viernes, 27 de febrero de 2015

De los Pupis en Hawaii

A los blanquitos les dicen Haoli, suena casi Jauli cuando lo pronuncian porque hacen una "o" cortica y nasal. Y me pareció un nombre curioso, porque cuando lo pronuncian los que algo de sangre Hawaiiana en las venas (y ojo que la sangre Hawaiiana no tiene nada que ver con haber nacido acá, para ser hawaiiano hay que ser descendiente de uno de los primeros que habitaron estas tierras). La palabra la dicen con algo de... cómo decirlo, antipatía. De alguna manera, y como a muchos nos ha pasado, un país grande "nos descubre" y luego nos "conquista". Para Hawaii fue el Capitán Cook (James Cook) el que los puso en el "mapa", y tal vez en este momento se creó la palabra,"Haoli". 
Los Hawaiianos se saludaban con un abrazo y los dos que se saludaban, exhalaban por la boca, intercambiaban aliento. ¡Una cosa hermosa! Para muchos puede ser asqueroso, pero el significado es bien interesante. Es intercambio de vida, ahora cada uno tiene un poquito del otro dentro de sí, ahora hacen parte uno del otro. Cuando los blancos llegaron a sus tierras no intercambiaban aliento, daban la mano para saludar, de ahí viene la palabra Haoli que significa "sin aliento". 
Otra cosa hermosa que hay que anotar, es que entre locales todavía se saludan muy cercanos, ya sin la cosa del aliento pero juntan las cabezas. Es hermoso, siempre que los veo saludarse con tanta cercanía me emociono. Antes de seguir, apunto que yo no califico de Haoli (ya me lo dijeron dos personas y espero que no sea de gentileza no más, además de que acá no soy taaan blanca).


Resulta que aunque el Capitán Cook dejó a la vista estas islas antes de ser sacrificado, Kamehameha estaba ya preparándose para subir al poder, y no creo que ningún Estados Unidos o Inglaterra se hubiera metido tan facilito con las tierras de este señor.
Luego de que pasaran 5 generaciones y el descendiente no tuviera a quién heredarle, empezaron las peleas, y las "ayudas" de Inglaterra y USA para retornar la paz. Y así fue hasta que las ayudas pasaron a ser un "golpe de estado" por parte de Estados Unidos, adquiriendo así el poder de las Islas e imponiendo un "sistema" que garantizaría la paz y bienestar y esas cosas que siempre nos dicen. No he encontrado documentación que constate lo que la tradición oral dice (y le creo más a esta última), y es que había un acuerdo de la posesión de Estados Unidos por cien años, lo que ya se cumplió, pero nadie dice nada. En cambio de esto, en 1959 se convirtió en un estado independiente y gozan de beneficios; si tienes sangre de ancestros hawaiianos, tienes derecho a casa gratis, y a algunas ayudas del gobierno. Un gana-gana, me imagino. 

Lo cierto es que se ven más "Haoli" que hawaiianos. Y en las partes pupis la cosa no cambia sino que se acentúa, la tendencia de verse más bien poquitos locales. Pongo de ejemplo los Centros comerciales más exclusivos, el Queen Market, y en especial el King's shops en Waikaloa (ahí es como complicado comprar siendo de clase media). Esto queda bastante cerca del Hilton, que es un paraíso de estilo oriental. 

Lo que sí quiero señalar de estas tierras es la maravillosa ausencia de complejos y prejuicios. Anda en chancletas al Retiro en Bogotá a ver cómo te miran los "riquillos". Acá todo el mundo te saluda con cortesía, y hasta te sonríe (con sus excepciones, por supuesto),y se tiene la libertad de caminar por donde se quiera. 

El Hilton tiene una especie de "tour" gratis, que me imagino es principalmente para el transporte de los huéspedes, pero que todo el mundo usa para conocer el hotel. Se puede escoger entre el tren y un barco que le da la vuelta al lugar. Así que para conocer está bien la cosa. Caminar también es una buena opción y se puede pasar por el minimuseo que tiene piezas de imitación y originales de arte oriental. Una pieza arquitectónica interesante que hace falta conocer.

