viernes, 22 de mayo de 2015

Lanzarse al vacío


Esta semana encontré uno de esos términos en francés intraducibles en otros idiomas. "El placer urgente de saltar de lugares altos". Ese tipo de temores son los que hacen divertida la vida. ¿Han sentido la necesidad de mandarse al vacío?
El fin del mundo en Hawaii ofrece un lugar para dar un salto de ese tipo. Pero no solamente ofrece calmar las ansias de lanzarse al vacío, también ofrece una caída en un mar azul y verde, cristalino y de escasas olas. Hay que tener una casitécnica para escalar de vuelta, hay que estar pendiente de la corriente para que no resulte alejándolo a uno de las piedras, o lo estrelle contra ellas. No es tan complejo, yo no tenía idea de cómo hacerlo, así que me puse a observar a los que saltaban antes que yo. Les dejo el video de mi lanzada al agua.

Observar e imitar es una técnica efectiva en los viajes solitarios, observar lo que hacen los demás, parar a ver lo que ven y si no se es tan tímido, preguntar.
Tomada de earthporm.com
No solamente en el salto fue efectiva la observación, sino a la hora de aprender a moverme con la boogie board en las olas. También los consejos de los experimentados funcionan bastante bien. Se entra al agua cuando recién pega una ola y la otra viene lejos para que permita nadar lejos de las piedras. Dentro del agua, ya sea para hacerlo con tabla o con el cuerpo (body surf, le llaman), si no se pretende subir a la ola hay que meterse debajo de ella para no resultar siendo arrastrado (esto lo aprendí después de un par de revolcones). Si la ola no es muy alta, se puede saltar. 
Para "montar" una ola, basta con dejarse llevar por el agua que chupa el mar y va convirtiendo en ola. Hay que mantenerse arriba, por eso hay que estar en la dirección de la misma y nadar con los brazos par acomodarse. 
Esta es una de las experiencias más emocionantes que pude tener, el mar es tan hermoso, y a la vez tan peligroso. Se me hace increíble que esa sustancia que se adapta a formas sea tan poderosa y caprichosa. Respeto sería la palabra que reúne el sentimiento que me produce el mar. 
En las playas del sur que tienen mareas más bien tranquilas, las olas llegan firmes a la costa; vi a muchos surfistas jugar en Boogies a tomar las olas para dar vueltas de 360 grados, siguiendo el vuelco de la curva. Grupos de estos deportistas van en familia y sepuede apreciar cómo las madres introducen a los niños a las olas. Les permiten aprender por la práctica, les muestran cómo nadar. Es impresionante cómo pequeñitos de tres o menos años recorren la playa sin miedo y se enfrentan a las montañas de agua sin mayor preocupación. Caminan descalzos en estas playas de arena negra sin sentir quemonazos (yo andaba en zapaticos de playa). 
No entiendo muy bien cómo funcionan las corrientes y los peces, pero sé que la mayoría de pescadores salen a trabajar de noche, es la forma de tener mejor resultado. Yo no buscaba pescar, pero conseguí que me llevaran una noche de snorkeling nocturno, y es otra de las cosas que definitivamente recomiendo.
En esta ocasión fuimos cinco, cada uno con el equipo básico de snorkeling. Las playas, en su mayoría, están abiertas para este tipo de práctica bajo la responsabilidad del que lo haga, obviamente. Solo teníamos tres linternas, y yo decidí no llevar una, quería mis manos libres para moverme mejor. 
En ese día estaba tan emocionada que no sentí frío, incluso cuando algunos de mis compañeros tiritaban. Yo estaba tan asombrada de ver el mundo maravilloso que sale a navegar la noche bajo el agua. Encontramos una langosta bebé y la cargué, babosas gigantes, vi anguilas de varios
colores amenazando con su boca abriendo y cerrando, peces en cardumen pasando tranquilos, atravesándonos como si no fuéramos novedad. Un amigo mitad mexicano, mitad alemán, nacido en Hawaii, el "capitán" de la exploración, me enseñó a hacer "luces" debajo del agua. Apagó la linterna y empezó a sacudir las manos de un lado a otro, movimientos cortos y rápidos. ¡Que algún físico me explique el efecto!, se crearon burbujitas que llevaban luz, ¿no es esto mágico? ¿No es el mundo en el que vivimos un lugar mágico? Peces globo, peces de colores impresionantes y una
cantidad de especies que no puedo nombrar. Me quedé con las ganas de ver un tiburón, todos nos quedamos a la expectativa, pues suelen pasearse en la noche por esa zona, según dijeron. 
En algún momento vi una medusa, me emocioné por cómo se ven en la noche. En ese preciso momento, quien llevaba la linterna cambió de dirección y me asusté. No quería que me picara, mordiera, lastimara (¿qué es lo que hacen las medusas?), en fin, nunca me ha pasado y no quería tener que pedirle a alguien que me orinara, así que di una vuelta grandísima, esquivando el lugar y esperando no tropezar con ninguna de esas. Lo que sí es cierto es que fue un momento maravilloso verla brillar entre el mar negro, reflejando la poca luz que recibía. Poesía en la naturaleza. Ojalá entre las fotos y las letras un día logre transmitir la emoción que me causa la aventura del mundo.


