a lado, yo veía a la madre contonear las caderas como en cualquier fiesta (y es que era una fiesta), y los pequeños y ya coordinados movimientos de la niña que aferraba un chupo con los dientes; la misa era una fiesta de la que
ella empieza a hacer parte, adorar a Dios es un placer de esos que no necesitan más que alegría para ser disfrutados. Comparé con envidia el recuerdo de mis años infantiles de misa, de esa larga hora en la que recibía un regaño por quedarme dormida, de las palabras repetidas y monótonas del cura (colegio de monjas, le llaman). Sonreí porque quién no iba a sonreír con la pequeña y sus aplausos, ella me sonrió de vuelta; compartía su alegría conmigo. De repente el cura comenzó un recorrido con una gran Custodia dorada, asegurándose de que nadie quedara sin la oportunidad de tener cerca el objeto. Los feligreses se persignaban cada vez
que pasaba por su lado con la alegría de tener el privilegio del objeto sagrado, se sentían parte de algo. Las ancianas cerraban sus ojos con fervor mientras intentaban seguir la letra de la música con sus labios, inventando palabras y pegándose al final de las predecibles. Una mujer en la primera silla parecía bastante extraviada en las letras pero intentaba traducir con los movimientos de sus manos el significado de la canción. Cuando la canción solicitaba que el espíritu se quedara con ella, lo invitaba con sus manos mirando al cielo, rogando por que se hiciera verdad.
Esta pasión, esta manera de vivir, de creer,de hacer con gusto puede ser la clave de vivir, ¿qué sería de la humanidad si le transmitiéramos esas ganas a todo? Gracias a la vida he tenido la oportunidad de cruzarme con personas que entienden esa pasión y luchan por ella.
La misa en Bogotá siempre fue un martirio por eso cuando me mude a Bogotá dije nonono no más! Mientas estuve en el colegio las misas eran fiestas, bailes, palmas, zapateo, risas, miradas de complicidad por frases como 'si tuvieras fe como un granito de mostaza' 'tu le dirías a la montaña' 'muévase, muévase, muévasé!
ResponderEliminarOjalá nunca te cruces con aquellos cuyo fervor no los inspira a vivir sino a matar y morir por sus ideales. Acuérdate que Gabo en la novela equipara el machismo y la matanza de honor con la superstición religiosa. Pobre Santiago, ni supo por qué lo mataron...
ResponderEliminarPreciosas todas fotos...