Por otro lado, si vienen, pásense por el Queen Market a comer heladito, y pídanlo revuelto en la parrilla fría (estilo stone glaze de crepes and waffles), hay varias opciones para almorzar y si no se quieren detener tanto tiempo ahí, siempre pueden ir a la tienda grande y comprar sushi de las neveras, siempre es fresquito y hay para todos los gustos. En esas neveras también encuentras unos dulcecitos japoneses que se llaman "mochis" (dulces de arroz rellenos de fríjol, sé que suena raro pero en verdad son deliciosos), acá los venden individuales y son un poco más caros que en otros lugares, pero para mí los más ricos.
Con más tiempo pueden revisar la programación del Mall, a veces tienen algunas presentaciones, incluso cine al aire libre (eso es gratis también). 

Bueno, toda esta charla de los pupis de Hawaii por una simple y llana razón, en estos días fui a ver el Palacio Hulihe'e que queda sobre el Alii Drive, palacio que durante generaciones fue posesión de la familia real y descendientes del poder de Hawaii,los verdaderos pupis de la isla, y aprendí cosas bien interesantes.
La entrada cuesta 8 dólares (de las pocas cosas que cobran),a menos de que seas mayor de 60 o estudiante menor de 18, ahí hay descuentos.
Después de haber estado en Europa y ver los PALACIOS y CASTILLOS, gigantes como el ego de sus gobernantes, fue hermoso entrar a este. Es una casa, sí. Uno de los "lujos"que tenía eran las ventanas. En sus épocas no eran tan populares, y compararse con otras culturas les daba prestigio (gracioso, pasa en todo el mundo).
Es una casa más bien normal de 1838, muy grande eso sí, una vista al mar envidiable, entrañable. Si hablamos de materiales vamos desde la roca volcánica,el coral hasta madera que solo se encuentra en esta isla. El primer dueño, el segundo gobernador de de la islas de Hawai'i, Adams Kuakini. Pasó a manos de su hijo adoptivo Leleiohoku, que se lo heredó a su esposa, la famosa princesa Ruth Ke'elikolani, media hermana de los Kamehameha IV y V. Ella murió sin hijos, así que empezó a pasarse la casa a otros que ya no pienso mencionar. (Y si les pareció difícil de leer, imagínenme a mí tratando recordar los nombres de las calles, colegios, centros comerciales, o los mismos locales).
Me imaginé a todos estos nobles despertándose y viendo el agua azul imponente, respirando el aire cargado de orquídeas.
Todos los muebles son hechos por manos maravillosas, inclusive una mesa del cuarto principal está armada como un rompecabezas con más de cien piezas, cada una de un árbol diferente de las islas. Un armario hecho al modo francés pero con madera de un árbol que solo crece en Big Island. Todo los elementos de cocina y comedor artesanales, y unas vajillas que deben costar mucho, pero no son de oro ni nada raro

. Un Hall de entrada, cuatro habitaciones, dos pisos, cocina, comedor, balcón... muy puede ser una casa común y corriente (lamento no poder mostrarles el Palacio por dentro, pero prohibían las fotos). Obvio con sus comodidades, como un pozo propio de pesca, y la iglesia terminada un año antes de la construcción de la casa a solo unos pasos (o para nosotros, a un cruce de calle). Comparo el lujo del Hilton con el de los verdaderos pupis, y nada, se los dejo a ustedes para que juzguen.
Y bueno, para ubicarlos con los dos sitios les adjunto un mapita (las nubes muestran los dos sitios,la del norte el Hilton, la del sur el Palacio)