jueves, 14 de mayo de 2015

Cómo contar una historia

Tengo dos formas de contar historias. Las dos se resumen en este blog; escribo y tomo fotos. Estas son mis formas de expresar el universo en mi cabeza. Consciente de que hay muchas maneras de contar una historia, quiero hablar de una de las más originales que he conocido. No voy a decir que no la conocía previamente, pero en Hawaii tuve un redescubrimiento. 
Imagino que todos han tenido la oportunidad de ver el Hula (baile en hawaiiano), y sí, ver mujeres moviendo la cadera como si ésta tuviera voluntad propia es bastante sensual. Pero no entendí su significado hasta que recibí una clase casi personalizada de una mujer hawaiiana y muy interesada por sus raíces. 
La clase la recibiría a cambio de impartir una de salsa. La clase de hula se dividió en dos grupos el de hombres y el de mujeres. Un amigo que trabajó mucho tiempo en L'uau iba a hacer la demostración masculina. Primero nos enseñó el baile completo, lo que aprenderíamos. Cantaba en hawaiiano siguiendo la pista. Luego iba parando la pista y traduciendo al inglés la canción. Entonces descubrí que se trataba de una historia, una narración oral cantada. El paso típico de mover las manos en ondas sugiere el movimiento de las olas del mar y para mi sorpresa, cuando se llevan la mano a la boca y luego reparten "el beso",
en realidad quieren decir que van a contar la historia. Los brazos en L muestran la montaña, los saltos el caballo que conducen, semi círculos hacia la nariz cuentan del olor de las flores y las curvas en el aire son la belleza femenina. 
Además de mi ausencia casi innata de coordinación, la sorpresa del baile me tenía congelada. La instructora vio que muchos de nosotros no seguíamos los pasos básicos, así que se devolvió con paciencia (los gringos estaban tan perdidos como yo). Se concentró en el movimiento de cadera y me soltó "la clave", el movimiento de las rodillas. Doblarlas un poco, doblar una más, volver al inicio y después con la otra. "No exageren", dijo, "no quieren parecer turistas". Me opuse al comentario, y ella amablemente me dijo que yo no contaba como turista, luego advirtió que dobláramos las rodillas que las caderas se empezarían a mover solas. Yo le respondí que las mías estaban dañadas, porque evidentemente ella lograba con el truco lo que yo no.
No importa, me dije, seguro que en salsa ella se enreda igual. Pero no, aprendió los pasos básicos muy rápido y se movía mucho mejor que yo (no es tan difícil, yo sé).
Durante la estadía tuve un par de oportunidades más de disfrutar del Hula con música en vivo en dos L'uau (uno de colada y otro de invitada), y una presentación de personas de todas las edades
que toman clases. Las lecciones son bastante duras, usualmente el profesor está tocando instrumentos de percusión y es estricto hasta en lo movimientos más básicos centrado en la historia. Las alumnas avanzadas se hacen adelante para que pueda corregir los movimientos a perfección. Las demás van atrás (usualmente niñas muy pequeñas), y tratan de copiar con la ilusión de ser promovidas a las filas del frente. 
Los bailes masculinos son bastante atractivos (por muchas razones) y para mí, en especial, los bailes de guerra me transmitían mucho. Las voces fuertes, los gritos, los golpes contra el pecho, las piernas, los brazos dejaban marcas rojas y en algunos casos algunas pequeñas muestras de sangre. Pasión, le llamo yo. Cualquiera que haya puesto pasión en algún proyecto seguro me dará la razón.
Al final de algunos espectáculos piden tomarse de la mano del que esté al lado, y orar juntos agradeciendo la música, la vida, la isla y mientras tanto, los cantantes le enredan a uno el alma entre los acordes de ukuleles. 
Pero este baile maravillosos no es la única manera de contar historias, otra de la que más me sorprendió es la comida, la típica.
Habla de las necesidades, pero también de las ventajas, de los privilegios de la isla. El cerdo cocido bajo el suelo volcánico que aprovecha el fuego de la isla, el arroz pastoso y sin sabor heredado de la Polinesia, el poi que crece incluso en las épocas de mayor calor, las ensaladas con pedazos de los pescados comunes, la piña que crece en los suelos de la isla con tremenda facilidad. Son las abuelas encargadas de hacer los alimentos en las fiestas hawaiianas gigantes. La responsabilidad le va a quedando a la mayor de la siguiente generación, debe ella guardar las recetas y preparar al siguiente, ¿no es esta otra manera hermosa de contar y conservar una historia? 