jueves, 19 de febrero de 2015

Esto es Big Island

El tatuaje más popular de la Kona son las islas completas de Hawaii. Ahora entiendo por qué. El tiempo aquí es diferente, el tiempo se va rápido, pero de manera tranquila. Es como si el mar se llevara muchas cosas. Tal vez es la razón por la que los que nacieron aquí, en su mayoría, no se quieren ir, o al menos no para siempre. Hay una conexión que se crea, una unión. Como si Hawaii fuera un ser vivo y no un territorio, un ser muy atractivo. Y bueno, las leyendas que acompañan la isla apoyan mi teoría.
Debo admitir que me llené la boca diciendo que lo más posible es que me aburriera en una isla donde la oferta de cine es limitada (y un poco costosa, 10 dólares por entrada sin silla numerada igualnisenecesita), las actividades se pueden contar con los dedos de las manos, donde cierran los restaurantes a las nueve de la noche, pero no. Es un lugar encantador, y no puedo cansarme de ver las estrellas casi a diario (cuando no se pueden ver es porque está nublado), de ver atardeceres nuevos, de la luna a las cuatro de la tarde imponiéndose en el cielo.
 Empecemos el post de verdad, dejando a un lado mi maña intimista (si es que ya no aburrí a unos cuantos).
Estoy en el estado de Hawaii, USA, uno de esos lugares que por más de que sea gringo, no es gringo del todo. Se pronuncia con las dos "ies" al final, como jawai-i. Este archipiélago se compone de dieciocho islas, pero solo ocho son consideradas "principales", de esas ocho solo hay tres populares; Big Island, Maui y Oahu (donde está la capital).
Estoy en Big Island, la más grande de las Islas de Hawaii y donde el gran Kamehameha (no se acentúa la "a" del final, como lo hace Gokú) gobernó y logró la unión y la paz de las islas. Esta Isla tiene, digamos, seis mini ciudades, Hilo (que tiene aeropuerto), Hamakua, Kohala, Puna, Ka'u (donde está el parque de volcanes) y Kona (también tiene aeropuerto). Entre Kohala y Kona se encuentra la mayor cantidad de atractivos turísticos, hablando de playas y esas cosas populares.

Estoy en Kona, a una cuadra del océano y a diez minutos caminando de la playa más cercana (una bien chiquita) y con la que Tomás González y yo tuvimos el primer encuentro playero (trasladé la mayoría de mis lecturas y escrituras a la playa porque la banda sonora de las olas me parece una excelente compañía).

Por el Alii (Alii significa jefe) drive hacia el norte se ven más turistas que locales, y razón hay en esto, es aquí donde las murallas reciben el estallido de las olas junto al mar. Al ladito está la calle que no permite más de 15 millas por hora,tal vez para estar pendiente de los transeúntes, o tal vez para disfrutar el espectáculo que da el sol reflejado en el agua, los barcos tranquilos que se dejan llevar por las olas (usualmente no tan fuertes en esta zona). Por acá ando yo en una moped (una scooter chiquita que me acompaña gracias a la amabilidades de mis anfitriones) sin los afanes que trae una ciudad que a veces no le permiten a uno ver el horizonte (ya sea por tiempo o porque los edificios no dejan).


Bueno, por ahí estoy yo, con mi pinta rara (en serio no tengo mucha ropa para tierra caliente), y si los que me conocen piensan que me visto raro en Bogotá, imagínense mis pintas por estos lados del pacífico. "Que no", tengo que explicar a menudo, "que no tengo ninguna ascendencia japonesa". Al principio pensé que era porque mis ojos son un poco alargados, pero ahora estoy segura que es por mi ropa, ya saben cómo se visten los japoneses ¿verdad? 
En la playa a veces voy de jean y camiseta, y usualmente llevo zapatos de playa porque no tengo la valentía que se requiere para pisar arena caliente o esas pequeñas piedritas en el mar. Hace poco hablaba con una amiga en Sudáfrica que me confesó que a ella tampoco se le quita lo rola: nosoylaunica.

Volviendo al transporte, creo que esta no es una isla para no tener carro. Los transportes públicos son más bien escasos, aunque si alguien quiere enterarse, se les tiene el link :
(http://www.heleonbus.org/schedules-and-maps/intra-kona-7-1-2014). Inclusive en la moped es complicado moverse fuera de Kona, puedo ir al norte por el Shouder (ese espacio al lado de la carretera y que acá usan sagradamente para las bicicletas, personas y mopeds que nunca alcanzarán la velocidad mínima requerida). Hacia el sur la cosa cambia, porque la velocidad puede ir hasta 55 millas por hora, el Shoulder es demasiado angosto para andar por él.



¿Cómo se mueven entonces los visitantes? Mochileros hay por montones, o gente de intercambio y se transportan echando dedo. Yo sé, yo sé, es peligroso y los colombianos estamos acostumbrados a desconfiar hasta de nuestra propia sombra (y bueno, tenemos razones de sobra). Acá he conocido gente cuyo casi único medio de transporte es ese, y sobreviven. Dos argentinos, y una niña que se mudó para estudiar y valientemente vive casi en Ocean View (vean el mapita), y sí, a veces tienen que caminar bastante antes de que alguien los lleve, pero ninguno de los que los llevan los ha atracado, o hecho propuestas indecentes, o raptado, o violado... los llevan y los dejan, es todo. Y como dice un buen amigo, el día que a uno lo quieran cortar en pedacitos y sea el día que a uno lo tengan que cortar en pedacitos, pues lo cortan en pedacitos (no lo dice así, pero es la idea)...


Mucha gente también se mueve en bicicleta, y de lo que más sorprende acá, es que los carros se detienen para que pasen, si van por el shoulder se abren para que no sientan el carro encima, tienen prioridad en el paso y no he visto el primer conductor que les pite o los insulte. Claro que la bicicleta es buena para moverse en Kona, no sé si al querer ir a otros sitios sea tan buena idea. Me parece que se puede combinar esta con algunos días de rentar un carro (sobre todo cuando se va a otros sitios lejos).El método de transporte también depende de las razones para las que la gente viene acá.


Caminar o salir a correr también es una muy buena opción si la idea en conocer. A todas horas hay peatones corriendo por el shoulder, y la mayoría de ellos saludan o al menos sonríen al hacer contacto visual, es una costumbre muy bonita a la que podría acostumbrarme.


 Por otro lado, la ventaja de este tipo de caminatas es que el océano acá es público, lo que se dice público, y por muchos lugares hay entradas a donde se puede acceder, ya sea a una playa o a verlo, los "shorelines" y hay avisos por doquier. Entrando en ellas se encuentra uno con playas repletas de piedras de coral, o de arena de diferente color, o de piedras volcánicas. Es para descubrirlo de a pasitos. Por ahora les comparto una de las visiones más lindas que he tenido entrando por esos shorelines, y es el contraste de la roca volcánica con los diferentes azules que terminan en el azul del cielo. Las palmeras como marco del paisaje.

Uno de los regalos que recibí por navidad fue un libro de leyendas de Kona, así que la estadía acá ha cobrado otro significado más, entiendo por qué en las playas donde todo el mundo va a divertirse se enmarcan letreros de "sagrado".







jueves, 12 de febrero de 2015

La capacidad de sorpresa

Me dijeron que había perdido mi capacidad de asombro. Es una sentencia fuerte para alguien que exhibe su creatividad como una ventaja. Tal vez fue cierto, y tal vez por eso este ha sido uno de los viajes menos planeados. No tenía ni idea de lo que haría y me negué a hacer planes de cronograma (como usualmente hago), me dejé sorprender y me lancé a la sensación maravillosa de despertarme cada mañana con la certeza de lo desconocido. Ahora me sorprendo demasiado, tendrían que ver la cara que pongo cada vez que me cuentan algo de la isla, de las tradiciones, de las palabras, cada vez que pruebo algo nuevo, o veo un animal que antes solo había visto en televisión. Los "locales" me dirigen esa mirada que habla solita "cálmate, montañera", porque sí les dejo claro que de una montaña vengo.