jueves, 7 de mayo de 2015

Ciudadana del mundo

La perspectiva de mi vida cambia mucho a medida de que uno crece (y luego se pone viejo). En principio, en los últimos años aprendí para qué sirven los zapatos. De pequeña rara vez me los ponía, y ahora mismo estoy sin ellos, pero para salir de la casa siempre busco los correctos. Hawaii me quitó los Converse y me puso sandalias, zapatos de hiking y los de playa (que además de cosas cuidan los corales por si uno es torpe). Viajar, conocer culturas, personas, leer nuevos libros y salir de la zona de confort va armando un nuevo mundo en la cabeza.
Mis miedos han cambiado, antes el quedarme sin trabajo, sin dinero, no pagar una cuota me abrumaban. Mis nuevos miedos son diferentes, tengo miedo de no alcanzar a vivir, a conocer, a leer, a
escribir. Los sentidos despertaron luego de abandonar mi trabajo, se afinaron. Es tal vez la razón por lo que la fotografía llegó a ayudarme a observar. En una sustentación de tesis, una gran amiga dijo que todos los sentidos solicitaban una reproducción de la acción para ubicar el recuerdo, todos excepto el de la vista, nuestra mente está llena de imágenes. Empecemos la historia...
Mi llegada a Hawaii tenía un presupuesto limitado, pero por estas cosas maravillosas que combinan el cariño de las personas y las casualidades, tuve la opción de trabajar para una finca cafetera.El trabajo es una cosa muy
ingenieril a la que no me voy a referir, pero lo que viví me enseñó. 
El dueño del negocio es un mexicano, un hombre humilde con una inventiva impresionante. No hay forma de que su mente no esté maquinando algo, es un inquieto intelectual. Con su inglés de acento marcado hace negocios a perfección sin tener miedo, ni sentirse inferior. Con su buena voluntad les da trabajo e inclusive un sitio dónde quedarse sin cobrarles. Las personas le responden de la manera en la que los humanos lo hacen, se aprovechan, pero la vida le permite tener un negocio que se mantiene a flote y más
proyectos. Nunca lo vi preocupado por los abusos que se cometen en su contra, ni frustrado, nunca lo escuché hablando con rencor. 
El sitio donde tuve que ir a trabajar era un cuarto pequeño, con escasa ventilación. Con tres personas ya se sentía lleno. Los días de paga eran un desfile continuo de mexicanos, gringos y de oriundos de islas cercanas a los que llaman "marshalies"(que tienen la entrada "gratis" a USA por los proyectos radioactivos que tiene este país en sus tierras), cada uno con sus rutinas de aseo (o sin ellas). Este es uno de esos lugares a los
que no es fácil verles el lado bueno.
Tampoco esto es muy difícil. Curiosamente la tierra que es más lava antigua que otra cosa, es perfecta para plantar casi cualquier cosa, la poca contaminación y la cultura de respeto a los animales hace que cada rincón de la Isla sea precioso.
La vida me cambió al permitirme conocer a los inmigrantes, a ponerme un poco en sus zapatos. "No te vayas", me dijo un mexicano que lleva gran parte de su vida ahí, a quien no le importa el título de ilegal y ya parece no importarle que lo devuelvan a su país (Estados Unidos se
hace el de la vista gorda con la mano de obra que no obtienen de locales). "Yo me devuelvo porque me hace falta mi esposa", escuché decir a otro que iba feliz de poder comprarle un vestido a ella, pero para quien el dinero no era suficiente. Otros más conocí que se devolvieron a su país después de haber hecho un capital respetable.
Miré mis zapatos a la hora de devolverme a Colombia, no estaba lista para buscar mis raíces en ese lugar. A Hawaii la llevo en lo que soy, pero por ahora mi hogar lo llevo a cuestas.Una muy buena amiga que vive hace años afuera, aclara que no es inmigrante sino ciudadana del mundo.