¿Por qué Hawaii? Es la pregunta que más me han hecho, y mi respuesta sigue siendo la misma ¿Por qué no? Bueno, ahora tengo muchas más razones. El adjetivo de paraíso se lo gana con creces.

Estan do a punto de cumplir dos meses acá, quiero compartir mis experiencias para que les sirvan a futuros viajeros, y para los que no lo sean, me encantaría que pudieran viajar conmigo, y si lo logro por bien servida me doy. ¿Descubren la isla conmigo? Espero que además de las letras, las fotografías cuenten más de lo que yo puedo contar.

Empecemos por el comienzo, por los preparativos, el descubrimiento de que no tenía ropa para clima cálido (aún no tengo mucha, el rolo no se me quita fácil). Y cuando no podía estar más ansiosa y lista para partir a eso de las 11 de la noche al aeropuerto, me avisan que el vuelo se canceló. Me asignaron un vuelo nuevo y me obligaron a reprogramar las escalas. A las 4 de la mañana me vuelven a despertar para avisarme que de nuevo se canceló el vuelo, y bueno, tengo que reprogramar de nuevo. ¡Gracias United Airlines!

Doce horas después estaría tomando el avión, y los hastapronto chiquitos son los más bonitos y difíciles. Así sea por un corto tiempo, despedirse de la familia siempre me va a dar duro, lloro mucho (tengo muchos sentimientos, como diría una amiga por ahí). Hawaii me ayudó a entender por qué. Como todo el mundo sabe, en Hawaii se saluda con Aloha. La misma palabra sirve para despedirse, y también significa amor. Bueno, esta es la razón por la que lloro, porque toda bienvenida y toda despedida que valga la pena, o entrega el corazón o lo deja.



Entré con el tiempo exacto, e intenté dormir algo en esa primera escala con destino en Houston. Pero no es posible dormir cuando el sol hace espectáculos sobre las nubes. Yo sigo con la misma sensación de maravilla al subirme a un avión. ¡Estoy volando! La tierra está bajo mis pies, muuuuuy abajo de mis pies. Y si existo para presenciar al sol brillando y reflejándose sobre la superficie de la tierra, he vivido lo suficiente para ver un milagro. Al parecer mi capacidad de asombro se despertó y me movió el corazón.

A Houston,la ciudad que desde le cielo parece un circuito electrónico, llegué con el tiempo preciso para los trámites de costumbre, la inmigración, que por qué tanto tiempo en Hawaii,que a qué se dedica, ¡Yo también me voy a graduar de ingeniero!, siguiente, y Liza corre, sus maletas salen de últimas, (gracias universo de las posibilidades), entrega maletas y entra al avión dos minutos antes de que cierren las puertas. ¡Qué afortunada!, pensé. Y me dirigí a mi silla, para encontrarla ocupada. Una mujer de treinta y tantos me explicaba furiosa que la aerolínea no la había ubicado al lado de su hija de siete años, y yo intentaba decirle que estaba bien, que yo podía cambiar de asiento sin problemas, pero el enojo no le permitía escuchar mi inglés tímido y hambriento, porque, obviamente no había tenido tiempo de comer nada en la breve estancia en el aeropuerto. 



 La azafata que estaba lidiando el enojo de la mujer escuchó mi ofrecimiento y me dio las gracias ubicándome casi que en la cola del avión. "Ya qué", me dije y me reí, "será leer y distraer el hambre". Y estaba dispuesta, porque me indigna comprar comida en el avión, mala, cara... bueno, y lo otro es que no la podía pagar en efectivo, y no tenía la tarjeta conmigo. Una resolución difícil de sostener con la china que me sentó al lado muy preparada para el viaje de cinco horas (tenía comida de toda clase y yo miraba el único chicle que me quedaba). La azafata se acercó para hablarme con la voz del karma. "¿Qué va a comer?", nada, le digo yo. "Lo que quiera por habernos ayudado", en ese caso no sé, le dije, "Las tapas son lo mejor", y bueno, el Karma entonces me supo a galletas, tapitas, queso, garbanzo,chocolates, almendras... el karma consoló a mi barriga. Después de eso ya tuve ánimo para conversar con la vecina del lado (que no me ha contactado en FB como dijo) e insistió en que yo debía tener en mi sangre una mezcla de Japón y Europa.

En Houston cerraron las puertas detrás de mí, pero el avión no despegó sino hasta una hora más tarde por tráfico en el aeropuerto. Trancón de aviones. Eso ya significaba que me dejaría el avión. "Ya qué".
En San Francisco de nuevo hubo tráfico, así que terminé llegando después de dos horas y con la certeza del vuelo perdido me fui a buscar a servicio al cliente. Y ya se imaginarán la historia. Tranquila que la ponemos en el siguiente vuelo mañana a las 9 de la mañana, o si quiere la mandamos a Los Ángeles y allá sale a las 9 de la mañana. ¿Hotel?, United no lo paga porque no fue su culpa, ni eso, ni su comida, le damos un Kit de noche y esperamos que pueda pasarla bien. Usé todas mis técnicas, desde la de la niña perdida hasta la de la bestia furiosa que no va a volver a comprar con ellos (como si les importara a los de servicioalcliente), dejé de desgastarme y destapé mi "obsequio". Mejor no me hubieran dado nada. Jejejeje.


Bueno, pensarán que estaba triste o aburrida, pero no. Era la primera vez en mi vida que iba a pasar 14 horas en un aeropuerto. Y aunque es cierto que no es la experiencia más cómoda, es de las cosas que no me moriré sin hacer. No estuve sola, mi familia y mis amigos me acompañaron por turnos, también lo hizo Tomás González y ¡de qué manera!
Además de los anteriores, la cantidad de gente que también estaba en alguna situación similar, y cuando vi a un hombre con un montón de tiquetes en la mano, supe que no estaba en una situación tan mala. Siempre hay alguien peor que tú y el hombre se veía orgulloso de su "infortunio".
También me acompañó el invierno en San Francisco que se logró meter al aeropuerto. ¡Qué afortunada sería si tuviera una cobija azul como la de aquel hombre!, me dije a eso de las 3 y tiritando de frío, O como la que tiene esa señora, o ese... ¡ve, qué cantidad de cobijas azules!, entonces, mi cerebro cansado después de no sé cuantas horas sin dormir decentemente me dijo, "Liza, creo que esas son de la aerolínea y a ti no te dieron nada por adoptar la figura de novuelvoaviajarconsuaerolínea". Entonces me fui a servicio a cliente a exigir, o mejor, a solicitar amablemente una cobijita antes de convertirme en paleta. Nadie estaba ahí, pero habían dejado caer una cerca al mostrador, y bueno, tengo cobijita azul ahora.
El amanecer me alegró, ya iba para ¡Kona! ¡por fin! ¡y en la ventana!
Unas horas más tarde estaba viendo un mar que prometía colores, contrastes, belleza. Y bueno, la recepción no pudo ser mejor. Uno de mis anfitriones me brindó un lei (collar) de flores naturales de olor fantástico. Un viaje de 37 horas había terminado con las mejores aventuras dentro del bolsillo... los recuerdos que son tesoros que no se pierden (a menos de que uno desarrolle una enfermedad que le haga olvidar... o que le dé amnesia, o que con la edad no guarde tanta información, etc.)
Bueno, de nuevo gracias a United mis maletas llegaron en la noche anterior (lo que significa que el vuelo se retrasó, me pudieron haber subido pero no lo hicieron), y además rompieron el candado integrado de una maleta (preciso la que no es mía), por razones de seguridad, decía la nota. Seguramente en los rayos x, y, w, los todo ricos se veían muy inflados, o qué sé yo.